El timbre volvió a sonar.
—Ya tocaste en esta casa niño…
—La estoy buscando a Sophia…
—Déjalo pasar papá… yo lo llamé —dije desde el sofá.
Mi padre lo invitó a entrar y me dirigió una mirada, luego miró los zapatos sin marca de Louis y me volvió a mirar con desaprobación.
—“Lo sé” —moví los labios, pero nunca salió el sonido de mi boca.
—Bueno, necesito que te sientes —solicité a mi compañero de escuela—. Tengo algo muy importante que decirte, pero debes prometerme que te comportarás como un hombre.
—Soy un hombre.
Al siguiente momento Louis estaba tirado sobre el sofá pataleando y llorando como un niño…
—¡¡¿Por queeeé?!! ¡¡Buaaaa!! —chillaba desconsolado golpeando mi sofá italiano con el puño.
Mi padre lo tomó de la camisa y le dio varias bofetadas de derecho y de revés hasta que se calmó.
—Yo también tengo algo que decirte: Anna nos vio en el shopping, la oí —sollozó Louis.
—¿Y a qué fue? ¿A mirar a través de las vitrinas y soñar con poder comprar algo de Hermès? Si es una pobre desgraciada…
—Me gusta como elaboras el sarcasmo hija… —chocamos los cinco con mi padre—. Me siento tan orgulloso de ti. Los dejo. Tengo que ir a entrenar, no tengo menos de 8% de grasa corporal por quedarme en casa sentado —avisó mi padre y salió para el gimnasio.
—Te amo. ¡Eres el papá más lindo y genial del mundo!
Miré a Louis de frente.
—Esto no va a quedar así… ahora van a conocer mi sophinialidad… —amenacé—. Esto es lo que haremos...
*
La directora Julianni se presentó en el aula mientras yo estaba con los pies arriba de la mesa limándome delicadamente mis uñas esculpidas.
—Chicos tengo una mala noticia. Este fin de semana ha muerto el profesor Della Fontaine —anunció en un tono melancólico. En su rostro se reflejaba una tristeza demagoga, como si esperara contagiarnos de esa tristeza.
Algunos de los idiotas de mis compañeros se sorprendieron y más de uno, increíblemente, lo tomó con tristeza.
—Yo sé que los toma por sorpresa su muerte, es decir con su edad…
—Lo que me estaba tomando por sorpresa es como demoró tanto, digo, vamos, cuarenta años… —advertí.
—Señorita Laurent, no es momento para sus bromas…
—¿Cuál broma? —Susurré por lo bajo mirando a Louis que no pudo contener la carcajada.
—Lo va a suplantar el profesor Westein que está por llegar. Los dejo, no hagan mucho ruido hasta que llegue.
—Directora Julianni —la interpelé antes de que se retirase.
—Señorita Laurent —me respondió aguardando mi comentario, siempre con esa mirada de esperar lo peor de mí.
—¿Y no nos va a dar la mala noticia? Creo que todos la estamos esperando.
La directora Juliani me clavó la mirada, el odio parecía brotarle de los poros. Hasta que se calmó y se fue. A los dos minutos entró el nuevo profesor de literatura. David Westein.
¿Qué demonios le pasaba a mi corazón? Comenzó a latir muy fuerte cuando él entró. Llevaba unos lentes que protegían unos ojos preciosos, era de piel color de la miel y de cabellos castaños, por momentos rubios, de grandes músculos y bello como un ángel. «Tranquila Sophia es un hombre viejo de veintisiete años, tú nunca has sentido nada por ningún hombre, no puede sucederte esto». Necesitaba ir a comprobar si mis glándulas estaban liberando una cantidad excesiva de hormonas.
—Siéntese señorita —me dijo el profesor Westein.
—Lo siento señor mayor, pero estoy experimentando un inconveniente físico.
Él sonrió y estiró la mano indicándome que podía salir. Saqué el teléfono celular de mi cartera y llamé a mi padre.
—Hermoso de mi vida… papi, necesito preguntarte algo...
—Dime princesa…
—Si un profesor muy guapo, pero muy guapo me pone nerviosa y me hace latir el corazón… ¿estoy en riesgo de enamorarme de él?
—No reina. No lo creo. Simplemente te parece atractivo y tu cuerpo reacciona, son cosas normales a tu edad. No debes preocuparte.
—¡Fiuuu! —suspiré— gracias papá, estaba aterrorizada, pensando en que podía llegar a sucederme lo mismo que a todas estas chicas poco finas y sin elegancia que almuerzan hamburguesas de 300 calorías.
—Tú eres Sophia Laurent, nunca serás una chica sin elegancia.
—Eso es obvio papá. Debo volver a clases, nos vemos a la noche.
Regresé al curso enseguida, aliviada por las palabras de mi padre, siquiera había tenido que pasar por la enfermería de la escuela.
—¿Se siente bien? —Me preguntó el profesor.
—Perfectamente, solo deje de ser tan… tan… eso que hace para que a las adolescentes les lata fuerte el corazón, no va a funcionar conmigo.
Me miró sorprendido, como si no entendiera de lo que le hablaba. Se sonrió y continuó con su aburrida clase de literatura.
Sonó el timbre del descanso. Me dirigí sin dudar a la biblioteca que era el lugar preferido de Gastón Rey y allí lo encontré, sentado leyendo idioteces de fracasado.
—Hola…—dije apenas lo divisé. Gastón me miró—. Hola dije… ¿necesito decir algo más?
—Hola belleza ¿cómo la llevas?
—¿Acaso no ves como la llevo? —Señalé mi figura increíble.
—Perfecta… —expresó con las babas que se le caían.
Recorrí mi silueta con el rabillo del ojo.
—Es verdad, lo soy… pasarás a recogerme a las siete.
—A las siete estaré allí.
—No entiendes nada. Serás el primero en salir con Sophia Laurent. Estarás a las 06:50 en la puerta de mi casa. Y otra cosa, si sales conmigo tienes prohibido respirar cerca de otra chica… no vayan a creer que pueden ser competencia para mí —aclaré.
—Acepto.
—Por supuesto que aceptas. ¡Dios! Tengo que explicar todo… —me fui indignada.
—Hasta entonces —se despidió con rostro de idiota o enamorado, lo que prefieran, es lo mismo.
—¡Top! —Dije y me fui.
Las lágrimas brotaban desconsoladas de los ojos de Jessica. Sus amigas Anna y Julieta la observaban entristecidas.
—La muy zorra me quitó a Gastón. ¡Él me dejó… ¡buaaaaaa! —lloraba la chica.
—¿Acaso será porque tú le quitaste a Louis? —Preguntó Anna.
—No pensé que fueran en serio, creí que solo estaba jugando con él…
—Ok… ok, pero esto no puede ser tan malo… dejando de lado que perdiste al chico más apuesto de toda la escuela… —intentó explicar Anna.
—¡Buaaaaa! —continuó llorando Jessica.
—En fin, lo que digo es que, si Sophia Laurent, quien puede tener a cualquier chico que quiera, se fijó en Gastón solo porque tú le robaste a Louis, esto significa que Louis le importa… puede ser que hayamos encontrado su punto débil… —dedujo Anna.
—No lo había pensado así… tengo a Louis conmigo… —El llanto de Jessica se transformó de inmediato en una sonrisa malévola.
—Por ahora… —remarcó Anna acomodando su cabello brillante.
—¿Qué? —Preguntó sorprendida.
—Si ella quisiera recuperarlo ¿crees que él se resistiría? —Expresó con cierta ironía.
—¡Qué mala amiga eres! ¿Por qué me dices eso?
—Digo que debes asegurarte de que Louis no te deje… tienes que darle algo que Sophia no le daría…
—Te refieres a… —tragó saliva— ¿mi virginidad? —Se asustó Jessica.
—No creo que sea necesario tanto, ¿acaso crees que Sophia le dará tan solo un beso?
—Es cierto con un buen beso alcanzará… le voy a meter la lengua hasta el estómago a ese inútil y le voy a demostrar a esta perra quién soy yo…
*
Era la primera vez que había un hombre en mi habitación. Gastón se acercaba a mí mientras que hablaba, estaba sentado justo al borde de mi cama y se iba corriendo con movimientos disimulados para llegar a mí. En un momento comenzó a acercar su boca a la mía con aires de playboy. Olvidando que estaba Sophia Laurent y que lo que funcionaba con las otras retardadas no funcionaría nunca conmigo. Lo primero que se me vino a la mente fue cuestionarme por la marca de crema dental que usaba. Quizás debía preguntarle, supongo que ninguna chica besa a un chico que usa una pasta dental de segunda marca.
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