7. Los libros
8. La belleza
9. Internet y las redes sociales
10. Cómo luce la sabiduría
Agradecimientos
Notas
Índice general
Índice de pasajes bíblicos
UNA ERA INSENSATA
«La sabiduría clama en las calles,
Alza su voz en las plazas;
Clama en los principales lugares de reunión;
En las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones.
¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza,
Y los burladores desearán el burlar,
Y los insensatos aborrecerán la ciencia?».
PROVERBIOS 1:20-22
NUESTRO MUNDO TIENE cada vez más información, pero cada vez menos sabiduría. Más datos, menos claridad; más estímulos, menos síntesis; más distracción, menos calma; más pontificación, menos reflexión; más opinión, menos investigación; más discursos, menos escucha; más para mirar, menos para ver; más diversiones, menos alegría.
Hay más, pero somos menos. Y todos lo sentimos.
Tenemos vértigo por el aluvión que recibimos desde todas las direcciones, todos los días.
Nos sentimos nauseabundos por la naturaleza giratoria de un mundo en constante cambio y siempre inestable descrito en fuentes (a menudo contradictorias y aturdidoras) de noticias fragmentadas y partidistas. Nuestros oídos sangran por el chillido de las multitudes que diariamente atacan nuestros sentidos. Todo el mundo tiene un megáfono, pero nadie tiene un filtro.
Tenemos los ojos fatigados, el cerebro sobrestimulado y el alma cansada. Vivimos en una crisis epistemológica. Es difícil saber si se puede conocer algo de manera confiable. Estamos resignados a una nueva normalidad donde la elección parece ser: confiar en todo o no confiar en nada. O tal vez la elección sea: no confiar en nada o confiar solo en uno mismo, una estrategia aparentemente lógica, pero que, lamentablemente, solo agrava nuestra enfermedad epistemológica.
¿Cómo se puede florecer en un mundo así? ¿Cómo se puede fortalecer la inmunidad y permanecer saludable en medio de un contagio de insensatez cuya propagación no da señales de detenerse? ¿Cómo pueden los cristianos convertirse en depósitos de sabiduría en esta era en la que cada vez más personas enfermas buscarán una cura?
Mejores hábitos para el consumo de información
Este libro propone que necesitamos una mejor dieta de conocimiento y mejores hábitos de consumo de información. Para volvernos sabios en la era de la información, donde las opiniones, los comentarios, las diversiones y las distracciones son abundantes, pero la sabiduría escasea, debemos ser más exigentes con lo que consumimos. Necesitamos una dieta compuesta de fuentes de sabiduría duraderas y confiables en lugar de la información fugaz y poco confiable que nos bombardea hoy; una dieta rica en lo que fomenta la sabiduría y baja en lo que fomenta la insensatez.
Quizás recuerdes de tu infancia la antigua «pirámide nutricional». Publicada por primera vez en Estados Unidos en 1992 por el Departamento de Agricultura, la pirámide nutricional fue diseñada para ayudar a las personas a comprender la insensatez de comer solo papas fritas, gaseosas y dulces, y la sabiduría de comer granos, frutas y verduras. La pirámide nutricional era una excelente guía visual para los hábitos alimentarios saludables, ya que brindaba orientación sobre cuántas porciones de cada grupo de alimentos ayudaban a formar una dieta equilibrada.
Necesitamos algo similar para nuestros hábitos de consumo de información. Necesitamos orientación sobre cómo navegar diariamente por el exceso de información disponible para nosotros, un marco de ordenamiento para navegar por el ruido y el lío de nuestro momento cultural. Necesitamos una «pirámide de la sabiduría».
Sin embargo, antes de ir a la guía práctica de la pirámide para «comer» bien en la era de la información (parte dos de este libro), primero debemos comprender la naturaleza y las fuentes de nuestra enfermedad (parte uno). ¿Cómo llegamos aquí?
La nueva normalidad de la «posverdad»
La pandemia de la COVID-19 de 2020 expuso la gravedad de la crisis epistemológica que enfrentamos en la era digital. A medida que el nuevo virus se propagaba por todo el mundo, los expertos en salud pública y las autoridades gubernamentales ciertamente lucharon por entender la naturaleza del contagio y la mejor manera de contenerlo. Sin embargo, la velocidad con la que se divulga la información, ya sea buena, mala o desagradable, en el mundo actual significó que los datos defectuosos, las predicciones errantes, los análisis escritos de forma apresurada y las recomendaciones contradictorias se difundieran con certeza y rapidez, lo que tuvo como resultado un desastre de información tan peligroso como la enfermedad misma. Independientemente de lo que quisieras creer sobre la pandemia y las restricciones de «quedarse en casa» que los gobiernos impusieron, había artículos, estudios y expertos que podías encontrar en línea para defender tu punto de vista. El resultado fue un cinismo cada vez más intenso y una incertidumbre sobre casi todo.
La COVID-19 no creó estas aterradoras dinámicas de información, pero sí agravó la crisis. En realidad, fue en 2016 cuando el alcance de nuestra crisis epistemológica se hizo evidente. Fue el año en que la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y el «Brexit» en el Reino Unido sorprendieron a los expertos y aceleraron la sensación de que el mundo estaba entrando en una nueva fase impredecible impulsada más por la ira que por la realidad, más por el miedo que por los hechos.
Como resultado, en 2016, el Diccionario de Oxford declaró el vocablo «posverdad» la palabra internacional del año, definido de la siguiente manera: «que relaciona o denota circunstancias en que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las apelaciones a los sentimientos y a las creencias personales».1 La nueva normalidad de la «posverdad» quedó recalcada a principios de 2017 cuando la revista Time planteó la pregunta: «¿La verdad está muerta?» en su portada, diseñada de manera tal que reflejaba una portada de la revista de 50 años antes que planteaba una pregunta más fundacional: «¿Dios está muerto?».2 Estas dos portadas, separadas por medio siglo, cuentan una historia importante. Sin Dios como el estándar supremo de la verdad, lo único que tenemos son «verdades» según como las interpretan los individuos. Cada uno con lo suyo . Tú, haz lo tuyo . No es de extrañar que ahora estemos así de confundidos. Elimina a Dios y eliminarás la verdad.
Nuestra enfermedad mental y espiritual
Hace poco hablé con un grupo de estudiantes universitarios y les hice dos preguntas. La primera: «¿Cuántos de ustedes tienen un teléfono inteligente?». Los cuarenta en el aula levantaron las manos. La segunda: «¿Cuántos de ustedes dirían que su teléfono inteligente los ha hecho mejores, más felices y saludables?». Solo tres levantaron las manos.
La generación Z, o iGen , como la ha llamado la psicóloga Jean Twenge, vive la vida a través de los teléfonos; y no es más feliz. La generación iGen está caracterizada por la presencia constante de pantallas, mensajes de texto y redes sociales y, posteriormente, por el aumento en las tasas de depresión, soledad, ansiedad, insomnio e ideas suicidas.
«No es una exageración decir que iGen está al borde de la peor crisis de salud mental en décadas», escribió Twenge,3 quien reunió una amplia variedad de investigaciones para respaldar esta tesis en su libro de 2017 iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy —and Completely Unprepared for Adulthood— and What That Means for the Rest of Us [iGen: Por qué los niños superconectados de hoy están creciendo menos rebeldes, más tolerantes, menos felices y no están preparados para la adultez, y lo que eso significa para el resto de nosotros]. El título lo dice todo.
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