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Director de la colección: Juli Peretó Coordinación: Soledad Rubio |
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© Fernando Sapiña Navarro, 2006
© De la presente edición:
Càtedra de Divulgació de la Ciència, 2006
www.valencia.edu/cdciencia
cdciencia@uv.es
Publicacions de la Universitat de València, 2006
www.uv.es/publicacions
publicacions@uv.es
Producción editorial: Maite Simón
Diseño del interior y maquetación: Inmaculada Mesa
Corrección: Communico, C.B.
Diseño de la cubierta: Enric Solbes
ISBN: 84-370-6405-8
Realización de ePub: produccioneditorial.com
Para Irene y Encarna
—¿Qué es lo que podrá encontrarse para sustituir al carbón? ¿Puede usted imaginarlo, señor Cyrus? –preguntó Pencroff.
—Sí, más o menos –repuso el ingeniero.
—¿Qué podrá quemarse en vez de carbón?
—El agua –dijo Cyrus Smith
—¿Agua? ¿Agua para calentar las calderas de los vapores y de las locomotoras? ¿Agua para calentar el agua? –dijo Pencroff.
—Cyrus Smith respondió:
—Sí, pero agua descompuesta en sus elementos constitutivos, y descompuesta, sin duda, por la electricidad, que se habrá convertido entonces en una fuerza poderosa y manejable, pues todos los grandes descubrimientos, por una ley inexplicable, parecen concordar y completarse en el mismo momento. Sí, amigos míos, yo creo que el agua será empleada algún día como combustible, que el hidrógeno y el oxígeno que la constituyen, utilizados aislada o simultáneamente, suministrarán una fuente de luz y de calor inagotables, dotada de una intensidad de la que carece la hulla. Algún día, los pañoles de los vapores y los ténderes de las locomotoras irán cargados de esos dos gases comprimidos, que se quemarán en las calderas con una enorme potencia calorífica. Así pues, nada hay que temer. Mientras la tierra esté habitada, dará satisfacción a las necesidades de los habitantes. Éstos nunca carecerán de luz ni de calor, como tampoco de las producciones de los reinos vegetal, mineral y animal. Creo que cuando se agoten los yacimientos de hulla, se obtendrá el calor con el agua. El agua es el carbón del futuro.
—Me gustaría verlo –dijo Pencroff.
—Te has descolgado demasiado pronto para eso, Pencroff –dijo Nab, en su única intervención en la conversación.
JULIO VERNE (1874): La Isla Misteriosa,
Madrid, Alianza Editorial, 1998.
PRESENTACIÓN
De mi primera visita al Museo de las Ciencias de Valencia recuerdo la exposición Detrás del enchufe. En ella se explicaba una serie de fenómenos físicos básicos relacionados con la electricidad. Sin duda, el título de la exposición es atrayente y permite múltiples interpretaciones. Se podría organizar, por ejemplo, una conferencia con el mismo nombre que explicara la generación de electricidad. Un asunto importante, sin duda, el de comprender cómo se obtiene ese portador de energía que permite el funcionamiento de televisores, neveras, equipos de música, etc. Y podría aprovecharse, por qué no, para que la gente supiera que el título de la exposición no tiene sentido para unos 2.000 millones de personas que no tienen acceso a las formas modernas de energía.
El gran reto de la humanidad para el siglo XXI es avanzar hacia un mundo sostenible. En la novena reunión de la Comisión para el Desarrollo Sostenible, celebrada en el año 2001, se trató del papel central que la energía juega en este tema. Esa importancia tiene su origen en que muchos de los objetivos del desarrollo sostenible sólo pueden lograrse si se asegura el acceso de toda esa gente a la electricidad. Y, también, se debe a que la forma actual de producir, distribuir y utilizar la energía no es viable a largo plazo.
Las razones de la inviabilidad del sistema energético actual tienen que ver con que éste depende de los combustibles fósiles. Estas fuentes de energía no son renovables y, por tanto, se están agotando. Además, su uso produce la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, un gas de efecto invernadero. El aumento de las emisiones de estos gases va a provocar un cambio climático, cuyos primeros efectos ya se están sintiendo en la actualidad. Y, finalmente, también se emiten contaminantes que afectan a la salud de las personas.
Es necesario un cambio en el sistema energético. A corto y medio plazo las opciones están bastante claras. Se debe aumentar la eficiencia en el uso de la energía, es decir, utilizar menos energía para obtener el mismo servicio, y se deben utilizar cada vez más las fuentes renovables y limpias de energía. Pero, a largo plazo, es necesario dejar de emplear los combustibles fósiles. Y, probablemente, la única propuesta que se ha hecho de un nuevo sistema energético sostenible que pueda ser viable está basada en la economía del hidrógeno. En la economía actual, los portadores de energía son la electricidad y los combustibles fósiles. En una economía del hidrógeno sostenible, se sustituyen los segundos por hidrógeno, obtenido a partir de fuentes de energía renovables y limpias.
Los problemas que plantea el desarrollo de una economía del hidrógeno de este tipo son múltiples. Así, es necesario desarrollar sistemas baratos de obtención, distribución, almacenamiento y uso eficiente del hidrógeno. Esto no quiere decir que no existan este tipo de tecnologías en la actualidad: el problema es que su coste es muy elevado. Tenemos tecnologías de obtención de electricidad a partir de fuentes de energía renovables. Existen tecnologías que permiten obtener hidrógeno a partir de agua y electricidad. Tenemos formas de almacenar y distribuir el hidrógeno. Y las pilas de combustible convierten de forma muy eficiente el hidrógeno, de nuevo, en electricidad, que puede ser empleada para hacer funcionar un aparato, una máquina o un motor.
La transición desde una economía de los combustibles fósiles a una economía del hidrógeno plantea, además, otro tipo de incertidumbres. Debe planificarse de forma cuidadosa con el fin de hacer que los costes sociales, ambientales y económicos asociados a la misma sean mínimos, y debe asegurar que esas nuevas tecnologías sean accesibles para toda la población mundial. A muy largo plazo, en cualquier caso, las ventajas derivadas de la reducción de la contaminación y de las emisiones de gases de efecto invernadero, de la descentralización del sistema de producción de energía y del aprovechamiento de fuentes de energía locales compensarán todos esos costes.
Todas estas cuestiones, que analizaremos en este libro no son sólo abordadas en conferencias científicas y en distintas organizaciones políticas supranacionales. Aparecen continuamente en los medios de comunicación. Como muestra, aquí tenemos algunos ejemplos. El 14 de agosto de 2004, al abrir el periódico, me encontré con el siguiente titular. «Ozono en el aire: los corredores sufrirán hoy en sus pulmones la contaminación atmosférica». En el cuerpo de la noticia leí que los ciclistas que, ese día, participarán en una prueba en los Juegos Olímpicos de Atenas sufrirían problemas pulmonares debidos a la contaminación. Unos días más tarde, otra noticia llamó mi atención. «La contaminación mata poco a poco: un estudio demuestra que los contaminantes habituales causan miles de muertes al año en Europa». El Sistema de Información Europeo de Contaminación del Aire y la Salud (red APHEIS) presentó un informe sobre los efectos de la contaminación sobre la salud de los habitantes de 26 ciudades. En Madrid, una reducción del 50 % en los niveles de partículas sólidas en suspensión evitaría 260 muertes al año y más de 500 hospitalizaciones. Declaraciones del subdirector general de Salud Ambiental del Ministerio: «El ciudadano debería estar más concienciado. Pide hospitales, pero a lo mejor debería pedir medios alternativos de transporte».
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