Si no escribo mi poema diario,
me parece que me falta algo.
Como monje sin rosario,
estoy muy desolado.
Pues la poesía es mi relicario
y la venero cual ser sagrado.
Sin tener objetivo dinerario,
solo por estar a su lado.
Con el cuerpo agotado
y los brazos muy pesados,
que no alcanzan mi teclado,
apenas llego a escribir algo.
A pesar de ello, sin embargo,
mi poesía hoy la visto de largo,
cual joven que se ha licenciado
y pronto puede irse volando.
Abandonarme a mí de lado
y relucir el propio halo,
su vida buscando
en mundo alado.
El pintor necesita
reflejar lo que ve.
Como un artista,
está su mente
en otra pista.
El actor precisa
hacerte creer
que su vida
en otro ser
reaviva.
Y el poeta con rima
te va a convencer
para que sonrías
al anochecer
a tu chica.
Cuando se me queda
la mente del todo seca,
ninguna idea más entra
porque está muy repleta.
Y espero a que un hueco tenga
donde escribir alguna frase suelta
para componer un verso y tú lo leas
cuando del trabajo a casa vuelvas.
Ese es el único deseo de mi letra:
que tu corazón penetre entera
para que viaje por tus venas
y te alivie las viejas penas.
Fue debajo de ese árbol
donde la luz me esperaba,
cual flecha lanzada con arco
me dio en el centro del alma.
No sé lo que tenía ese rayo
que me cambió la mirada,
ahora lo veo todo blanco
del color de una sábana.
Y sobre mi cabeza brilla un halo
desde la noche hasta el alba,
como el que luce un astro
cuando gira en la nada.
Nubes difuminadas
cual cabellos de ángel
que se dispersan en nada
por el día al amanecer salen.
Sobre el verde monte, blancas
bailan al son que tu andes,
así también ellas danzan
al ritmo que marques.
Como arena en la playa
que leves surcos hace
ahora ahí descansan,
al azul aire yacen.
El sol alumbra en lo alto
y sus brillos llegan al árbol
cuya sombra con suave paso
entra por la ventana a mi lado.
Las hojas vibran entre rayos
con destellos en baile dorado,
una leve brisa mece su costado
que en el mueble queda reflejado.
El cielo a mi casa ha entrado
entre luz y sombra camuflado,
se ha quedado conmigo un rato
mientras yo lo miraba alucinado.
Esa luz te atrae
cual a ave de noche,
lo mismo a ti te hace.
Alumbra el foco del coche
cuando un pájaro sus ojos abre.
Sigue mirándola mientras pase,
pues quien centrado ver ose
tal vez algo nuevo halle,
o quizá se transforme
en chispa salvaje.
La hierba está muy verde
y las hojas amarillas
yacen cual soles.
Todas sobre el césped
quedan esparcidas
hacia el norte.
Y quizás por el este
nacerán algún día
hojas menores.
En olor a santidad
la amarilla luna llena
se oculta entre ramas.
Así de simple es la realidad
cuando la miras de amor plena
y a continuación a la luna llamas.
De nuevo va a salir para admirar
a una mujer hermosa y bella
envuelta entre sábanas.
Pues te quiere mimar
y mostrar la senda
que tú amas.
Cuando cae la noche
todo a tu alrededor brilla,
las luces de bellos colores
en farolas naranjas y amarillas.
Los semáforos desde tu coche
con un destello de maravilla
ves cómo con derroche
emiten luz mágica.
Esto vive quien ose
dejar la aburrida rutina
y al momento se espose
que ahora le ofrece la vida.
Desde la cama oigo cómo el viento azota,
la luz se va y vuelve en la noche rota.
En mi blanca sábana que arropa
busco la seguridad de alcoba.
Rayos y relámpagos por el alto cielo flotan,
después truenos roncando explotan.
La noche de invierno es sorda
al que serenidad implora.
Espero a la mañana, a que salga la aurora,
que me traiga su luz con una aureola
y se vaya la oscura noche sola
cual el romper de una ola.
La cama de margaritas movida por el viento
es como una partitura con música en movimiento.
Ellas vuelan a la derecha e izquierda por seguimiento
del ritmo que les da las ráfagas que llegan con tempo.
El baile blanco y amarillo ya se está moviendo,
tallos se contonean para quien siga viendo
y en el jardín de casa dura un momento,
por eso siempre permanece atento.
La llovizna
cae muy fina
sobre la colina.
Es ducha matutina
que naturaleza anima
y hace que nazca vida.
La hierba la admira
y el árbol suspira
a su amiga.
Yo miro hacia arriba
y la veo como neblina
cayéndome por encima.
Me moja la cara y camisa
recuperando una sonrisa
al gozar de esa brisa
que viene con lluvia
y mi alma reaviva.
El viento silba
pasa por la rendija
de mi blanca ventana.
Viene de arriba
desde la alta cima
de esa verde montaña.
En mi casa se cobija
y a las paredes se arrima
buscando solamente calma.
Así es como se abriga
y un poco de paz mendiga
donde poder reposar su alma.
Los gorriones se asean
con sus alas aletean
o la charca besan.
En el jardín los observas,
cómo la cola menean
y pronto ya vuelan.
Son aves muy pequeñas
que en ciudad pasean
o tus migas esperan.
Quieren que tú los veas
y su compañía seas
la vida entera.
Entre grises nubes
cuando cae la noche
las aves a casa huyen
mientras truenos se oyen.
Ahora árboles las cubren,
porque ya no hay soles
y la tormenta destruye
a todo el que roce.
Pero de día otra vez lucen
sus plumas como flores
y con la aurora surgen
sus bellos colores.
Amanece
y nubes aparecen
rojas que estremecen.
En el aire una brisa las mece
mientras el sol sale por el este,
es probable que su luz te despierte.
Anochece
y rojas desaparecen
las nubes que estremecen.
Pronto en su cama se meten,
pues el viento las lleva al oeste
cuando tú lentamente te duermes.
A la verde planta de mi cocina
se le caen las hojas muertas
y yo las pongo en su tierra.
Ellas de nuevo le dan vida,
iniciando la eterna rueda
que el misterio encierra.
Fuertes suben arriba
y salen hacia fuera
como la hierba.
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