Lo esencial del lenguaje es el decir como mostrar.
El decir es un mostrar.
El lenguaje, que cuando habla dice, cuida que nuestro hablar escuche lo no dicho y corresponda a lo dicho. Así es también el guardar silencio.[45]
Palabras que nos remiten, inevitablemente, al Tractatus de Wittgenstein. Al tratar más adelante estas cuestiones[46] veremos cómo el Heidegger II y el Wittgenstein I se encuentran.
§ 10. El logocentrismo hermenéutico de Gadamer
En Gadamer las posturas logocéntricas no tienen los complejos matices que sí tienen en Heidegger. Por el contrario, su reificación del lenguaje verbal está perfectamente delineada. Casi podría decirse que por momentos este filósofo se desempeña como un auténtico militante a favor de la causa humanista tradicional. Por ejemplo, cuando en su artículo «Hombre y lenguaje» resuenan con gran convicción las palabras de Isócrates citadas al iniciar este capítulo:
Sólo los seres humanos poseen [...] logos que los capacita para informarse mutuamente sobre lo que es útil y lo que es dañino, y también lo que es justo y lo que es injusto [...] nota característica del hombre [es la] superioridad sobre lo actual, un sentido del futuro. [...] Y todo ello, porque el hombre es el único poseedor del logos. [...] Puede hablar, es decir, hacer patente lo no actual mediante su lenguaje, de forma que también otro lo pueda ver. Puede [...] tener conceptos comunes sobre todos aquellos conceptos que posibilitan la convivencia de los hombres sin asesinatos ni homicidios. [...] Todo esto va implícito en el simple enunciado de que el hombre es el ser vivo dotado de lenguaje.[47]
Aquí Gadamer se apoya explícitamente en el Aristóteles de la Política, pero es innegable la presencia del viejo Isócrates en su defensa del logos: «logos no significa sólo pensamiento y lenguaje, sino también concepto y ley». [Ibíd., p. 147] El lenguaje de la palabra es, pues, como la cara externa de la razón: nuestro racionalismo es lingüístico, y no puede ser de otro tipo.
Sin embargo, procura no limitarse a estas afirmaciones humanistas y racionalizantes. Siguiendo a Heidegger, entiende a las palabras como el hábitat del ser humano, y no como una herramienta de su razón:
El lenguaje no es un medio más que la conciencia utiliza para comunicarse con el mundo. [...] Aprender a hablar no significa utilizar un instrumento ya existente [...] significa la adquisición de la familiaridad y conocimiento del mundo mismo tal como nos sale al encuentro. [Ibíd., pp. 147-148] Todo lo humano debemos hacerlo pasar por el lenguaje. [Ibíd., p. 152]
En Verdad y método Gadamer desarrolla ampliamente estas tesis, particularmente en la parte titulada «Viraje ontológico de la hermenéutica bajo la guía del lenguaje». Ya desde la parte en que aborda la noción de “juego”, afirma que tomar en serio un juego implica dejarlo ser, y quien no hace esto lo estropea.[48] Eso significa que el juego es autónomo con respecto al jugador. El juego se juega del mismo modo que en la naturaleza lo que sucede se da, sin ninguna finalidad, intención ni esfuerzo. De manera que «todo jugar es un ser jugado [...] el juego domina al jugador».[Ibíd., pp. 101-102]
En una vena que lo remite tanto al relativismo lingüístico de Humboldt como al idealismo lingüístico de Heidegger, Gadamer hace afirmaciones contundentes que amalgaman ambas vertientes del logocentrismo. Por ejemplo, dice que en una conversación los interlocutores no son quienes conducen el diálogo, sino que éste los conduce a ellos. ¿Por qué? Fundamentalmente, porque «la experiencia del sentido [...] es lingüística», debido a que «el lenguaje es el medio [Medium] en el cual se realiza la comprensión de los interlocutores y su acuerdo sobre las cosas de que hablan». [Ibíd., p. 360. Cursivas de F.Z.][49] Por ello, continúa Gadamer, cuando se aprende una lengua extranjera no se traduce a ella los pensamientos de uno, sino que se aprende a pensar en esa lengua. Traducir, por tanto, no es meramente trasladar palabras de un idioma a otro, sino interpretarlas. De lo cual deriva esta conclusión: la palabra no es un soporte sonoro de la interpretación, sino «el medio (Medium) universal en el que se consuma la comprensión». [Ibíd., p. 366] Y no puede dejar de insistir en una idea central dentro de su pensamiento: en y por el lenguaje se concreta la conciencia del efecto histórico y se manifiesta la tradición. [Ibíd., p. 367] Es decir, gracias a que somos seres vivos dotados de lenguaje discursivo podemos entender cómo la historia ejerce siempre un efecto sobre nosotros, y somos sensibles a las tradiciones de las que provenimos y que siguen vivas en nosotros. En referencia a Isócrates y a Aristóteles, Gadamer subraya cómo el logos otorga a su poseedor exclusivo (el humano) un sentido del futuro, y agrega que también le da un sentido del pasado, en dos de sus dimensiones más profundas: la historia y la tradición. De cualquier modo, el logos parece ejecutar una especie de “liberación” con respecto al presente, y esta liberación es vista como uno de los más confiables signos de acceso a la humanidad o de abandono de la animalidad.
La tradición lingüística, dice Gadamer, se distingue de los monumentos de las artes visuales en que no tiene la misma inmediatez que éstos. Pero ese carácter mediato de la palabra proveniente de la tradición (que se plasma como escritura), en vez de ser un defecto es justamente su mayor virtud: es lo que la convierte en historia: «Por ello nuestro conocimiento de una cultura se mantiene inseguro y fragmentario cuando no tenemos de ella ninguna tradición lingüística, sino sólo monumentos mudos, y no consi-deramos como historia tales informaciones del pasado». [Ibíd., p. 368]
Lo que no pasa por la verbalización no se acepta, pues, como un testimonio válido de la historia. Pero, me pregunto yo, ¿acaso las piedras no hablan a su manera? Un creador escultórico, un artesano o un simple contemplador de las obras de éstos saben que pueden manifestar algo, pero no desde el logos discursivo. Mas el logocentrismo gadameriano impide reconocer esto.
Por último, debo referirme a una cuestión no resuelta satisfactoriamente por Gadamer, y que él mismo plantea así: «¿Cómo es posible comprender una tradición extraña, si estamos relegados al lenguaje que hablamos?» Ésta es una de las consecuencias del relativismo (aun del moderado). Si cada lengua implica una visión del mundo (Weltansicht) única, entonces pasar de una lengua a otra implica traducir una visión del mundo a otra o interpretarla desde otra visión del mundo, que puede ser completamente distinta. Cada lengua sería como una cárcel en la que algunos viven encerrados, condenados a cadena perpetua. La solución de Gadamer me parece francamente idealista, o idealizante: después de decir que, aunque el lenguaje parece incapaz de expresar lo que sentimos, así como de poner en palabras lo que significan las obras de arte, afirma que «ello no cambia en nada la preeminencia fundamental del lenguaje. Su universalidad va al mismo paso que la universalidad de la razón». [Ibíd., pp. 368-369] Y concluye que «la experiencia hermenéutica es el correctivo a través del cual la razón pensante supera el encierro lingüístico, y ella misma se realiza lingüísticamente». [Ibíd., p. 380] Sin embargo, es muy difícil entender cómo la superación del encierro lingüístico se realiza por medios lingüísticos.
Esta respuesta es complementada por el propio Gadamer más adelante. Nuestro ser-en-el-mundo, dice de modo heideggeriano, tiene un carácter originariamente lingüístico. Por ello, tener un mundo y tener un lenguaje son lo mismo. Basándose en que «todas las formas de comunidad humana son formas de comunidad lingüística», llega al resultado de que la lengua en que nos desenvolvemos no es una barrera infranqueable, sino que lleva en sí la posibilidad de ampliarse a otras concepciones del mundo: «En un sentido semejante al de la percepción, se puede hablar de un “perfil lingüístico”, que experimenta el mundo dentro de un conjunto de distintos mundos lingüísticamente constituidos. […] Entre los perfiles de las distintas visiones del mundo, cada uno encierra potencialmente en sí a todos los demás». [Ibíd., p. 424]
Читать дальше