¿Por qué todos queremos vivir en la ciudad?
Antes de pensar en nuestra obsesión por vivir en una ciudad, debemos comenzar por saber a qué nos referimos cuando hablamos del término “ciudad”. ¿Cómo distinguimos una ciudad de un pueblo, una ranchería o un caserío? La respuesta está en el número de personas que viven en ese territorio. En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía e Informática (Inegi) define a la ciudad como un lugar donde viven más de 2 500 personas. Este dato también es utilizado en Estados Unidos para categorizar a una población como ciudad, pero otros países, por ejemplo Japón, sólo considera calificar un lugar como ciudad cuando alberga a 50 000 personas. Todo lo contrario sucede en los países escandinavos, como Suecia y Dinamarca, que consideran que una ciudad es aquella población que cuenta con un mínimo de 500 habitantes. Las poblaciones que están por debajo del umbral de número de habitantes que considera cada país, se categorizan como rurales.
México dejó de ser primordialmente rural a mediados del siglo xx (desde 1950 más de la mitad de los mexicanos viven en alguna ciudad). La cifra ha ido en aumento, y el mismo Inegi indica que para el censo de 2010, 78% de los mexicanos viven en una ciudad, y diez años después el porcentaje aumentó a 80; es decir, somos un país que está por encima de la media en esto de vivir en las ciudades.
La cantidad de mexicanos que viven actualmente en una ciudad es muy similar al promedio de los países de la Unión Europea. Uno pensaría que Japón tendría un porcentaje menor de población viviendo en ciudades, pues el umbral de personas para calificar un espacio como ciudad es mucho más elevado al del resto del mundo, pero la proporción de personas que viven en ciudades en el país del Sol Naciente roza el 90%. Los países con menor proporción de personas que viven en ciudades (sólo 13% de urbanitas) son Burundi en África y Papúa Nueva Guinea en Oceanía.
Para comprender lo rápido que estamos cambiando en el planeta podemos hacer una comparación en el tiempo. Curiosamente ese mismo dato, 13% de personas, era el promedio mundial de habitantes de ciudades apenas en 1950. Si piensa el lector que es una fecha muy antigua, considere que la Segunda Guerra Mundial tenía apenas cinco años de haber terminado y Elvis Presley estaba por llegar a la fama con Love me tender . Sólo 57 años después, en 2007, los cálculos del Banco Mundial indican que la población urbana total cruzó el 50%, y actualmente ese porcentaje alcanzó el 55%. De modo que en siete décadas pasamos de un planeta tan rural como ahora consideramos a Burundi, a uno netamente urbano. Lo que asombra es la velocidad con la que las ciudades han crecido en número y en habitantes, y estremece pensar cómo es que el planeta soporta tantos lugares con tanta gente junta exigiendo agua, energía y alimento todos los días.
Número de personas que viven en ciudades, en diferentes continentes, desde 1990 y proyectado al 2050. El crecimiento urbano más reciente ha sido en África y Asia. Datos de la onu.
La migración del campo a la ciudad en el mundo, desde 1950 y proyectado al 2050. En tan sólo 100 años se invertirá el número de personas que habitaban en el campo y que vivirán en ciudades. Datos obtenidos de la onu.
Pero, ¿cuál es la razón por la que en menos de un siglo hubo un cambio tan radical en las costumbres de la mayoría de los pobladores de la especie humana?, ¿qué ha hecho que las personas con diferentes pasados, culturas, costumbres y aspiraciones opten por la vida urbana?, ¿será algo inherente a nuestra especie o está relacionado con la historia? Es muy difícil tener una respuesta para estas preguntas, en parte porque son varias las circunstancias que nos llevaron a que los humanos decidamos vivir principalmente en las ciudades. Un análisis de la historia de éstas y de las tendencias actuales urbanas nos ayudaría a sentar las bases para comprender este fenómeno.
La historia del crecimiento de las ciudades
Desde hace unos 5 000 años al ser humano se le ocurrió construir ciudades para vivir en ellas. Mesopotamia fue el sitio donde surgieron las primeras aglomeraciones de pobladores, aproximadamente 2 000 años después de que los humanos dejaran de ser nómadas y comenzaran a practicar la agricultura y ganadería sedentaria. Alrededor de las ciudades se fundaron y desarrollaron las grandes civilizaciones como las asiáticas, las europeas y las precolombinas. Todas ellas tuvieron diferentes tiempos de desarrollo urbano y con distintas etapas de crecimiento, debido a circunstancias particulares como guerras, religiones, arquitectura y el propio ecosistema donde se establecieron; pero todas tienen un patrón similar en su relación con la agricultura y la naturaleza.
La agricultura y ganadería sedentaria tuvo muchas ventajas. En primer lugar, las familias que la practicaban lograron producir más de lo que necesitaban para vivir. Una familia que tiene asegurado su futuro inmediato de alimentación tiene dos grandes ventajas: la primera, es que pueden sentarse a pensar después de la faena, sabiendo que comerán al día siguiente; de este modo, la mente humana puede meditar sobre cualquier tema. Los tiempos de reflexión cotidiana promovieron la cultura, la posibilidad de razonar (la filosofía) para explicarse cómo funciona el mundo (la ciencia) y mejorar la producción agrícola con menos esfuerzo (la tecnología). En segundo lugar, las familias que producían más alimento de lo que consumían intercambiaban sus excedentes, lo que llevó a una mayor capacidad de reproducción. Esto les permitió aumentar la variabilidad en la dieta y obtener otro tipo de bienes.
Así es como surgen las ciudades, pues es más práctico vivir aglomerados cuando se cuenta con bienes acumulados para protegerse de ataques externos, tanto de otros grupos de personas como de animales depredadores. También la alta densidad de personas da mayor facilidad para comerciar los productos excedentes. Rápidamente esta primera organización llevó a la especialización de producción dentro de las ciudades, ya que mientras unos cultivaban otros hacían telas para vestir o jarrones para conservar agua. El humano se dio cuenta de que no era práctico llevar a cabo muchas actividades: una persona no puede ser experta en el cultivo, la costura, la alfarería y al mismo tiempo traer agua y reparar el techo de la casa después de una tormenta. Aun cuando una persona pueda hacer todas esas tareas, requiere de más tiempo que aquellas que se especializan en una sola de ellas. De este modo, el territorio de la mayoría de las ciudades que se establecieron eran un mosaico de personas que cultivaban en sus parcelas y otras que se dedicaban a distintas labores.
Plano de México Tenochtitlan, impreso en 1524. Ubicado en las Cartas de relación, escritas por Hernán Cortés al emperador Carlos I de España.
El contacto con la naturaleza se mantuvo en estas ciudades nacientes, pues caminando rumbo a su casa un citadino podía ver al vecino cosechar sus productos y ayudarle, si se llevaban bien. También sufriría si la helada destruyó toda la cosecha en una noche, pues sabía que esto ocasionaría hambruna en la ciudad en las siguientes semanas. Observando, las personas estaban conscientes de que lo que sucedía en sus ecosistemas les afectaba incluso en lo que comerían en el futuro cercano.
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