Teresa Moure - Ostracia

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¿Ostracia? ¿Un lugar, un sentimiento o la voluntad de una gran mujer por no sentirse vencida?
Esta biografía apócrifa de Inessa Armand, activista revolucionaria y amante de Lenin, es un relato sobre el amor, la política, la pasión y el deseo dentro de un contexto histórico irrepetible. A través de sus escritos, cartas, entrevistas a amigos, opiniones del propio Lenin y poemas, vamos conociendo una vida que embauca, cautiva y nos hace viajar a Ostracia, espacio en el que encuentra y transforma la realidad para superarse a sí misma y no dejar de ser mujer, bolchevique, amante, madre, libre y mucho más.
Escritora incansable seduce con las palabras y vive gracias a ellas.

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8

Mi deseo choca con la realidad mil veces al día,

tal vez más.

Si fuese a ser eterna, podría soportar

la tensión.

Pero, siendo tan breve el tiempo que me resta,

pensé que debía cambiar la realidad.

−La ingenuidad, ¡qué linda!−.

Hoy tantos mensajes levemente repetitivos

me aconsejan situarme fuera, en los márgenes

y mirar desde ahí la catástrofe.

El deseo, bien lavado, puede quedar colgado al sol,

con las banderas y sus emblemas revolucionarios.

Pero... malditas sean las cínicas.

Inessa Armand (1914). Cuadernos apócrifos. París.

9

Como feminista bolchevique, Alexandra Kollontai (1872-1952) eclipsó a su contemporánea Inessa Armand (1874-1920), que acaba reducida a mera amante de Lenin. Alexandra Kollontai, que tras el fallecimiento de Inessa, la sucedió en algunas de sus tareas, era, sin duda, la más carismática de las dos, aunque Inessa fuese más fina en la táctica política. En la visión de Kollontai anterior al 17, las feministas formaban parte de una élite privilegiada, a pesar de su falta de derechos políticos, porque al trabajar para la reforma del zarismo y no para la destrucción del sistema, estarían dándole legitimidad. Además, veía una enorme brecha entre la mayoría de las mujeres, empujadas fuera de casa hacia un trabajo a causa de la pobreza, y la minoría que buscaba su realización personal a través de una equitativa participación con los hombres en la fuerza de trabajo y en la trama política. Irónicamente, su posición no tuvo credibilidad ni para las feministas, que tenían serias dudas sobre su sinceridad, ni para sus camaradas socialistas, que sospechaban que estaba abogando por el separatismo de las mujeres trabajadoras. Para Kollontai, el asunto no era sencillo. Probablemente veía a las feministas, incluso estando divididas, como una amenaza para el movimiento de la clase trabajadora donde estaba implicada y en el que creía profundamente. Pero, a pesar de la férrea oposición de sus camaradas socialistas, intentó por todos los medios introducir a las mujeres trabajadoras en la óptica de la lucha de clases haciendo clubes separados para ellas. Podría ser vista como un puente entre socialismo y feminismo.

Várvara Armand. Apuntes para su Biografía de Inessa Armand (inédita).

10

No es que tuviésemos un trato estrecho, una confianza de íntimas amigas. Si estás buscando confidencias, no seré yo quien pueda informarte. Pero eran tiempos de mucha ebullición y ella estaba en el centro de todos los comentarios, así que, incluso no queriéndolo, acababas por saber... y en Moscú nos conocíamos todos. Las familias de origen francés, como la tuya y la mía, al establecerse en Rusia a comienzos del XIX, fueron obligadas a nacionalizarse, pero no teníamos estatus de verdadera ciudadanía; éramos solo “ciudadanos honorarios”, lo que significaba en realidad que éramos gente de segundo grado. Los nobles ni nos miraban, así que nuestro círculo de amistades era más bien reducido. Yo asistía todos los jueves a las reuniones en casa de Mina Gorbunova, que fue la primera mujer a quien escuché, no sin escándalo, llamarse a sí misma feminista. Decían que era una matemática eminente, dedicada a la estadística sobre todo, aunque lógicamente nunca hablábamos de eso, pero lo que sí tengo por seguro es que era una convencida defensora de la cuestión femenina. Nos animaba a todas a fundar escuelas, a informar a otras mujeres. Allí, en su salón, empecé a coincidir con tu madre con regularidad, aunque ya nos conocíamos superficialmente de frecuentar la misma sociedad –ya sabes, los mismos bailes, las mismas tiendas– de solteras. Ella era –estoy hablándote del año 93 o 94–, una joven madre que a veces dejaba Eldigino, donde vivía, cerca de la fábrica de vestimenta militar que había dado fortuna a tu familia, para acercarse en tren a Moscú. Hacían una bonita pareja, ella y tu padre –porque Alexandre era tu padre, probablemente– cuando se dejaban caer por las fiestas de sociedad: ¡ópera, ballet, teatro, de todo cuanto hay! ¡Éramos jóvenes y nos gustaban las salidas y las fiestas...! Pero las diversiones, creo, pasaron a segundo plano cuando Inessa comenzó a frecuentar la tertulia de Mina Gorbunova. Pienso que dejó de salir tanto como hacía antes. Ella era muy temperamental, no sé cómo decir… Digamos que tomaba decisiones impetuosas muy firmemente. Alexandre Evgenevich, tu padre, era miembro de la Zemstvo de la región de Moscú. ¡Bah! Era un cargo que ni sé bien decirte en qué consistía, pero tenía que velar por las cuestiones de educación y salud públicas. Así que Inessa se decidió rápidamente a aplicar las ideas que circulaban por el salón de Mina en su propia casa, contando con esa predisposición filantrópica de tu padre. Recuerdo que primero tuvo que discutir con la familia Armand por eso de establecer una escuela para los hijos de los trabajadores y de los campesinos locales. Imagínate lo que sería… Por entonces se veía como una excentricidad dedicar energías a educar a los criados. Porque en nuestras familias, la servidumbre nunca existió, no sé bien por qué, tal vez porque los abuelos ya habían llegado de Francia con otra mentalidad distinta a la del zarismo. ¡Rusia estaba atrasadísima! Pero, de ahí a poner los criados a estudiar, todavía había un trecho... Lo que Inessa pretendía, con todo, según contaba en el salón, era tener a los niños ocupados para poder dedicarse a las madres. Ella era así: cuando se fijaba un objetivo, buscaba el medio para conseguirlo como fuese. No era que no le importasen los niños, ¿eh?, entiéndeme bien. ¡Si todavía tenía unos pocos meses Alexandre, tu hermano, y ya adoptó a un niño de una familia pobre! Sí, Vladimir, que después traía con ella como un hijo más, todo lindo y con zapatos de hombrecito. Pero le había prendido dentro el fuego de la cuestión femenina. Y como tu padre tenía esa encomienda de observar la región, se empeñó en visitar con él muchas familias pobres. Nunca había visto nada igual, nos contaba, y no me sorprende: cuando empezó el noviazgo con tu padre era aún una niña. Todas éramos muy ingenuas; nada que ver con lo que son ahora las jóvenes... Si te digo la verdad, al principio pensé que estaba jugando... Era siete u ocho años menor que yo, así que podía valorarla con perspectiva. Mira, entonces estaba de moda tener un diario e Inessa nos contó a todas las señoras de las reuniones de Mina que había anotado en el suyo la primera carta que le envió a Alexandre, bajo pretexto de pedirle la dirección de un amigo común para mandarle una invitación. Aprovechó la circunstancia para invitarlo a él también y para explicarle cuánto la había hecho pensar su conversación y todo lo que había hecho desde su visita. Parece todo muy normal, hasta que Inessa nos reveló entre carcajadas que había escrito la carta... ¡la noche siguiente a esa primera visita! ¡Pues sí que aprovechaba las horas ella! Sí, era vehemente, pero también calculadora; no sabría yo determinar qué cualidad predominaba en ella... Digamos, que era por días que se presentaba como pasional o madura. En aquel tiempo tenía algo especial, sin embargo, como si precisase poner su energía en algún sitio y no supiese todavía dónde.

Al poco de nacer tú, Mina consiguió el permiso para fundar la Sociedad Moscovita para mejorar el Destino de las Mujeres y le pidió a tu madre que hiciese de secretaria. Creo que fue en ese momento cuando empezó a ser vigilada por la Okhrana, la policía zarista. Pero lo único que pretendía era obtener fondos para escuelas de mujeres, para libros..., todo bien pedagógico, orientado a un buen fin..., aunque su sueño, siempre insistía, fuese fundar un periódico. Entonces llegó lo de preocuparse tanto con la prostitución y fue ahí cuando se estropeó todo... ¡Ah! ¡Qué difícil de explicar!

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