La mamá de Gabriel y Andrea ha declarado que no estás muy presente porque viajas por todo el mundo, pero que eres un muy buen papá.
Me encantan mis hijos, estoy pendiente de ellos ahora con los medios de comunicación. Cuando tenía 30 años y estaba cantando en La Scala de Milán pagaba hasta cuatro mil dólares al mes de teléfono por no poder ver a mis hijos físicamente ni por video, no existían esos aparatos en los que los pudiera ver en tiempo real, ahora es totalmente diferente.
¿Cuándo descubres que eres tenor?, porque empezaste a estudiar la carrera de Administración de Empresas.
Así es, porque de alguna forma me di cuenta que los números me eran gratos.
¿Ya te gustaba la música?
Totalmente. Ya estudiaba Administración de Empresas en la uam Azcapotzalco y empecé a tomar clases en el Conservatorio Nacional de Música. Tuve el privilegio de conocer el mundo del canto de otra forma, yo no quería ser cantante.
¿No tenías el deseo porque todavía no sabías que tenías ese don?
Me gustaba cantar, pero no sabía que mi voz era especial, o sea, mi voz es la que me hace cantante, es lo que siempre he dicho. Cuando la empiezo a educar y crece, se hace enorme, y veo las posibilidades por primera vez de convertirme en un cantante... y de ópera.
La voz es un instrumento más, tienes que aprender a utilizarlo.
Primero tienes que desarrollar el instrumento, antes de educarlo. Una cosa es emitir sonidos puros y la extensión de tu voz y otra es saber cómo utilizarlo y aplicarlo intelectualmente por el gusto del canto, por el gusto del compositor.
¿Dejaste la carrera de Administración?
La dejé justamente en el séptimo trimestre y seguí en el conservatorio, después me casé, dejé todo, y empecé a trabajar con algo que también ha sido una de mis pasiones: la música popular. Me convierto en cantante popular y sigo tomando clases de ópera.
La ópera era difícil para que pudieras sostener a una familia y dos bebés.
En ese momento sí, y más viendo el pequeño mundo de la ópera en México. Yo no sabía en aquel entonces sobre la cantidad de teatros de ópera que había en el resto del mundo y el panorama enorme que existe para los cantantes mexicanos en el extranjero. Si nos quedamos en México el panorama es muy pequeño, hay muy pocas funciones para peleárselas entre unos cuantos cantantes.
La gente en México no está acostumbrada a escuchar ópera.
Ahora un poco más, gracias a la gran difusión de don Plácido Domingo, Pavarotti y Carreras, en los años 90. Ahí se abre un panorama enorme no solamente para México, sino para el mundo.
¿Qué se siente cantar en La Scala de Milán?
Es una maravilla. Una de las joyas de mi carrera es haber tenido la oportunidad de recibir ovaciones en La Scala de Milán, para mí fue fundamental, pero también lo fue La Fenice de Venecia, El Comunale de Bolonia, la Ópera Estatal de Viena, en Berlín, en todos esos teatros.
¿Qué idiomas hablas? Imagino que tu italiano es perfecto.
Hablo italiano, francés, inglés y español.
¿Y las óperas en alemán, cómo las cantas?
Gracias al maestro Nico Castel. Con él aprendí la fonética en alemán y tomé muchas clases de alemán cuando estuve cantando en Alemania y lo mastico; comprendo poco pero me doy a entender.
Para cantar ópera además debes tener una cultura impresionante.
Esta carrera te obliga, no tienes opción. Debes modificar tu vida intelectualmente. Si te vas a vivir treinta años a países que no son el tuyo requieres aprender el idioma para poder comunicarte. Si vas a estar metido en una producción de dos meses de La traviata , La bohème , Fausto , Romeo y Julieta o Madame Butterfly , requieres comunicarte con tus colegas, con la producción y mostrar tu interés en acercarte a ellos, el inglés es universal y con él me defendí todo el inicio de mi carrera, yo salí de México sin hablarlo, tenía conocimientos pero no era mi idioma.
Tu historia es la cultura del esfuerzo, a los 22 años tienes dos niños, cantas música popular y piensas en destacar.
Tuve la gran suerte de conocer a personajes como don Rafael Baledón y doña Lilia Michel, que fueron mis suegros y un apoyo fundamental en el inicio de mi carrera.
Empiezas tu carrera en una época en la que no se utilizaba tanta ecualización, si funcionabas te quedabas, y si no, no.
Así era. Cuando di el brinco a la ópera, un personaje muy importante, en ese momento mi pareja, Teresa Rodríguez, madre de mis dos hijos menores, fue fundamental también para mi crecimiento como artista y de alguna forma fue vital para mi desarrollo como cantante.
¿Era concertista?
Pianista. Dimos conciertos por muchos lados y seguimos teniendo muy buena relación.
Luego te volviste a casar.
Sí. Y la verdad estoy muy contento, llevo veinte años con mi pareja actual. Es un privilegio poder desarrollarte e ir descubriendo cosas nuevas en el panorama y no quedarte en las cosas negativas; hay que ir sumando en la vida.
Como ser humano eres el resultado de lo que viviste, lo que aprendiste de tus ex parejas, de las personas que te rodearon.
Definitivamente. Mucha gente se queda lamiéndose las heridas, doliéndose de los fracasos, cuando éstos son parte fundamental del éxito, porque es conocimiento, información. El fracaso debes utilizarlo como un escalón para lo que sigue, como dice Beckett: “el éxito es la suma de varios fracasos”.
Ahora regresas a la música popular.
Vale la pena. México es un gran país y estoy convencido de que somos muchos más los buenos que los malos. Hay poquitos malos, muy poderosos, pero creo que los mexicanos tenemos que sumarnos en la conciencia y señalar lo que no está bien y lo que podemos mejorar día con día.
¿Con qué te encuentras cuando vas al extranjero presentando esta música mexicana?
Con la emoción y con el interés de otros países, de otra gente que está ávida de conocer lo nuestro. Te sorprendes de lo mucho que conocen y el nivel de penetración de nuestra música. También la pintura, de todos estos grandes pintores como Diego Rivera, Frida Kahlo, Orozco, Siqueiros, Tamayo, Toledo o nuestros reconocidos poetas, escritores, Octavio Paz, y tantos otros grandes que nos han puesto en alto. México tiene que ser recordado por ellos y no por El Chapo Guzmán, no por los Beltrán Leyva, que son gente que ha aprovechado su oportunidad de desarrollarse de una forma negativa; si ellos supieran el mal que se hacen a ellos mismos y a su tierra, harían otra cosa.
¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?
Han sido muchos. No me quedo con uno solo, el nacimiento de mis hijos ha sido maravilloso, aunque el nacimiento de Andrea, mi hija, fue doloroso porque la conocí quince días después de nacida, estaba yo cantando en El Liceo de Barcelona, supliendo a Pavarotti, una situación complicada, mi hermano se apiadó de mí, le tomó video y yo me fui a comprar una cámara para poderla ver en una pantallita.
Te ha tocado compartir escenario con Pavarotti, con los grandes, pero tú también ya estás en esas ligas.
La verdad Pavarotti era un encanto de persona, lo que tenía de gordo y grandote, lo tenía de linda gente, pero más lo es Plácido Domingo, un tipazo, sencillo, un hombre muy sensible, muy aplicado, un ejemplo a seguir, en todos los aspectos, compartido, generoso. También tuve el privilegio de conocer en un viaje de Viena a Frankfurt a José Carreras. He tenido la dicha de conocer a contemporáneos míos, a artistas con los que he mantenido una amistad muy entrañable como Roberto Alagna, como Angela Gheorghiu, como Anna Netrebko, todos estos artistas que han hablado maravillas de la excelencia del ser humano.
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