No, por supuesto que no. Desde que nos casamos mi marido y yo teníamos clarísimo que queríamos tener una buena vida y una buena vida en pareja, una buena vida en familia y nos permitimos lograrlo. En su momento Álvaro se psicoanalizó, en su momento yo me psicoanalicé, después vinieron las prácticas de meditación, después vino nuestro interés por el budismo, que seguimos fomentando, y es válido que cada quien quiera tener una buena vida. No tiene que ver con el dinero, no tiene que ver con la posición, ni con el reconocimiento, tiene que ver con que tú quieras tener una buena vida y eso implica ser una persona saludable, tener buenos pensamientos.
Y también tener una buena comunicación, porque si bien no trabajan en lo mismo, sí tienen muchos puntos en los que coinciden.
Sí, pero aun cuando tenemos trabajos muy diferentes mi marido y yo, sí tenemos mucha comunicación. La comunicación en una pareja o en un trabajo o en una amistad es fundamental.
¿En la educación de tus hijos, ustedes siempre estuvieron de acuerdo? Ahora ya son dos jóvenes.
Rodrigo desde secundaria se interesaba por la música, todo el tiempo, entonces cuando iba a estudiar preparatoria lo mandamos a un lugar en Estados Unidos para que estudiara música, quiso ir a Berklee y se fue a Berklee; en Idyllwild estudió varios años, si era lo que él quería, por qué no apoyarlo. En el caso de Pablo, quiso estudiar cine, también es un artista plástico, y pues qué maravilla.
Y que sean lo mejor en lo que quieran ser.
No importa si son lo mejor o no, lo importante es que estén haciendo lo que realmente quieren. Mira, yo no creo en una meta, yo creo en el camino que te lleva a donde tú quieres. Tú no quieres ser periodista o no quisiste ser periodista para estar dentro de quince años haciendo no sé qué cosa. Tú quisiste ser periodista por el camino que te estaba llevando a donde querías.
Pero tú eres de metas, ¿ahorita dónde te ves?, ¿quieres seguir trabajando muchos años más?, ¿piensas retirarte algún día?
No sé, trato de no abrumarme con un futuro que puede ser incierto porque igual mañana ya no estoy aquí, ¿qué tal que hoy en la noche me muera?, ¿o al ratito? Soy muy práctica en eso, procuro resolver lo que me pasa en este instante y en este momento y así es la televisión, la televisión tiene que ver con disciplina, con tiempos muy específicos, y en eso estoy.
Te doy la razón, muchas veces estás crucificado viendo qué hiciste en el pasado o viendo hacia el futuro y dejas de vivir tu presente.
No existe el pasado ni el futuro, lo que existe es lo que estamos platicando en este momento, es lo único valioso. Si no lo hiciste ahorita, ya no lo hiciste.
¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?
Éste.
Yo pensé que me ibas a decir que había sido el día que nació Martina, tu nieta.
Ese es uno de muchos. Yo creo que el día más feliz fue cuando Manne y Rodrigo me dijeron: “te trajimos unas fotos, ma”, y era la fotografía del ultrasonido de Martina, ahí pegué un grito, me puse realmente muy feliz y recuerdo que Álvaro comentó: “pero, ¿por qué gritas tanto?, ¿qué tienen las fotos?”, y le dije: “mira lo que tienen las fotos, a tu nieta”.
¿Y cuál es el día más triste?
Definitivamente cuando se murieron mis papás.
Completa esta frase, Pati Chapoy es …
¡Ay! ¿Qué te puedo decir? Pues, una mujer, nada más.
Antonio Chedraui
Ex Arzobispo de la Iglesia Ortodoxa de México
El poder que trasciende la Fe
Cuando llega a México en los 60, había ortodoxos aquí, pero no tenían una Iglesia como tal y se empiezan a mezclar y entran a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, ¿cómo funda usted y cómo empieza a recuperar la Iglesia Ortodoxa?
Nosotros teníamos una iglesia cuando yo llegué, que era la Catedral de San Jorge, en la colonia Roma, en la calle de Tuxpan 30, construida en 1944. Llegué a México en 1966 y la comunidad ortodoxa fue la primera que empezó la construcción de su templo y después de su centro cultural. Cuando nosotros construimos nadie lo había hecho. Antes nos regalaron una iglesia que está donde se ubicaba Policía y Tránsito, junto a 20 de Noviembre, la arreglamos y todo, después llegó la Iglesia Romana, había mucho fanatismo, y nos la quitaron.
Fernando de la Mora
Tenor
El éxito es la suma de varios fracasos
Pocos días antes de que nacieras, tu padre fallece, tu mamá queda viuda con dos hijitos.
Sí, una gran tragedia. Fue un momento muy difícil para mi familia, pero contrario a lo que la gente pudiera pensar, la vida de mis hermanos y mía fue una maravilla porque nuestras familias se volcaron para atendernos, amarnos, darnos educación, una calidad de vida verdaderamente notable. Yo agradezco el amor de mi abuelo, de mis tíos, de mi madre, de mi nana, de la gente que me rodeó. Nacimos en una tragedia, éramos muy pequeños para entenderlo, pero sí nos dimos cuenta del amor de la familia. Doy gracias por la infancia, la adolescencia y las oportunidades que tuve. Tomé muchas buenas y malas decisiones: las malas se convirtieron en las mejores porque aprendí de ellas y he podido resolver situaciones que en cierto momento no fueron muy favorables.
Has declarado que nunca te hizo falta la figura paterna porque ahí estaba tu abuelo.
Definitivamente. Mi abuelo es el ser humano más maravilloso con el que me topé. Desgraciadamente desaparece de mi vida cuando tengo 32 años, un momento difícil porque justo ese día hago mi debut en La Scala de Milán…
No pudiste regresar a México.
No. Volví varios meses después, ver a mi abuela fue difícil; ya no encontrarlo, peor. Aunque nadie es eterno y todos sabemos que vamos a morir, no lo tenemos asimilado, la educación que recibimos es que la muerte es como un enemigo, un pasaje tétrico, sórdido.
Es algo de lo que nadie nos vamos a librar...
Porque no lo vemos como algo natural, no lo vemos como la gran oportunidad de cambiar de traje o de trascender. Nadie sabe qué viene después, pero lo que sí tenemos cierto es lo que podemos lograr en este momento que estamos aquí. Hicimos una rueda de prensa de la Fundación Comparte Vida, invitando a la gente a la cultura de la donación, a la importancia de dar, de compartir y eso yo creo que es parte fundamental, creo que puede ser la razón de vida de mucha gente.
¿Cómo fueron tus primeros años de escuela?
Como los de cualquier otra gente. Fui inquieto, querido y apapachado, caprichoso en cierto momento, también un alumno difícil en la escuela, me costaba trabajo concentrarme, tenía problemas de atención, ese síndrome que en aquel momento se llamaba “flojo”.
He entrevistado a mucha gente que me dice: “la escuela en la que estaba no me entendía”; la escuela debe de encauzar.
Siento que la docencia ha avanzado enormemente, los alumnos con ese síndrome pueden mejorar con atención y medicamentos.
Has dicho que tuviste errores y aciertos. ¿Cuáles fueron los errores de adolescencia?
Haberme casado tan joven.
A los 22 años.
Fue realmente una osadía, pero ese error fue maravilloso. Los dos fuimos muy osados, pero ese cariño era genuino. De esa pasión surgieron Fernando y Rodrigo, mis hijos, fundamentales en mi historia, cambiaron mi vida y me permitieron crecer como ser humano. Fueron el incentivo para evolucionar. Son mis amores más antiguos, porque después volví a casarme. Vuelvo a tener dos hijos maravillosos, que también cambian mi vida: Gabriel y Andrea.
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