El valle del río Cimitarra es una región que se circunscribe a la influencia de las más diversas problemáticas propias del Magdalena Medio relacionadas con la represión a la protesta social y las luchas de los múltiples movimientos sociales que allí confluyen, donde el circuito Yondó, Cantagallo, San Pablo, Remedios y Segovia es epicentro de disputa permanente por parte de los actores armados ilegales, ante la ausencia del Estado. En efecto, la región del Magdalena Medio es uno de los espacios geográficos y sociales del territorio colombiano donde convergen el conflicto armado y otros procesos históricos que le son afines, se trata de una región determinada también por el conflicto agrario y su violenta intensidad en las zonas de colonización, desplazamiento y recolonización. Aunque no sea oficialmente una unidad territorial político-administrativa, esta región12 comprende a los municipios ribereños del río Magdalena, desde La Dorada (Caldas) y Puerto Salgar (Cundinamarca) al sur; hasta Gamarra al norte, en el departamento del Cesar (Alonso, 1992). Vale la pena reiterar que este espacio histórico-cultural se definió al margen del Estado por quienes intentaron controlar sus recursos naturales, y que es vista por el Estado como un espacio de otredad, periférico, marginal y de frontera (Alonso, 1992).
Ahora bien, en la memoria colectiva de los campesinos el Magdalena Medio ha quedado marcado por la coexistencia de diversos actores, desde empresas petroleras, madereras, ganaderos y palmeros, hasta trabajadores dedicados a la actividad minera o migrantes temporales o definitivos relacionados con los cultivos de coca. Esto ha generado flujos de entrada y salida de gentes, creación de circuitos comerciales y vías de acceso a la zona. Así, las tierras de colonización se convirtieron en foco de disputa por la tierra y de tensiones sociales, políticas y económicas presentes en todos los actores de la región. Uno de los campesinos retrata esta situación al referirse a la dinámica de las empresas petroleras y la explotación de madera:
… lo que yo quiero contarle es que en ese entonces había dificultades: no había vías, no entraba sino un ramal de carretera que había hecho la Shell-Cóndor, que fue la empresa que vino a explorar petróleo en lo que hoy es el territorio de Yondó [...] entonces esa disputa era como una disputa también territorial [...] pero cuando ya nosotros empezamos la creación del municipio de Yondó (1979), ahí ya los intereses eran por el hidrocarburo; entonces de Ecopetrol empiezan a traer concesionarias, a seguir explorando petróleo, pero en la colonización estábamos por el interés de las maderas y el aporte que hacíamos era la agricultura, con el arroz, pero entonces ahí ya empezó a trabajase sobre la pequeña ganadería (León, D. Entrevista 4 con líder de la ACVC. 5 de septiembre, 2017).
Entre los árboles de mayor renombre y más buscados para la madera figuraban el abarco, guayacán, ceiba amarilla, ceiba tolúa, canelo, caracolí y perillo, entre otros. Algunas de estas especies nativas fueron explotadas para obras de infraestructura en el ámbito nacional o llevadas rumbo a los puertos del Caribe y comercializadas para diversos usos:
Mi primo había llegado aquí a este territorio; venía del Carare más bien como detrás de las maderas. Él trabajaba con madera; cortando madera, cuando eso el aserrío era el serrucho; una pareja cortaba los árboles, los entablaban y los volvían bloques a puro serrucho, no había motosierra. Al primo lo habilitaba un señor Fermín, no recuerdo el apellido del señor en ese entonces, ¿ese señor qué hacía? Tenía un negocio de contratar muchas parejas de aserradores, aparte de lo que cortaban a serrucho en el Carare tenía una contrata de polines para el ferrocarril, que eso sí los trozaban y los labraban era a pura hacha; pero, más que todo, cuando el primo mío vino aquí a esta tierra fue con la misión de venir a cortar abarco, coco abarco, que es una madera muy especial que aquí ya está extinguida. Tiempo después apareció una empresa que venía de Barranquilla, y sacaban la madera, porque ya se usaban las motosierras y las usaban para tumbar el árbol y descogollarlo, después lo tiraban al río [...] río abajo lo llevaban a Barranquilla, y allá con una máquina los soltaban y los limpiaban y los echaban pa´ otro país (León, D. Entrevista 4 con líder de la ACVC. 5 de septiembre, 2017).
Para ese entonces, algunos colonos llegaban río abajo o río arriba, otros por las carreteras y trochas construidas por las empresas petroleras o siguiendo a los mineros y aserradores; o viceversa, los mineros y aserradores siguiendo a los colonos. Algunos mineros en busca de oro descendían de Remedios y lograban cruzar hasta Yondó, Barrancabermeja y San Pablo. Los aserradores compraban madera; con ello, los colonos podían «hacer una finquita», o lo que llaman «un fundo». Este poblamiento tuvo como soporte una gran biodiversidad de flora, fauna y gran cantidad de ciénegas y afluentes fluviales, un paisaje hídrico que le da a sus pobladores una identidad ribereña:
… en la propia selva entonces teníamos la guagua, los cafuches, los micos, el pescado en los caños, ¡muy rico el pescado! [...] el guti, el conejo, el ñeque que llamamos y las aves, el pajuil, la pava, la gallineta [...] Había mucha abundancia, por carne no se sufría. Usted tenía su anzuelo e iba y lo tiraba y venga pa acá: usted en media hora se cogía 10 doradas, doncellas, blanquillos, ¿pa qué más? [...] cuando eso había mucho pescado en el río, ahorita no hay tanto por la minería, un almuerzo era arroz, yuca, plátano cocinado y pescado o carne de monte [...] siempre la comida gracias a Dios nunca nos ha faltado (León, D. Entrevista 1 con lideresa de la ACVC. 25 de agosto, 2017).
Los ríos Ité y Tamar, que desembocan en el río Cimitarra e integran la cuenca media del río Magdalena, han sido fundamentales en la construcción del territorio campesino. En sus cuencas, además de los paisajes, geoformas, coberturas y la gran biodiversidad, se han formado comunidades campesinas cuyos modos de vida y visión sobre el territorio han cambiado al ritmo de las dinámicas de aprovechamiento de los ecosistemas y de las relaciones con otros actores. En contraste con la explotación petrolera, la extracción ilegal de oro y el cercado y apropiación de los espacios del agua por parte de ganaderos y palmeros, los colonos han construido una identidad campesina en estrecha relación con uno de los pocos reductos ecosistémicos que quedan en la región.
Figura 1.1. Mapa del valle del río Cimitarra. Tomado de Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Asociación Campesina del valle del río Cimitarra (2014).
Precisamente el contacto de los colonos con los baldíos permitió identificar tres zonas de producción: sectores fértiles, semifértiles y estériles. En las partes más fértiles, quienes sabían sembrar frijol, maíz y plátano conseguían tener animales de cría como gallinas y cerdos. En las partes semifértiles, que se inundaban entre abril-mayo y agosto-noviembre, se implementó el cultivo de arroz. Finalmente, en las zonas con poco material orgánico abundaban los cultivos de yuca o pequeños descubiertos para la cría de ganado. Asimismo, a lo largo del río, al lado de los cultivos de plátano y yuca estaban los tejedores de atarrayas y pescadores. De esta forma, se fueron integrando distintas costumbres entre los agricultores: unos sabían pescar y salar el pescado, otros preparaban mazamorra y conservaban la grasa de los cerdos o «entrojaban» (guardaban) el arroz, tal como lo explicó uno de los colonos:
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