Según esto, todo conocimiento conlleva una actitud moral, toda explicación del mundo una toma de postura, una auto-definición, el yo será, por tanto, otro de los puntos neurálgicos de este trabajo. Creo que renunciar a ese concepto supondría un considerable retroceso en nuestra comprensión de la vida del hombre. Aunque ciertamente hoy en día sea necesario redefinirlo y resituarlo, lo considero uno de los grandes hallazgos del pensamiento occidental. El yo, que es una forma de nombrar la identidad, unido a la idea de autenticidad, de desarrollo personal, es ya inseparable de nuestra tradición occidental y, en mi opinión, un hallazgo de incalculable valor.13
Para terminar, quiero llamar la atención sobre un aspecto importante que podría considerarse una omisión o un olvido en mi planteamiento. Y de hecho lo era, hasta que mis otros ojos, los de Tatiana Aguilar-Álvarez,14 me lo hicieron ver: la lectura de este trabajo puede dejar la impresión de que el desarrollo del hombre, que aquí buscamos, sólo se alcanza mediante el esfuerzo intelectual. Nada más lejos de la realidad. Ciertamente éste es un trabajo de filosofía, pero la filosofía es sólo una de las formas posibles de conocimiento. La moral consiste o desemboca en la definición de un orden (que de momento, y de manera un poco banal, podemos describir como el diferenciar, en cada situación, qué es importante y qué no). La filosofía es un camino para alcanzar este conocimiento mediante el esfuerzo intelectual, pero también hay otros. Desde mi punto de vista, la bondad es uno de ellos, pues no es otra cosa que la intuición de este orden, es otra forma de inteligencia, es la capacidad de establecer en cada momento las relaciones correctas y, por tanto, de tomar las decisiones adecuadas. Esto es posible porque, como ya hemos dicho, todo verdadero conocimiento es un conocimiento de lo individual y concreto. La bondad es algo difícil de definir y no es además la meta de este pequeño trabajo –que se propone algo muy humilde: corregir la mirada, averiguar cual es la dirección correcta del pensamiento que busca clarificar el actuar y dirigirlo–, sin embargo creo que hay una característica fundamental sin la cual no puede entenderse su esencia y que, por otra parte, la une al verdadero esfuerzo intelectual y explica cómo pueden llegar al mismo sitio: la bondad parte de una profunda honradez con uno mismo, tal vez sólo sea eso: una profunda honradez que hace posible mirar limpiamente y reconocer el orden correcto. A su vez, el esfuerzo intelectual sólo es veraz cuando es honrado.
La bondad se acerca a la verdadera filosofía también por su forma. A veces pensamos que el éxito de este esfuerzo depende de una portentosa inteligencia, lo que significa estar especialmente dotado para algo. Sin embargo la inteligencia tiene más que ver con el equilibrio de nuestras capacidades en la comprensión de lo que nos rodea, que con el extremo desarrollo de una de ellas.15 Tiene que ver con el establecimiento de las relaciones correctas también entre nuestras capacidades. Parece que el concepto de armonía de la filosofía griega era francamente certero.
En resumen: podemos decir que una “persona buena”, como una “persona inteligente”, es la que sabe vivir o sabe vivir bien, que es lo mismo. Desde Maquiavelo, se ha institucionalizado la absurda teoría de que la bondad no es otra cosa que estupidez o debilidad, pero eso no es sino una de las muchas perversiones de la Modernidad. La bondad es una forma de la inteligencia y probablemente la más segura, pues el camino de la bondad no está tan lleno de dudas como el de la ciencia, como lo describe maravillosamente Santiago Ramón y Cajal16:
Te consideras deprimido y humillado porque reconoces, con pena, que para producir poco necesitas esforzarte mucho. Pero, con ligeras diferencias, a todos les ocurrió lo mismo en sus conocimientos. No te desilusiones, sin embargo, y labora con ahínco. Alumbra primero, aunque sea dolorosamente, la vena de la primera nueva verdad, que ella labrará después, espontáneamente, el cauce por donde otros hechos fluyan rauda y abundantemente.
Notas
1)Teresa Aizpún, Kierkegaards Begriff der Ausnahme. Der Geist als Liebe.
2)Hablar de desarrollo espiritual, no tiene relación directa con la religión. La espiritualidad es, a mi entender, la capacidad de experimentarse y entenderse como ser individual integrado en una totalidad, la entendamos como la entendamos. La espiritualidad es la experiencia de esa totalidad en nosotros.
3)Marta González Orbegozo, fue conservadora-Jefe de Exposiciones Temporales del Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía, desde 1990 hasta febrero del 2006.
4)Para Ilya Prigogine (Premio Nobel de química en 1977) la creatividad se da incluso en la materia que acostumbramos a llamar inerte: “podemos desde ahora esperar la matematización de las condiciones de innovación, modelizar de algún modo los factores que hacen posible la creatividad [...] porque la creación ya no nos parece el máximo atributo del hombre, sino una dimensión de la propia naturaleza” (Ilya, Prigogine, ¿Tan sólo una ilusión? Una exploración del caos al orden, Tusquets, Metatemas, Barcelona, 2004, p. 84).
5)Cfr. Wolfgang Pauli, “Ciencia y pensamiento occidental” en: Escritos sobre física y filosofía, pp. 169-183.
6)Gilbert K. Chesterton, San Francisco de Asís. Santo Tomás de Aquino, p. 66.
7)W. Pauli, p. 171.
8)La llamada verdad práctica consiste en el esclarecimiento, mediante la acción, de un camino o punto de vista. Según Aristóteles, la verdad práctica es la verdad de la acción que, en cierto modo, se descubre actuando (Cfr. Aristóteles, Ética Nicomaquea cap. VI).
9)Esta intuición no sólo dirige nuestros pasos, sino que nos proporciona la certeza de estar en la buena dirección, o de haber alcanzado una meta, aunque ésta sea siempre sólo un tramo del camino. El hombre tiene que ser capaz de reconocer aquello que le conviene, de lo contrario toda búsqueda estaría abocada al fracaso. El reconocer lo que uno busca, el saber que está en el buen camino, no es fácil de explicar si pensamos que justamente lo que uno busca, lo busca porque no lo conoce. Intentar dar una explicación a este fenómeno le hace pensar a Platón que en el fondo ya conocíamos aquello que buscamos, puesto que lo habíamos visto antes en el mundo de las ideas y, por eso, conocer se explica para él como “re-conocer”.
10)Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber, p. 62. Metodológicamente, la respuesta no está, por tanto, en aplicar leyes universales al individuo, sino en el conocimiento de la universalidad a partir de la comprensión real y profunda de lo concreto.
11)Cfr. Emmanuel Lévinas, Totalidad e Infinito, p. 55.
12)Cfr. Jose Antonio Marina, La selva del lenguaje. Introducción a un diccionario de los sentimientos, p. 75.
13)Cfr. Christa Bürger y Peter Bürger, La desaparición del sujeto. Una historia de la subjetividad de Montaigne a Blanchot; cfr. también Charles Taylor, Las fuentes del yo.
14)Tatiana Aguilar-Álvarez, doctora en letras hispánicas por El Colegio de México. Investigadora adscrita al Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, y docente del Colegio de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras.
15)El caso de los “idiots savants” es muy ilustrativo al respecto. (Cfr. “Prodigios”, en Sacks Oliver, Un antropólogo en Marte, pp. 235-301.
16)“Charlas de café”, p. 500, cit. En: Gutiérrez Zuloaga, Ramón y Cajal. Consejos sobre educación, enseñanza e investigación, p. 216, UCM, dep. De Teoría e Historia de la Educación (internet).
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