En la Biblia, hay otra historia sobre cinco vírgenes que fueron responsables con su provisión de aceite y, gracias a ello, cuando vino el esposo estuvieron preparadas para entrar a las bodas a tiempo. Luego de que todos entraron, la puerta se cerró y ya no hubo más oportunidad para los que llegaran tarde. ¡Ojalá tú y yo estemos entre los “puntuales” que estén preparados cuando él regrese! Gabriela
14 de marzo
“En la primavera, que era la época en que los reyes salían de campaña... David se quedó en Jerusalén” (2 Samuel 11:1).
Me imagino cómo se preparaban mentalmente los soldados cuando llegaba la época de estar fuera de casa. ¡Ya sabían lo que se esperaba de ellos! Sabían que era su deber cuidar de su pueblo. Sabían también que podían contar con su rey.
Sin dudas, no había otro como David. Era tan valiente que se habían compuesto cantos acerca de él. Y, por si fuera poco, era apuesto, consagrado, y encima ¡músico y poeta! Cuando estaban en el campo de batalla, los soldados seguramente miraban hacia donde estaba su erguido monarca y renovaban su coraje. Además, me imagino que David aprovechaba a inspirar a los soldados con cantos. ¡Qué gran rey! Era un honor luchar a su lado.
Ese año, sin embargo, todo cambió. El rey decidió quedarse en casa. ¿Crees que David sabía que sus soldados lo necesitaban? ¿Piensas que él conocía su responsabilidades? Yo creo que sí. Pero decidió enviar a Joab, y él se quedó. ¡No me preguntes haciendo qué! Pero seguramente nada muy útil, pues la Biblia dice que “una tarde, al levantarse David de la cama”, comenzó a pasearse.
La historia que continúa es muy triste. David, en sus paseos, comenzó a mirar lo que no debía. En este caso, la esposa de su vecino Urías. Una cosa llevó a la otra... y, al tiempo, David no solo había tomado una esposa que no le pertenecía, sino que había mandado matar a su esposo, un fiel soldado que sí había estado todo el tiempo en su puesto del deber.
Hay un dicho que ni siquiera quiero escribir completo, pero imagino que tú lo sabes: “Mente desocupada...” ¿Cómo continúa? No hay duda, cuando no estamos cumpliendo con nuestro deber, cuando no estamos haciendo lo que tenemos que hacer, las probabilidades de que el enemigo de lo bueno tome control de nuestros pensamientos y acciones ¡aumenta mucho!
Quizá David pensó que necesitaba “un descansito”. Quizá tú puedas pensar, a veces, que tienes demasiadas obligaciones y que, en algunos momentos, no tienes que hacer todo lo que te piden tus padres o maestros. Cuando te sientas inclinado a pensar así, recuerda a David, su irresponsabilidad, y las consecuencias que esa falta de responsabilidad causaron. Honra a Dios donde estés. Cinthya
15 de marzo
“Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta” (Proverbios 20:11).
¿Te has preguntado alguna vez qué pasaría si el chofer que maneja tu ómnibus pasase un semáforo en rojo? ¿O si tu médico pediatra se equivocara de medicamento y te recetara un antibiótico de adulto? Por supuesto, ¡esto no pasa! Estos son ejemplos de cosas cotidianas que damos por sentado que deben hacerse bien, pues las llevan a cabo personas responsables. ¿Cuándo aprendieron a serlo?
A medida que crecemos vamos asumiendo pequeñas responsabilidades que nos preparan para otras mayores. ¿Recuerdas cuando hiciste la cama por primera vez? ¿Y cuando mami te pidió que lavaras los platos? Fuimos aprendiendo que esas tareas estaban relacionadas con los demás. Alexandra y Elizabeth tienen una perrita y cada viernes de tarde la bañan, peinan y secan su abundante pelito. Sebastián y Valeria baten huevos y los mezclan con harina para hacer la pastafrola de sábado. En familia, cuando trabajamos en equipo, todos hacen la parte que les toca, especialmente para recibir el día del Señor.
El planeta también necesita habitantes responsables. Hace algún tiempo en Florida, Estados Unidos, todos los habitantes de un pueblo debieron abandonar sus casas, pues estas comenzaron a hundirse. Acudieron geólogos e ingenieros y descubrieron que durante mucho tiempo se había extraído agua de una napa subterránea hasta que se vació y ese espacio se hundió. Un acto irresponsable que afectó a todos.
Pero también podemos tener actitudes responsables. Cepillarme los dientes antes de dormir sin que nadie tenga que recordármelo es una actitud responsable. Organizar mi tiempo para terminar mis tareas o dejar la ropa doblada son manera de colaborar responsablemente para hacer felices a los miembros de mi familia. Ellos pueden confiar en nosotros pues cumplimos nuestros deberes con responsabilidad.
Una conducta responsable es premiada con el respeto de quienes nos rodean y con la propia satisfacción del deber cumplido. Las personas responsables no sienten que cumplir con sus obligaciones sea una carga, porque están convencidas de que es lo que les corresponde. ¡Seamos responsables! Mirta
16 de marzo
Difícil, pero sorprendente
“Su señor le respondió: ¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mateo 25:23, NVI).
Tenía 17 años y a su corta edad le tocó vivir una de las experiencias más difíciles y sorprendentes de su vida. Su padre lo amaba mucho, y los regalos que le hacía despertaron envidia en sus hermanos, quienes lo vendieron. En un abrir y cerrar de ojos pasó de ser el hijo mimado a un esclavo cualquiera.
Mientras viajaba al país de su destierro, José se acordó de las enseñanzas de sus padres y, en vez de amargarse la vida, tomó la decisión de ser fiel a Dios. Al llegar a Egipto fue vendido al jefe de la guardia real, quien, al ver cuán responsable era, lo puso a cargo de todas las cosas de su casa.
Un día apareció una mujer que quiso tentarlo, pero José había asumido la responsabilidad de no traicionar la confianza de su amo y mucho menos la de su Dios. Su tentadora, al no lograr su objetivo, se vengó acusándolo de un crimen que no había cometido, y lo hizo encerrar en la cárcel. A pesar de eso, José se mantuvo fiel, y en la oscura celda se ganó la confianza del carcelero, quien le dio la responsabilidad del cuidado de todos los presos.
José siempre hacía más de lo que le pedían. Un día vio tristes a dos de los presos y se acercó para ayudarlos. El copero y el panadero del rey le contaron los sueños que los perturbaban, y José les hizo saber que Dios podía interpretarlos. Todo sucedió tal como él predijo y el copero volvió a servir al rey.
Dos años después, el rey tuvo un sueño extraño que nadie podía interpretar. ¿Quién crees que se acordó de José? ¡Así es! Por fin el copero se acordó de José y le contó su historia al rey, quien mandó que lo trajeran enseguida. Cuando el rey escuchó la interpretación del sueño y lo que debía hacer, no le quedó la menor duda de que José era el único que podría encargarse de cumplir esa gran responsabilidad. Entonces, ¡ocurrió lo sorprendente! En un abrir y cerrar de ojos pasó de ser un esclavo cualquiera a ser el gobernador del país más poderoso de ese tiempo.
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