“Over the thirty years since the idea of a parametrized UG was first proposed, there has been a steady move away from the original conception of a small number of highly abstract parameters with the proliferating effects to a view of parameters as more local in their effects (see Kayne 2005).” (Roberts 2014:181)
La tendencia a subdividir los parámetros en unidades cada vez más pequeñas, evidentemente, se registró también en la investigación de segundas lenguas. En este contexto, Lardiere (2009) resume que, aunque se empezó con muy pocas categorías funcionales (como C, T y D, cf. Chomsky 1995), estas subsecuentemente fueron subdivididas en más, resultando en una aparición de múltiples micro-parámetros (Kayne 2005, Uriagereka 2007) que para la investigación empírica se mostraron escasamente útiles (Lardiere 2009: 177). Ha habido, por consiguiente, varios intentos de volver a enfocar la idea general de encontrar parámetros grandes con un fuerte efecto en el proceso de adquisición. La discusión sobre la importancia de estos macroparámetros frente a los más recientes microparámetros resultó esencial, no solamente en la descripción lingüística, sino también para los estudios de adquisición. No obstante, Domínguez (2014) advierte que lo que en los estudios sobre la diacronía puede mostrarse como una teoría adecuada no necesariamente lo es también para estudios acerca de la adquisición. La diferencia entre los dos enfoques yace en el lugar donde se genera la variación lingüística:
“Macroparameters seem better suited to account for big trends across E-languages (differences from the top down) than to capture the essence of variation in I-language in the Minimalist framework, which considers looking at variation from the bottom up.” (Domínguez 2014: 2)
La mayor ventaja de los planteamientos acerca de los macroparámetros consiste en su manejabilidad práctica, y, por lo tanto, contribuye más a la adecuación explicativa. Roberts (2014) concluye que el actual desarrollo de la teoría se aleja demasiado de estas ideas originales, y no cumple con las generalizaciones pretendidas. Un resultado de la formulación de más y más microparámetros lleva a un número hiperastronómico 3 de gramáticas posibles.
Ante este fondo, los planteamientos del cierre de la GU (→2.2) pueden criticarse en el sentido de que estas posturas sufren un problema de falsabilidad. Los datos obtenidos de la interlengua de hablantes de una L2 no revelan directamente la representación gramatical subyacente a ella, y una comparación con el sistema nativo resulta difícil dado que las teorías tampoco resultan consolidadas. White (2003: 113) concluye que, como la evidencia de la existencia de parámetros en la adquisición de la L1 no sea comprobada, una ausencia en la adquisición de la L2 de los mismos no comprueba una diferencia fundamental entre los dos procesos.
Siguiendo esta línea de investigación, Tsimpli (2014) propone modificar la idea de la Borer-Chomsky Conjecture (véase arriba) debido al hecho de que la variación puede depender de cuatro factores: los macroparámetros que definen un marco dentro del cual la variación es posible, los microparámetros que representan los elementos que caracterizan la variación concreta en áreas específicas, y dos interfaces que conectan la gramática con otros componentes de la lengua: la semántica por un lado, y la pragmática por el otro (Tsimpli 2014: 285; véase detalles en →2.3). Según Tsimpli, estos cuatro factores definen la secuencia de la adquisición de la L1: todos los hablantes, independientemente de si crecen con una o dos lenguas, primero adquieren los fenómenos de macroparámetros. Estos conciernen a la sintaxis y a la gramática de la lengua misma, y representan elementos formales del aparato sintáctico que subyace la gramática, resumidos por el término Sintaxis Estrecha 4 (o Narrow Syntax , según Chomsky 1995). Un ejemplo aquí es la diferenciación entre lenguas OV y VO5, y entre lenguas con y sin el rasgo V26.
Después, se adquieren aquellos fenómenos conectados con la variación microparamétrica (como distintas posibilidades cómo el rasgo [+V2] se manifiesta, cf. Tsimpli 2014: 289). En una fase posterior, son adquiridos los fenómenos que interactúan con la semántica, y finalmente aquellos de la interfaz con la pragmática.
Consecuentemente, solo la adquisición de los primeros dos puntos depende de la así llamada “Age of Onset” (‘edad de inicio’), por lo que Tsimpli (2014) las denomina “(very) early phenomena” . En cambio, los efectos que conciernen a las interfaces no dependen de procesos únicamente lingüísticos, por lo que requieren cierta madurez cognitiva. Se adquieren más tarde (lo que justifica el término “(very) late phenomena” ), y así no dependen de la edad sino de la cantidad de input. Por consiguiente, solo los bilingües simultáneos adquieren los macro- y microparámetros con facilidad, mientras que los bilingües sucesivos experimentan dificultades. Las interfaces, en cambio, como requieren un input más amplio, son aptas para investigar diferencias entre monolingües y bilingües. Hager & Müller (2015) añaden que en las interfaces puede producirse fosilización, mientras que los microparámetros (o sub-case-parameters ) se pueden adquirir posiblemente de manera más lenta, pero siempre con éxito.
Domínguez (2014) replica, sin embargo, que esta propuesta va en contra de la supuesta universalidad de la representación semántica y una optimación de la Sintaxis Estrecha hacia ella. La autora razona que, por esta optimación entre sintaxis y semántica, no es posible que la variación se cause por la interfaz entre estos componentes (la Forma Lógica, o LF usando las siglas anglosajonas). Las variaciones observadas en personas bilingües en realidad dependen de la asignación de elementos léxicos concretos con las representaciones sintácticas (Domínguez 2014). Es decir, conciernen a otra interfaz que sí puede interferir en la optimación: la interfaz entre sintaxis y fonética ( Forma Fonética , o PF). Esta perspectiva sí es compatible con la Borer-Chomsky Conjecture .
De hecho, también en el contexto de la adquisición de la L1, existen estudios que aportan evidencia en contra de la posición de que los macroparámetros sean adquiridos rápida y fácilmente (Domínguez 2014). Ha habido, por esta razón, una tendencia a sustituir la teoría sobre parámetros por otros enfoques, como la frecuencia de ciertos ítems o los rasgos asociados con ellos.
Esta observación ilustra por qué en el marco generativista se trasladó la atención hacia rasgos específicos de fenómenos morfosintácticos. Es decir, en vez de subdividir las categorías funcionales y crear más y más micro-parámetros, se prefiere asumir pocas categorías que se pueden distinguir en la configuración de rasgos (cf. Domínguez 2014, Lardiere 2009).
Siguiendo esta idea, los siguientes apartados se concentran, sobre todo, en las hipótesis que parten de la base de comparar los rasgos lingüísticos de la L1 y la L2 en el contexto de la adquisición de segundas lenguas. Antes de ello, sin embargo, se necesitan establecer algunos términos técnicos lo que es el objetivo de la siguiente sección.
2.1.2 L1 vs. L2: Delimitaciones
No existe una tradición interdisciplinaria y establecida de diferenciar entre los términos “lengua extranjera” y “segunda lengua” de manera rigurosa e inequívoca (Edmondson & House 1993:10). Pueden distinguirse las situaciones de inmersión lingüística y la adquisición de lenguas en otro país (Bardovi-Harlig 2000, VanPatten 1990), pero, generalmente, abreviaturas como LE y L2 no se utilizan de manera uniforme1. Para evitar confusiones, a continuación, se usará solo una abreviatura (es decir, L2) para, cuando resulte necesario, especificar explícitamente cuál de los conceptos se aplica.
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