—Guau, guau…
La mesa de madera estaba cubierta de ricos alimentos, la chimenea sonaba con el crujir de la leña cuando arde, la posadera servía el café y su marido, el jefe, azuzaba a la perra para que se callara:
—¡Julieta, deja de ladrar, que vas a asustar a los huéspedes! —comentó el posadero—. ¿No ves que están desayunando?
En un principio todos los allí presentes se rieron. Formaban un grupo de peregrinos de unas once personas alrededor de una larga mesa. De repente la perra se acercó a Isadora y esta se puso tensa mientras Arco y Javier se desternillaban. Judit, la compañera de al lado, se resignaba a mirar hacia abajo.
—¡Julieta, que te estés quieta! ¿No ves que están comiendo? —Pero la perra, con un sofocante ladrido entrecortado y con falta de respiración, seguía enseñando los dientes en plan desafiante—. ¡Chiquilla, pero cálmate! —le dijo el posadero a Isadora—. Es que tiene un problema de respiración y la pobre es muy feíta.
—Ja, ja, ja —se rieron todos al compás de los ladridos.
Momentos más tarde Judit intentó hacerse entender, pero su inglés difería mucho del estudiado por Isadora, aun estando en quinto curso, y el nivel de Arco no era mucho mejor, por lo que al desaliñado y culto Javier le tocó hacer de traductor.
—Salí miedosa de Astorga —comentó Judit mientras era traducida—. Siempre había hecho algún otro camino acompañada, pero esta vez me dispuse a hacerlo sola. Tengo mi interior dolorido, he perdido a mi bebé. —Ellos se miraron sorprendidos por las explicaciones—. Me siento impotente, pero los días siguen saliendo y yo no puedo venirme abajo. Es una dura etapa, pero no puede empañar la belleza de toda mi ruta y menos de toda mi vida, ¿no creéis? —Sonrió tímida y tristemente.
Intuitivamente, Arco distinguió que Javier la admiraba. Se notaba que él guardaba su propia vida para sí; quizás había una soledad muy incrustada en su interior.
Minutos más tarde, desde lo más alto de la escalera se escuchó decir a Jon Jack:
—¡Bueno, yo me dispongo a llevar ya las mochilas en dirección a la Casona Fineas! ¡Adiós, jefes! —Hizo ademán de despedida a los posaderos.
—¡Buen camino, Pollo!
Todos los allí presente se iban despidiendo: Judit con su acento algo nórdico, la delgada alemana, el regordete padre con su hijo pequeño, el bajito italiano, una mujer y un hombre más desaliñados, la pareja tímida de alto estatus y, finalmente, Isadora y Arco.
SEGUNDA PARTE
Día 1 de ruta
Sarria-Portomarín (22,2 km)
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