Justo en ese instante, la banda salta a escena. Todos llevan gorros de Navidad, y abren el show tocando Jingle Bells en versión rockera. El público aplaude con entusiasmo. Luego de la introducción, realizan el cover de dos temas clásicos de rock , y, por último ,proceden a tocar las canciones propias del grupo.
Veo a Matías ejecutando un solo de guitarra sorprendente. Creo que me he excedido un poco con la cerveza, pero ¿a quién le importa? Las chicas corean las canciones entusiasmadas, y todo el mundo se está divirtiendo. Por ser amigos de los miembros de la banda, podemos disfrutar de la barra libre y la hemos aprovechado muy bien.
En mitad del show , y ya entrada la noche, me siento a descansar un rato en uno de los sillones, mientras los demás siguen de pie ante la tarima. Tengo mucho sueño, la cerveza se me subió a la cabeza. Creo que tomaré una siesta breve, sin que nadie se dé cuenta. Caigo dormido, pero luego, al intentar levantarme, no puedo moverme. Aún percibo la música y reconozco la canción, pero no sé si tengo los ojos abiertos o no, porque solo detecto figuras difusas. Un instante después, puedo ver todo con claridad: a la banda en escena, a mis amigos frente a la tarima, e incluso alcanzo a divisar a lo lejos el faro viejo y desolado, que solía funcionar hace varias décadas. Aunque se encuentra a muchos metros de distancia, noto una silueta en la ventana.
Es ella, y está ahí asomada, contemplándome. Es la criatura que me atormentaba en mi infancia; ese esperpento que se me apareció anoche tras la celebración de mi cumpleaños…es la Mujer Comehuesos. Está aquí, ¡ha regresado después de tantos años! No alcanzo a verla en detalle, pero su silueta es inconfundible. El miedo me obliga a cerrar los ojos, no quiero verla…
—¡Fernando, Fernando, despierta! ¿Estás borracho o te desmayaste de la emoción por mi solo?
Matías me zarandea por los hombros, y vuelvo en mí. Está sudado y sus mejillas se ven ruborizadas por el calor. Veo que los miembros de la banda ya están recogiendo sus instrumentos
No sé qué responder. Una de las chicas me ofrece una botella de agua, yo le doy las gracias y la bebo pausadamente. Sacudo la cabeza, y me incorporo en el sillón. Los integrantes de la banda bajan de la tarima y se sientan con nosotros en la sala lounge , para disfrutar de la presentación de un Dj que subirá a escena en breve.
—Fue un concierto excelente, los felicito —les digo a los músicos, y ellos nos agradecen a nosotros por haber venido.
Nos quedamos un buen rato conversando y bebiendo cerveza, hasta que se hace tarde y el evento llega a su fin. El lugar va quedando en silencio, tanto que alcanzo a percibir el canto de las ranas.
Camino con todo el grupo rumbo a la puerta de salida, abriéndonos paso entre los demás asistentes al evento, que también se disponen a abordar sus vehículos o a tomar un taxi.
Matías se acerca a mí, y me habla disimuladamente.
—Fer, ¿qué demonios te pasa? Catalina estuvo toda la noche pendiente de ti, y tú te echaste a dormir.
—La noche aún no se ha acabado.
Me acerco a Catalina, y la abrazo por detrás. Ella se da la vuelta, y sin dejarla pronunciar una palabra, me animo a besarla. Ella me corresponde, y ahora, el dulce sabor de su brillo labial me acompañará durante todo el camino de regreso a casa.
—¿ Y para cuándo mi bisnietico? —me pregunta la abuela, mientras desayuno. Está sentada en el suelo, desenredando el cable de las luces de Navidad. Yo me comprometí a armar el árbol, cuyas piezas se encuentran desparramadas por el piso.
A mi abuela le encanta preguntarme para cuándo la novia, para cuándo la boda y para cuándo el bebé, y nunca sé qué responderle. Sé que está ansiosa por tener bisnietos, y que conocer a mis hijos la llenaría de una felicidad invaluable. Para ella, una numerosa descendencia es sinónimo de mayor rango y realización en su vida, y cuánto más larga sea la cadena, mejor: pasar de ser madre a abuela, de abuela a bisabuela, de bisabuela a tatarabuela, y así hasta que le alcance la vida.
La verdad, no me gustaría tener ningún tipo de ataduras, y prefiero mi libertad, al menos por ahora. No digo que no vaya a casarme o a tener hijos, es solo que mi realización personal no se basa en esos aspectos, sino en alcanzar el máximo éxito en mi profesión de abogado. Más adelante, en otro momento, tal vez sí cumpliré sus anhelos.
—¿Y Catalina? ¿Es tu novia? Ya sabes: “donde se acaba el novio, empieza el marido”—me pregunta. Ese comentario es por culpa de Matías; el día de mi cumpleaños comenzó a decir en broma que Catalina era mi novia, luego de que ya las chicas se habían marchado. De seguro la abuela lo escuchó hablar desde su habitación.
—Catalina es una amiga, abuela.
—¿Y cuándo me la presentas?
No respondo, simplemente la miro y sonrío.
—Un día de estos.
La abuela sabe que amo la independencia emocional y laboral, y solo formalizo relaciones cuando de verdad me siento enamorado. En cuanto a mi carrera, nunca he trabajado como empleado. Haber sacado adelante mi bufete de abogados empezando desde cero implicó mucho esfuerzo, tanto para mí como para mis socios, y por eso me siento orgulloso de disfrutar hoy de una buena posición económica.
—Fernando, espero que el próximo año sí haya boda…e hijos—la abuela insiste con el tema—. Yo daría lo que fuera por poder ver a mis hijos otra vez —el semblante de la abuela se torna triste. Yo bebo un sorbo de chocolate caliente y decido contestar.
—Pero abuela, algún día conoceré a la mujer indicada y decidiré dar el paso hacia el altar, dentro de unos cien años. Mientras tanto, es hora de disfrutar la soltería al máximo, sin hijos que cuidar.
Ella me lanza una mirada de reprimenda por mis comentarios. Aunque no se lo digo para no ilusionarla antes de tiempo, yo también sueño con aquel momento futuro, en el cual me convierta en padre, pero no hay prisa. Hay algo que tengo completamente claro, y es que, al momento de tener hijos, voy a invertir en ellos mi tiempo, más que mi dinero. Jugar con ellos antes que comprarles el juguete más costoso, y compartir la mayor cantidad de horas posible, porque tengo muchos vacíos en mi vida relacionados con la muerte de mis padres.
A veces los extraño mucho, demasiado. Ya sé que soy un adulto, pero es inevitable. Y esa falta era mil veces más dura en la niñez. Era doloroso que nunca volvieran a estar presentes en el show de Navidad del colegio, en mis partidos de baloncesto, o sencillamente en mi cama, una noche cualquiera, viendo una película o leyéndome un libro de cuentos.
Esos recuerdos me hacen sentir un poco triste, prefiero pensar en otra cosa en este momento. Desde hoy comienzan mis vacaciones, y me dedicaré a mi investigación sobre sueños. El episodio ocurrido ayer en el concierto me motivó aún más a empaparme de información.
Termino de desayunar, y me siento en el suelo, al lado de la abuela. Abro la caja que contiene el pesebre, y limpio las figuras con un trapo para retirarles el polvo. Una vez termine de ayudar con la decoración, seguiré leyendo Buenos hábitos para dormir mejor .
***
Ya son las diez de la noche; la jornada de decoración navideña de la casa tardó más tiempo del que pensé, y, en la tarde, la abuela me pidió que la llevara a hacer unas compras.
Es hora de leer, pero estoy mirando el techo, y sintiéndome como un tonto. ¿Acaso me estoy volviendo loco, porque estoy más pendiente de tragarme un libro aburrido, que de salir con una chica linda? Catalina debe estar esperando que la llame...
El problema es que justo hoy me propuse analizar cada página del contenido de este libro. Es sábado en la noche, pero me estoy esforzando por evitar cualquier plan social, o cita romántica; tengo una tarea más importante que hacer. Estoy seguro de que era la Mujer Comehuesos la que estaba asomada en la ventana del faro, ¿o en mi cabeza?, o en ambos lugares…no lo sé.
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