Colección Investigaciones
Ficciones cercanas. Televisión, narración y espíritu de los tiempos
Primera edición digital: septiembre, 2018
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ISBN 978-9972-45-456-1
Prólogo
Introducción. ¿Qué cuentan las historias de la tele?
Primera parte. Pantallas y miradas
Regularidad y discontinuidad entre teleseries clásicas y actuales
Luis García Fanlo
Black Mirror : política, televisión y redes
Lilian Kanashiro
Miradas femeninas: Downton Abbey
Giuliana Cassano
Louie , el delirio redentor
Ricardo Bedoya
Love : el amor real como resistencia
Elder Cuevas-Calderón, Caroline Cruz Valencia
Después de los héroes (o el triunfo de los cínicos)
Giancarlo Cappello
Del criminal en serio al criminal en serie: un periplo por las pantallas
Julio Hevia Garrido Lecca
The zombies keep walking : del mito a la modernidad tardía
Johanna Montauban Bryce
Breaking Bad: autodescubrimiento audiovisual en clave de tragedia
Víctor Casallo Mesías
Las teleseries también educan. Una defensa de las ficciones televisivas como dispositivos de aprendizaje
Julio César Mateus
Segunda parte. Tramas y traumas locales
La genealogía de lo grotesco. Porno, política y televisión
Jaime Bailón Maxi
Televisión en el Perú: la realidad de la ficción
Gerardo Arias Carbajal
Telenovelas que no osaron decir su nombre.
Las “miniseries” de Del Barrio Producciones (2010-2015)
Eduardo Adrianzén
Al fondo hay sitio o el “formato Betito”
Guillermo Vásquez Fermi
Tercera parte. Mundos narrativos
El paisaje en el policiaco de la tercera edad dorada de la televisión
Alberto Nahum García Martínez
Estrategias fallidas de expansión narrativa: el caso de Glee
Juan Manuel Auza
El horror en la primera temporada de True Detective .
Del ritual satánico a Lovecraft
Ricardo Olavarría Ginocchio, María de los Ángeles Fernández Flecha
Los múltiples The Walking Dead . Un estudio transmedia
Sergio Marqueta Calvo
De los autores
Ha transcurrido mucho tiempo desde la satanización de la televisión. De hecho, tocó un extremo poco antes de voltearse el siglo, cuando se desató la furia del politólogo italiano Giovanni Sartori contra la caja boba y el velo emocional que esta tendía para ocultar la comprensión de las realidades del poder. En Homo videns (1998), defendió las virtudes de la lengua escrita como vehículo predilecto del entendimiento y advirtió acerca de las amenazas de engaño y seducción que se cernían sobre el tratamiento televisivo de la política. El libro circuló mucho en el Perú, precisamente porque era la época en que Fujimori y Montesinos imperaban sobre las grandes redes de televisión, razón suficiente para que sus lectores hicieran una generalización negativa de este medio a propósito del statu quo autoritario, pero particular, del momento. El breve texto Sobre la televisión , de Pierre Bourdieu, aparecido también en esos años, criticaba de modo más razonado la verticalidad de la televisión, pero sin perder su tono apocalíptico.
Dos décadas después la escena es muy diferente: los reflectores se dirigen menos a los poderes políticos y oligopólicos controladores que a las nuevas potencialidades narrativas de un (multi)medio que, desde diferentes plataformas y hacia variadas pantallas, está modificando el habitus cultural. En esa línea, el argentino Alejandro Piscitelli afirma y critica la calidad del cuestionamiento a la televisión y aprecia que las investigaciones actuales sobre este medio, mucho más refinadas que sus predecesoras, hayan invertido el enfoque. Piensa que la televisión de hace cincuenta años ha cambiado diametralmente, y que, en el caso específico de las series, asistimos a una complejidad creciente relacionada con la recepción de múltiples relatos. Todo ello lleva a pensar la televisión incorporando los aportes de las neurociencias, la teoría narrativa, la teoría de las redes sociales y la economía. La televisión sí sirve para pensar. El acceso a una oferta amplia de relatos continuos mediante la exposición a un producto audiovisual de perfeccionado rendimiento le permite al espectador aguzar sus aptitudes críticas y tener una nueva experiencia estética.
Ahora bien, ¿es tan nuevo este auge de las series? Sin duda, si nos ubicamos en el horizonte contemporáneo de las innovaciones tecnológicas y de la industria cultural. Pero si miramos más atrás y nos enfocamos en el tiempo de la narrativa de larga duración, encontramos recurrencias. Tal como la telenovela —en las décadas de los setenta y ochenta— fue relacionada por Martín-Barbero con la novela de folletín, ¿no podría verse en las novelas río de hace diez o doce décadas un antecedente de las series? Mientras a la novela se le solía —y suele— leer casi siempre en el ámbito privado de la casa, el espectáculo cinematográfico tuvo que crecer en las grandes salas oscuras. El público acudía fascinado por la belleza de esos rostros inmensos proyectados en las pantallas. Por supuesto, también hubo razones técnicas y prácticas para que se instituyera la costumbre de ir al cine y hacer cola para ver funciones cinematográficas de dos horas en esos apéndices del espacio público que poblaban las avenidas.
La implantación de la televisión seguramente generó una sólida competencia comercial, pero no reemplazó ni la calidad de la imagen fílmica ni la de sus contenidos. La llegada de la televisión en colores efectivamente mejoró el espectáculo audiovisual respecto a la señal en blanco y negro, pero no suprimió los déficits de nitidez y contraste, además de las frecuentes deformaciones de la imagen. Más adelante, el alquiler y la venta de videos grabados (Betamax, VHS), pese a facilitar la diversificación de la oferta, no lograron un éxito técnico mayor. La digitalización de la comunicación masiva, acontecida en la última década del siglo, sí trajo avances decisivos. La mundialización de la oferta ha sido un fenómeno muy complejo, pues comportó, casi al mismo tiempo, mayores anchos de banda en toda la cadena informática, redes sofisticadas de satélites geoestacionarios, creación de nuevas plataformas, así como nuevas tecnologías de producción de imágenes y audio de alta definición. Ya entrado el nuevo siglo, tuvo lugar la revolución de las pantallas: por un lado, la introducción inicial del plasma y luego del LCD y la luz LED, y por otro, el aumento de sus dimensiones (inversamente proporcional a la reducción del precio relativo por pulgada de pantalla), lo cual derivó en una democratización del acceso. Esta llegada a un futuro casi inimaginable hace tres décadas nos devuelve al pasado de hace más de un siglo, en el cual el espacio privado del hogar cobijaba narraciones que, por su larga extensión, equivalían a una experiencia de vida, sin que esto signifique una involución estilística o temática. Al contrario, más allá de la antigua narración introspectiva y moralista, se ha izado la bandera transnacional del pluralismo con sus escenarios posmodernos de transgresión, los que vemos en la sucesión de capítulos y temporadas de las series en auge actualmente.
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