ÍNDICE
Introducción
SECCIÓN UNO: LOS MEDIOS
01 Oposición en el campus
02 Celebrar nuestra pequeñez
03 Gloria en la debilidad
04 Caminar con el Espíritu
SECCIÓN DOS: EL MENSAJE
05 Tenemos una historia mejor
06 La creación: La vida tal como fue diseñada
07 La caída: El problema de este mundo
08 La cruz: El remedio de Dios
09 La resurrección: Todo ha cambiado
10 El regreso: Lo mejor está por llegar
SECCIÓN TRES: EL MÉTODO
11 Por qué, qué y quién
12 Mostrar el amor de Cristo
13 Declarar la verdad de Dios
14 Depender del poder del Espíritu
CONCLUSIÓN - Un momento crítico
EPÍLOGO - Unas palabras para los líderes
Notas
Bibliografía
Agradecimientos

Si hay algo que une a todos los cristianos, ahora y a lo largo de la historia, es nuestra gozosa seguridad de que lo más grande que ha sucedido en nuestro planeta es el nacimiento, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesucristo. ¡El mensaje del evangelio es la mejor noticia!
Entonces, yo me pregunto: si esto es así, ¿por qué a tantos cristianos les cuesta horrores compartir la gloriosa noticia del evangelio? ¿Cómo podemos creer que no hay mejor noticia en el mundo y, sin embargo, sentirnos incapaces o poco dispuestos a contarla a los demás?
Mi marido Dick y yo llevamos muchos años dedicados al ministerio de la evangelización en EE. UU. y en todo el mundo. Hemos trabajado en todos los continentes y recientemente hemos vivido siete años en Europa, donde se encuentran algunos de los lugares más seculares de la tierra.
Hace dos años, cuando volvimos a instalarnos en EE. UU., me entrevistaron en un programa de radio nacional que incluía un tiempo de preguntas por parte de los radioyentes. El productor dijo antes de la entrevista: “Becky, sé que tú y tu marido habéis viajado por todo el mundo hablando de evangelización y que recientemente habéis vivido y servido en Europa. Tienes que saber que las cosas han cambiado en EE. UU. Siendo honesto, los cristianos estadounidenses parecen estar mucho más interesados en vivir el evangelio y dar testimonio sirviendo a los necesitados de su ciudad que en cualquier expresión verbal de la fe. Siendo muy honesto, creo que no hay interés por ese tipo de evangelización. Así que no te preocupes si nadie llama por teléfono”.
¿Qué pasó después de la entrevista? ¡Todos los teléfonos empezaron a sonar! ¡Llamó gente de una punta a la otra del país!
Los comentarios que hicieron fueron muy reveladores. Todos los que llamaron hablaron de alguien que les importaba mucho y que no era cristiano, pero reconocieron que sentían temor ante la idea de entablar una conversación sobre cuestiones espirituales. Dijeron que anhelaban que sus amigos conocieran a Cristo, pero que se sentían incapaces de hablar de la fe y por eso oraban para que otro cristiano lo hiciera por ellos. Todos sus miedos eran similares: ¿Cómo puedo plantear el tema de la fe de forma natural? ¿Qué pasa si los ofendo o me rechazan? ¿Qué pasa si plantean preguntas que no sé responder? Casi todos dijeron que ojalá sus iglesias les enseñaran a evangelizar, no con fórmulas que tenían que memorizar y usar por igual con todas las personas, sino de la forma que yo había descrito en la entrevista.
Una cosa tengo clara: nunca ha habido tanta necesidad de compartir a Cristo con el mundo, empezando por nuestros vecinos, y nunca los creyentes se han sentido tan poco equipados para ello.
¿Por qué a los cristianos, especialmente en Occidente, les cuesta compartir su fe? Mientras que en casi todas las partes del mundo el cristianismo está creciendo de forma espectacular, ese no es el caso en Occidente. Europa y Canadá son seculares, poscristianas. Las estadísticas sugieren que los EE. UU. avanzan con paso decidido en la misma dirección. Cada vez hay más voces influyentes que se muestran hostiles y opuestas a la fe cristiana. Las principales corrientes que dan forma a nuestra cultura presentan enormes desafíos para el evangelio: el colapso de la verdad absoluta; el cambio de la autoridad objetiva por la preferencia personal; el crearse una “religión a conveniencia”, escogiendo qué creer y qué no creer; la revolución sexual… La lista continúa.
Ante esta realidad, algunos cristianos se sienten enojados.
Algunos cristianos se sienten intimidados.
Algunos cristianos se sienten derrotados.
Yo me siento esperanzada.
Porque, aunque vivimos en tiempos difíciles para el evangelio, también vivimos en tiempos extraordinarios llenos de oportunidades para el evangelio. Como mi amigo Os Guinness, el conocido crítico social, ha escrito:
“Esta época es simplemente la mayor oportunidad para el testimonio cristiano desde los tiempos de Jesús y los apóstoles, y nuestra respuesta debería ser aprovechar la oportunidad con imaginación y valentía. Si alguna vez la ‘puerta grande y eficaz’ de la que Pablo escribió se ha vuelto a abrir para el evangelio, es ahora” (Fool’s Talk, p. 16).
Fruto de una tierra estéril
Sin duda, el paisaje en Occidente ha cambiado mucho desde que escribí mi primer libro sobre evangelización Fuera del salero en 1979. En aquel entonces era bastante radical plantear un enfoque encarnacional del testimonio, desafiar a los cristianos a salir del salero para ir al mundo: es decir, animarlos a no vivir en una burbuja cristiana, sino a entablar una amistad genuina con personas no creyentes, y a compartir el evangelio como parte de una relación y no como si fuera un torpedo —lo lanzo y me voy corriendo—.
Ahora, 40 años después, escribo mi segundo libro sobre evangelización porque necesitamos aprender de nuevo a compartir nuestra fe con confianza, compasión y de forma convincente en este nuevo mundo poscristiano. Recuerdo que, cuando planeábamos mudarnos a Europa, algunos amigos bienintencionados nos aconsejaron que no lo hiciéramos:
“Es tierra infértil para el evangelio, Becky”.
No lo era. La tierra secularizada de Europa resultó ser muy fértil para el evangelio. El fruto fue tremendo. Y este libro es realmente el resultado de las lecciones que aprendimos.
Lo que hemos visto en nuestro ministerio es que incluso cuando nuestro paisaje cultural se vuelve cada vez más secular, el secularismo no tiene el poder de borrar nuestros anhelos humanos de significado y valor. En todo caso, los incrementa. Dios ha puesto el anhelo de identidad, significado y propósito en todos los corazones humanos; así que, incluso si la gente no es capaz de explicar qué le falta, el anhelo y la añoranza están ahí. Pero no sabrán dónde buscar a menos que los cristianos vivan y cuenten las buenas noticias de lo que Dios ha hecho por todos en Cristo.
Cuando regresamos a vivir en EE. UU., me vi cada vez más identificada con Lesslie Newbigin, el difunto teólogo, autor y misionero británico. Después de vivir en la India durante años, Newbigin regresó a su hogar en Inglaterra y se sorprendió por dos cosas: primero, el grado de secularización de Inglaterra; y segundo, el impacto que la cultura secular estaba teniendo en los cristianos.
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