De: Admin.
Para: Han Solo y Princesa Leia
Asunto: Disculpas e invitación
Estimada pareja:
Mi nombre es Lola. Soy la chica que os atendió el viernes noche que os decidisteis a visitar nuestro local. En primer lugar, quería trasladaros, en nombre del dueño del club y en el mío propio, nuestro malestar por lo que sucedió y el mal trago que tuvisteis que pasar. Hemos estado intentando ponernos en contacto con vosotros, sin suerte, hasta que miramos en el registro de confirmaciones de asistencia al evento de aquel viernes, en la página. Ahí venían vuestros nombres de usuarios y así he podido localizaros por aquí. Queremos invitaos a que vengáis nuevamente a nuestro local con todos los gastos pagados: entradas, copas y demás. El sábado de la semana que viene tendremos una fiesta de disfraces. Nos encantaría que vinieseis y disfrutarais con nosotros de una noche tan especial.
Espero vuestra respuesta.
Besos,
Lola
De nuevo, aquellas cosquillas subiendo por su estómago. Otra vez, aquellos nervios por entrar en el local acompañado de su mujer y vivir otra experiencia morbosa. Pero además de todas aquellas imágenes eróticas, también recordaba la escena en la que dos tíos apuñalaban sin piedad a un chico delante de ellos, a escasos metros de distancia.
«Aquello tuvo que ser algo muy puntual», se dijo. Seguro que si volvían al Passion todo sería diferente y disfrutarían de lo lindo. Ahora quedaba convencer de nuevo a Eva; cosa complicada, pero no imposible. Así que le echó valor y, con mucho mimo, la despertó. Marcos no podía esperar a la mañana siguiente para contarle lo del mensaje.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me despiertas? —Un hilo de voz salió de la boca de Eva.
—¿Recuerdas aquella chica rubia que nos atendió cuando fuimos al club swinger ?
—Sí, la relaciones públicas.
—Esa misma. Pues estaba yo echando un vistazo a Internet y me dio por entrar en la web que te enseñé, y tenía un mensaje de ella.
—¿Un mensaje? ¿Qué me estás contando, Marcos? —dijo casi bostezando.
—Mira, léelo tú misma.
Se incorporó un poco y, con los ojos entrecerrados, leyó el dichoso mensaje.
—Bueno, muy bien, ¿y qué?
—Pues que podríamos aceptar su invitación.
Eva cambió el gesto y pareció despertarse del todo.
—Definitivamente, tú estás loco. ¿Te pareció poco lo que nos sucedió allí?
—Venga, aquello son cosas que pasan. Matan a gente en cualquier lado. Vas paseando por un parque y alguien puede darle una puñalada a otra persona para robarle. Además, quitando aquel percance, estabas pasándotelo genial, reconócelo. Seguro que la fiesta de disfraces tiene que ser muy morbosa. Con todo el mundo disfrazado, nadie se fijaría en nosotros. Di que sí, no seas tonta.
—Vaya tela. Me despiertas en plena noche para decirme esto. Me lo pensaré y ya iremos hablándolo en estos días. ¡Duérmete ya!
Marcos, con una media sonrisa, apagó el portátil, besó en el cuello a su esposa y se dio media vuelta. Quería dormirse pronto, pero, evidentemente, no podía dejar de pensar en aquella atrayente fiesta de disfraces. Quería compartir todo aquello con su esposa, que pudieran realizar todas las fantasías que se les pasaran por la cabeza, poder tener, al fin, una vida sexual activa y excitante y olvidar para siempre los problemas de antaño.
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