Tal como hoy sucede con el Covid 19 y utilizando la terminología de Markus Gabriel, la cocoliztli se convirtió en una entidad social frente a la cual españoles e indígenas tuvieron que haberse posicionado. De hecho, las crónicas refieren cómo los temazcales, que habían sido utilizados como medida terapéutica hasta ese momento, se convirtieron en centros de contagios con la cocoliztli. También, que se llevaban a cabo mitotes y rituales utilizados para enfrentarse culturalmente a una epidemia que junto a los cambios sociales, representaba la alteración definitiva del orden simbólico.
Fernand Braudel señala que el oficio de historiar parte de la necesidad que surge en un determinado presente por hacer preguntas específicas a un pasado, del cual se pretende desentrañar sentido o cierto grado de entendimiento sobre la experiencia humana que es significativa en el dicho presente. Es por eso que desde marzo del 2020 el interés por el estudio de las perspectivas históricas y literarias de las epidemias en México ha crecido en el seno de los estudios humanísticos de nuestra universidad.
En el mes de septiembre del 2020 la Cátedra Alfonso Reyes nos permitió contar con la presencia del filósofo Markus Gabriel, catedrático de la Universidad de Bonn. Autor de los libros Por qué no existe el mundo y Sentido y existencia, una antología realista , entre otras destacadas publicaciones. Con el título «Virus y sociedad: la crisis del orden simbólico» de la mano de Markus exploramos una mirada que no es hacia el pasado, sino hacia el futuro, abordando ideas como el imperativo virológico, el progreso moral y en general un modelo para una visión positiva de un futuro donde el orden poscoronial ofrece la posibilidad de la reconstrucción del orden global en términos éticos y morales.
Ante la crisis del orden simbólico, el imperativo virológico es una visión de carácter moral en la que, en palabras de Gabriel, «debemos y podemos permitirnos reconstruir el orden global en términos de objetivos moralmente justificables, incluso éticamente deseables». La necesidad de una brújula moral que apunte a la cooperación internacional es indispensable para enfrentar el mundo «poscoronial», uno en el que la actual crisis del coronavirus será recordado como sólo un presagio de una situación de crisis incomparablemente más peligrosa: la crisis ecológica.
El hombre, como ente capaz de una moralidad superior, puede realizar cambios sistemáticos en el comportamiento. «Mi visión positiva para el orden poscoronial es que ahora deberíamos aplicar a los grandes desafíos del siglo XXI la brújula moral universal que usamos al comienzo de la pandemia con respecto al imperativo virológico», señaló Markus Gabriel.
En este orden de ideas ¿qué valores morales deben guiar la interpretación de nuestras acciones? ¿Cuáles son los elementos de nuestro orden simbólico que habrán de perdurar? El filósofo apunta la necesidad de una Nueva Ilustración. Esto remite a la importancia del conocimiento humanístico y su aportación en la formación de una sociedad capaz de asumir los cambios profundos e ineludibles que el histórico 2020 nos ha planteado como individuos, como humanos.
Virus y sociedad
La crisis del orden simbólico
MARKUS GABRIEL
El orden simbólico se ha visto sacudido desde que la Organización Mundial de la Salud declaró una pandemia viral en marzo de 2020. Los subsistemas formativos de la sociedad moderna se han descarrilado y tratan de frenar su rumbo deslizante bajo la lupa de una atención globalmente coordinada sin precedentes. El orden simbólico es el lugar donde la sociedad se representa a sí misma. La sociedad es el sistema máximo de transacciones sociales, nunca cerrado y por principio inaprehensible. Debido a que la sociedad no es aprehensible y ni siquiera puede aproximarse ni controlarse como un todo, siempre hay concepciones de la sociedad que están más o menos distorsionadas por su naturaleza. Por tanto, el orden simbólico es siempre susceptible a los engaños y autoengaños, las ideologías, manipulaciones, propaganda, etcétera. Es decir, a toda la gama de fenómenos que se generan debido a que las personas actúan en condiciones de incertidumbre, falibilidad, presiones del tiempo, incertidumbres y complejidades que nunca podrán eliminarse con éxito (cf. Gabriel 2020a).
Los virus pertenecen ontológicamente al reino de las entidades naturales. Las entidades naturales son aquellas cuyas propiedades son en su totalidad, o en gran medida, independientes de cómo las definamos como seres vivos dotados de espíritu, lenguaje o teoría. El SARS-CoV-2 tiene un determinado genoma de virus, nucleótidos, etcétera, cuyo análisis conducido en febrero de 2020 lo clasificó como perteneciente a la misma especie que el SARS-CoV.
Este punto se complica ontológicamente. La clasificación del nuevo coronavirus en la especie de SARS fue acompañada automáticamente de una evaluación de riesgos, ya que ha habido un amplio consenso durante más de una década de que el SARS es un virus particularmente peligroso para los humanos. El proceso taxonómico al comienzo de la crisis del coronavirus fue controvertido porque el uso del término SARS-CoV-2, como se le llama ahora, contribuye al hecho de que, como todos hemos visto, «[la gente] entra en pánico al pensar en una reaparición del SARS», contra lo que advirtió un grupo de virólogos chinos en la reconocida revista The Lancet a principios de marzo de 2020. «[El] nombre SARS-CoV-2 podría tener efectos adversos sobre la estabilidad social y el desarrollo económico en países donde el virus está causando una epidemia, quizás incluso en todo el mundo». 1La respuesta a esta sugerencia en el mismo número de la publicación se basa en el hecho de que la clasificación taxonómica como SARS-CoV-2 es genéticamente correcta, por lo que los autores conceden: «La relación entre el nombre de un patógeno viral y sus enfermedades asociadas es compleja» y por ello proponen en el futuro, desde un punto de vista médico humano, denominar una versión más inofensiva del virus, anticipada por uno de los dos grupos de discusión, como «coronavirus humano de baja patogenicidad, como LPH-CoV» a su debido tiempo 2.
En esta foto instantánea de un complejo debate virológico se muestra rápidamente que el nuevo coronavirus no es de ninguna manera exclusivamente una entidad natural. Desde que nosotros como anfitriones notamos que la enfermedad, más tarde conocida como Covid 19, es causada por el virus, éste se ha venido entretejiendo en procesos socioeconómicos y, por lo tanto, se ha convertido en una entidad parcialmente social. A diferencia de una entidad puramente natural, una entidad social tiene esencialmente propiedades que sólo pueden explicarse si se tiene en cuenta la reacción coordinada consciente o inconsciente de varias personas cuyas acciones están alineadas con la entidad. 3Cuando las personas cooperan ante una situación peligrosa, esta situación se traslada a una dimensión social, lo que no significa que pierda sus propiedades naturales ipso facto : una entidad natural formateada socialmente sigue siendo (en gran parte) natural. 4
La reacción a una pandemia viral, a diferencia de la lógica de la propagación de un virus, no es (en gran medida) natural. No existe (o al menos no se conoce) una sociobiología que nos permita entender a los humanos, es decir, explicar científicamente sus reacciones, particularmente en materia de política sanitaria ante la declaración de una pandemia viral. El hecho de que las fronteras nacionales se hayan cerrado dentro de Europa no puede explicarse sociobiológicamente, y sería una hipótesis extremadamente extraña suponer que la existencia de fronteras nacionales tiene una explicación sociobiológica.
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