E. M Valverde - Sugar, daddy
Здесь есть возможность читать онлайн «E. M Valverde - Sugar, daddy» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Sugar, daddy
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Sugar, daddy: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sugar, daddy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Sugar, daddy — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sugar, daddy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
No solo el modelo Hyundai x Samsung saldría a la venta dentro de seis meses, sino que también tendría inútiles cámaras inteligentes para aquellos conductores más pervertidos.
Takashi caminó de vuelta a su butaca con aires vencedores, mirándome con una sonrisa descarada mientras volvía a beber de la copa, manteniendo el contacto visual de una forma provocativa.
¡Por Dios! ¡Que dejase de mirarme así!
—Espero que estés contento –me levanté violentamente de la silla, humillada, irritada y enfadada–. Si no vas a escuchar mi opinión, será mejor que trabajes con algún asistente. Buenas tardes –di un golpe nervioso contra la mesa y me di la vuelta dispuesta a irme, pero algo tiró de mi muñeca y volví a caer sentada, pero en sus piernas.
Me quedé totalmente atónita de que hubiera cruzado la línea.
—¿Puedo saber a dónde ibas? –preguntó casual, rodeando la cinturilla de mi pantalón con su ancho brazo. Yo solo podía pensar en que estaba sobre sus piernas, en el maldito descaro que tenía con las mujeres. Giró la butaca hasta que el borde de la mesa chocó contra mis costillas, encerrándome un poquito más–. Qué mona estás calladita.
No me salían las palabras, ni tampoco podía mover el cuerpo debido a la parálisis momentánea. ¿Cómo salía de esta?, ¿por qué su cuerpo se sentía tan reconfortante?, ¿ por qué mis mejillas estaban tan calientes?
—Señor Takashi –aquello no fue más que un susurro desorientado, y permití que me absorbiera cuando rodeó mi cuerpo con algo de posesividad, como si fuera una simple muñeca manejada por y para él–, esto no está bien.
—¿Quién dice que no esté bien? –me retiró el pelo a un lado, presionando una sonrisilla malvada contra la sensible zona–. No te voy a hacer nada malo todavía, no hace falta que estés tan tensa cada vez que me acerco.
¿”Todavía”? ¡Qué gran consuelo!
Mi móvil comenzó a sonar en el bolso, y sabía que era Kohaku, quien llamaba justo a tiempo.
—Suéltame –me removí para tratar de levantarme, pero apretó más mi cintura, como un candado.
—Harás la llamada después –comenzó–, ahora estás en mi despacho y aquí hay unas normas que seguir –habló contra mi pelo, y agradecí que mi traje cubriera la piel de gallina que se me puso. ¿Por qué se empeñaba en ponerme nerviosa?–. ¿Lo has entendido, nena?
¿”Bajo su autoridad”? ¿Acaso tenía complejo de Takashi Jong-un?
—Te he dicho que no me llames nena... –susurré, cerrando los ojos para evitar pensar demasiado, pero me lo puso muy difícil.
—¿Sabes? Creo que no hemos empezado con buen pie y por eso me guardas rencor –subió los dedos por mi nuca, acariciando complaciente con las yemas de sus dedos.
¿”Creía”? ¡Se me había tirado encima prácticamente en la primera reunión!
—Nos vamos a estar viendo todos los días, no me gustaría que las cejas tan bonitas que tienes se arrugaran cada vez que me ves –bajó el tacto por mi brazo, trazando patrones imaginarios más suaves que una pluma. Me sentí avergonzada de mí misma al no querer levantarme, al creerme sus palabras aduladoras.
—Llegas bastante tarde para una disculpa... –arrastré las palabras, columpiando la pierna adelante y atrás, sabiendo que me miraba satisfecho por estar dócil.
—Vaya, ¿te debo una disculpa? –su pecho reverberó con una risa egocéntrica, y mi respiración escaseó cuando abrazó mis costillas opresivamente–. La verdad es que no te veo muy incómoda sentada encima de mí –apoyó su recta nariz en mi pómulo, y sentí unas tremendas ganas de llorar porque lo que dijo tenía algo de cierto–. ¿Acaso no me da la razón, Señorita So?
—¡Pues no! –le arañé el dorso de la mano con fuerza, hasta que se quejó y me soltó–. No sé qué pretende con esto, Señor Takashi, ¡pero no me puede tocar así!
Corrí hacia la puerta, pero cuando fui a abrirla, me di cuenta de que nos había encerrado. El muy cabrón nos había encerrado en su despacho, aislándome del mundo. Podía hacer lo que quisiese conmigo y nadie se enteraría. Y esa idea me aterró.
El Señor Takashi no lucía feliz mientras analizaba los pequeños cortes en su piel, y cuando cruzó la mirada por toda la habitación, se sintió como una sentencia.
Mierda, ¿dónde me había metido?
No dijo nada cuando me vio luchar inútilmente contra el pomo de la puerta, y en su lugar avanzó hasta mí sin prisa, un poquito de silencio sepulcral entre cada pesado paso que daba.
—Señor Takashi...abra la puerta –estiré las manos frente a mí para evitar que se acercase más, y por algún motivo, me tomó en cuenta y frenó justo cuando su trabajado pecho quedó en contacto con las yemas de mis dedos–. No se acerque más, por favor.
—¿Esto no cuenta como agresión? –me enseñó petulante el dorso con varios cortes–. Tskkk...en mi propio despacho y por una maldita coreana –arrugó la nariz en desagrado y estampó la mano solo unos centímetros arriba de mi cabeza. Me quedé quieta por precaución, mirándole a los ojos con pánico–. Me gustaría haberte conocido en 1910 –dijo, como si me estuviera contando un envenenado secreto–, seguro que se te quitaba la tontería con los trabajos forzados en el Imperio Japonés –me estremecí extremamente, pero no del frío–. Putos coreanos, siempre os creéis mejor que los demás.
—¡Déjame! –le grité, con los ojos vidriosos–. Voy a llamar a mi mad...–
—Cállate, me estás poniendo de los nervios –me sujetó las mejillas con una sola mano, hundiendo los dedos y logrando a la fuerza que guardara silencio. No había ninguna situación en la que eso pudiera ser un toque cariñoso, y mi cuerpo se tensó al no saber qué haría–. Señaló su escritorio con el mentón–. Siéntate. Tengo que mostrarte algo antes de que te vayas.
4. [castigo de novata]
Areum
Sin opción, caminé detrás del Señor Takashi con miedo, cogiéndome las manos nerviosa, en silencio para no molestarle.
—Levanta esos papeles de ahí –su venosa mano señaló una ligera pila de folios, y los aparté, revelando una carpeta azul acartonada–. Ábrela, estoy ansioso de verte la cara.
Me quedé a su lado, él prácticamente riéndose de mis trémulos dedos.
Abrí la carpeta de mala gana, y los ojos casi se me salen de las cuencas cuando vi aquellas imágenes comprometedoras. Fotos de la noche de graffitis con Kohaku, los dos en escena y con las mascarillas bajadas en un oportuno momento de carcajadas histéricas.
Había otra imagen de mí, pintando la pared del callejón y vestida con la chaqueta de Kohaku. Otra foto, le captaba más en detalle a él, sonriendo y también vandalizando el callejón.
Y cada vez que pasaba las fotos, surgían otras peores. La más comprometedora, sin duda, era una en la que los dos estábamos abrazados. No se nos veían las caras por completo, pero había que ser tonto como para no conectar los hilos.
La enemistad empresarial no nos permitía la amistad, y sobra decir que si esto salía a la luz,la prensa nos molestaría por semanas, por no hablar de nuestros padres.
—¿Has hecho esto tú? –pregunté apática, segundos antes de romper las fotos por la mitad, rompiendo el silencio de aquel despacho rojo infernal–. Fuiste tú quien avisó a mi madre de que estaba con Kohaku, ¿verdad?
Podría pegarle un bofetón como mínimo, pero una rabia más profunda se instaló dentro de mí. ¿Por qué había violado así mi privacidad?
—No te preocupes, tengo varias copias de seguridad –se pegó a mí por detrás, las manos apoyadas en el escritorio y hablando sereno–, una para tu madre, otra para la prensa, otra para ti de recuerdo, para tu amiguito...las que quieras, cielo.
Apreté las manos a los lados, prácticamente al borde de un ataque de ansiedad.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Sugar, daddy»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sugar, daddy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Sugar, daddy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.