JOSEPH RATZINGER
COOPERADORES DE LA VERDAD
(Reflexiones para cada día del año)
Introducción, traducción y notas:
JOSÉ LUIS DEL BARCO
Segunda edición
EDICIONES RIALP
MADRID
Título original: Mitarbeiter der Wahrheit Gedanken für jeden Tag.
© 2021 de la versión española, realizada por JOSÉ LUIS DEL BARCO COLLAZOS,
by EDICIONES RIALP, S.A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
( www.rialp.com)
El editor se encuentra a disposición dxerechos de autor con los que no haya podido ponerse en contacto.
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopias, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Cubierta: Studio 5
Fotocomposición: M. T., S. A.
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (edición impresa): 978-84-321-5392-1
ISBN (edición digital): 978-84-321-5393-8
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR JOSEPH RATZINGER COOPERADORES DE LA VERDAD (Reflexiones para cada día del año) Introducción, traducción y notas: JOSÉ LUIS DEL BARCO Segunda edición EDICIONES RIALP MADRID
CRÉDITOS Título original: Mitarbeiter der Wahrheit Gedanken für jeden Tag. © 2021 de la versión española, realizada por JOSÉ LUIS DEL BARCO COLLAZOS, by EDICIONES RIALP, S.A., Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid ( www.rialp.com ) El editor se encuentra a disposición dxerechos de autor con los que no haya podido ponerse en contacto. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopias, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org ) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Cubierta: Studio 5 Fotocomposición: M. T., S. A. Realización ePub: produccioneditorial.com ISBN (edición impresa): 978-84-321-5392-1 ISBN (edición digital): 978-84-321-5393-8
INTRODUCCIÓN
PRÓLOGO
ENERO
FEBRERO
MARZO
ABRIL
MAYO
JUNIO
JULIO
AGOSTO
SEPTIEMBRE
OCTUBRE
NOVIEMBRE
DICIEMBRE
ÍNDICE DE OBRAS
AUTOR
PATMOS, LIBROS DE ESPIRITUALIDAD
INTRODUCCIÓN
Verdad y eticidad
Aun cuando la estructura de Mitarbeiter der Wahrheit pudiera sugerir que nos encontramos ante una obra sin unidad ni pretensiones sistemáticas, la lectura detenida de sus páginas nos hará modificar sustancialmente ese juicio. No hay en ellas, ciertamente, un tema central que dirija las reflexiones del autor y capture, por así decir, férrea y completamente su atención. Fiel a su objetivo de construir «una especie de breviario de la vida cotidiana», se ocupa, con hondura y maestría inigualables, de las grandes cuestiones de la vida cristiana. La enumeración completa sería tediosa. No está demás, sin embargo, indicar algunas de las más sobresalientes: la fe, la esperanza, la caridad, el sentido de la muerte, la perennidad del mensaje cristiano, los valores cristianos ante el resto de la sociedad tecnológica, la relación entre Teología y Magisterio, el nacimiento y la Pasión de Cristo, el cielo, el purgatorio, el infierno, la actitud del intelectual cristiano, el sentido del dolor, el Concilio Vaticano II, etc. Un riquísimo y variado conjunto de problemas, pues,con ambiciones de abarcar las cuestiones decisivas de la existencia cristiana.
Ese aparente abigarramiento temático está, no obstante, cruzado internamente por una idea central, brillante y fecunda, que enhebra los variados asuntos confiriéndoles unidad y coherencia. Podríamos formularla así: «sin verdad no se puede obrar rectamente... la voluntad de verdad, la búsqueda humilde de la verdad, la disposición permanente a aprenderla es el supuesto fundamental de toda mo ral»[1]. Pese a su aparente sencillez, esa fórmula encierra, en la intención del autor, algunas de las más grandes y complejas cuestiones de la historia del pensamiento. Sin referirlos de un modo o de otro a la verdad resulta imposible entender cabalmente, por ejemplo, el hombre, el amor o el mismo Dios. El hombre, porque es lo más adecuado a su esencia, la «llamada del propio ser»[2]; el amor, porque la supone[3]; Dios, porque la es[4].
Aprehender la naturaleza del hombre ha sido un empeño constante del pensar. Kant reconoció sin titubeos que la pregunta «¿qué es el hombre?» —que aparece formulada en el Salmo 8 mucho antes de que la planteara el filósofo regiomontano— encierra de algún modo la respuesta a los demás interrogantes filosóficos —«¿qué puedo conocer?», «¿qué debo hacer», «¿qué me cabe esperar?»—, pues todas son preguntas antropológicas que, en última instancia, remiten a ella[5].
A pesar de haber sido estudiada entusiásticamente, la esencia del hombre ha sido con frecuencia erróneamente entendida. En ocasiones se incurre en un dualismo que olvida su intrínseca unidad[6]. Otras veces se comete un torpe reduccionismo, que restringe el problema del hombre a una investigación sobre la fórmula química de la estructura del ADN de sus genes o sobre la capacidad de adaptación de su organismo a un determinado «nicho ecológico». Buena parte de la antropología moderna concibe al hombre como «mono desnudo», «rata pérfida», «destructor de la naturaleza», o como simple «producto de la herencia y del azar», incurriendo en un reduccionismo miope inhábil para dar cuenta de las dimensiones genuinas de lo humano, cuya gravedad se aprecia con fuerza creciente en las variadas formas de degradación y envilecimiento de que es objeto el hombre contemporáneo.
Semejante desenfoque, que lleva a identificar, como ha hecho Sartre, el infierno con el otro, o a definir al hombre como «robot ciegamente programado para la conservación de moléculas egoístas»[7], es una manifestación de la crisis de nuestra época, cuyo núcleo fundamental se halla en la renuncia a la verdad. Sin tomarla en consideración no se puede explicar suficientemente la naturaleza humana, pues su singularidad inequívoca reside en la capacidad para reconocer la verdad[8]. Ella es lo más adecuado a su esencia[9], su auténtica vocación: para ella ha sido creado por Dios[10]. Sin ese elemento, del que vive y se nutre, se hunde el suelo sobre el que se asienta su existencia.
Si el hombre no fuera «el ser que se mueve en la verdad», su misma dimensión moral resultaría inexplicable, pues, como hemos indicado previamente, sin verdad no se puede obrar rectamente. La moral remite ineludiblemente a la verdad. Y ello de doble modo. De un lado, constituyéndose en fundamento suyo. Como quiera que el lenguaje de la naturaleza es también el lenguaje de la moral, desentenderse de la verdad significa quedar incapacitado para comprenderlo, pues «el hombre que vive contra la verdad vive también contra la naturaleza»[11]. Apartarse de aquélla significa alejarse de ésta, eliminar el supuesto sustentante de la eticidad, es decir, permitir la vigencia del principio «lo antinatural es lo normal» que constituye una de las expresiones más netas del amoralismo. De otro, estableciendo su requisito esencial, a saber, «la libre aceptación de nuestro ser», por decirlo con la atinada expresión de Millán-Puelles[12] «Sólo podemos ser rectos y justos, si la rectitud triunfa en nosotros, si somos “correctos”. Sólo nos cabe ser tal cosa, empero, si corresponde a la verdad de nuestro ser... No puede haber justicia, si no comienza habiéndola en el hombre. Pero en el hombre no puede haberla si niega radicalmente su verdad»[13]. Sin esa doble remisión a la verdad, la moral se ve abocada a una de las siguientes situaciones: o a desaparecer, pues si la verdad no existe está justificado todo, o al fanatismo, cuyas manifestaciones más sobresalientes son la primacía de lo técnico sobre lo ético y la justificación de los medios por los fines a los que se ordenan.
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