Mavis Gallant - Una vida aceptable

Здесь есть возможность читать онлайн «Mavis Gallant - Una vida aceptable» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Una vida aceptable: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Una vida aceptable»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Las novelas de Mavis Gallant son tan memorables como sus famosos cuentos. Llena de ingenio y de mordacidad, Una vida aceptable es una obra maestra del siglo XX, satírica y compasiva. Libre y arrolladora.
Shirley Perrigny tiene veintisiete años, es canadiense y vive como expatriada en París. Ha perdido un marido, pero pronto se ha procurado otro, Philippe, un periodista francés de lo más adecuado y exitoso. Despreciada por los parisinos y sermoneada por sus compatriotas canadienses, no puede evitar citar a Jane Austen y Kingsley Amis ante cualquier situación que se le presente. Además, es una experta en utilizar su miopía como arma de defensa contra las agotadoras agresiones sociales que parece no dejar de sufrir. Felizmente, a medida que las ataduras que creía inalterables comienzan a desaparecer, su auténtica personalidad sale a luz, y quien antes era víctima ahora abandona su desgracia y de ella brota una radiante mujer llena de cualidades. Espontánea, divertida y a la vez trágica, descubre que quizá pueda convertirse en la heroína involuntaria de su propia historia.

Una vida aceptable — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Una vida aceptable», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En la memoria de la viajera, los éclairs sustituyeron inmediatamente a las tortitas escocesas. Se acordó de que le habían dicho que probase los éclairs de Pons. Escogió los dos que tenían el glaseado más denso y brillante y empezó a comérselos en cuanto llegaron, mientras le explicaba a Shirley que ella siempre se había tenido que sacrificar por los demás: siempre había puesto sus deseos al final de la lista. Ahora sus hijos se habían dado cuenta y el arrepentimiento los corroía por dentro: ellos se habían casado con unas esnobs egoístas; y a Phyllis tampoco le había ido mucho mejor.

Shirley, que se bebía el café solo como si fuera veneno negro, entrevió el pánico de la vejez en su acompañante y esa necesidad de comérselo todo cuanto antes.

—Madre solo hay una en esta vida —dijo la señora Castle. Su triunfo sonaba algo apesadumbrado: ¿los hijos de la señora Castle la querrían más por ser única?—. Tu madre ha estado muy apagada todo el invierno, Shirl —continuó—. Ella dice que solo es un virus estomacal. Pero nueve de cada diez veces cualquier cosa en el estómago resulta ser cáncer. ¿A ti qué te cuenta?

—Acaba de mandarme una carta larguísima.

—Habla más alto, hija, que no te oigo cuando mastico.

—Acaba de mandarme una carta larguísima. Llegó ayer, pero no he tenido ocasión de leerla hasta hoy. Va de campanillas, toda la historia de las campanillas. No sé por qué. Dice que no entiende mi letra.

—Tu madre sabe un montón de botánica —apuntó la señora Castle.

—Le decía que creo que estoy echando a perder mi matrimonio; haciendo todo lo que no hay que hacer. Aunque yo sí entiendo su letra, no siempre sé adónde quiere llegar. Una vez me pidió que le señalara en un mapa las Grandes Rousses y que se lo enviara por correo aéreo. ¿Cómo iba a saber que eran montañas? Podrían haber sido bailarinas desnudas. Philippe lo sabía, pero se había marchado una temporada por trabajo; y, cuando volvió y me explicó que se trataba de montañas, mi madre me dijo que era demasiado tarde. ¿Demasiado tarde para qué? En otra ocasión, quería una foto del castillo y de las mazmorras de Nogent-le-Rotrou. Philippe también lo conocía, y si no, lo buscó, e incluso me consiguió la foto. Pero tardé un par de semanas en responder y mi madre al final ni siquiera nos dio las gracias. A lo mejor estaba buscando Jericó otra vez. La Jericó original, la que destruyeron; porque ella asegura que, en realidad, estaba en Europa. Pero como nunca me lo dijo, nunca supe qué quería en realidad…

—No tendrías que haberle contado esa parte del matrimonio —dijo la señora Castle—. Seguro que a Margaret no le gustó. Ella es una persona espiritual. Seguro que no le hizo ni pizca de gracia. Tu padre era un hombre muy cariñoso. Al principio intentaba cogerla de la mano y esas cosas, pero ella lo intimidaba con la mirada y le decía: «Teddy, no seas cochino». Es más partidaria de la faceta espiritual de las cosas. Teddy acabó acostumbrándose a ella. De hecho, creo que hasta acabó gustándole esa característica suya.

—No tenía ni idea de que fuese así —dijo Shirley—. Mi madre siempre ha sido muy razonable con todo, excepto con Inglaterra, y hablaba de buen grado de cualquier asunto, siempre y cuando no se tratase de algo personal.

—¿Por qué no has venido con él? —preguntó la señora Castle—. Creo recordar que os invité a los dos.

Shirley, jugando con su taza, dijo:

—Se me olvidó decírselo. —Y, antes de que le pidiese que lo repitiera, gritó—: ¡SE ME OLVIDÓ! De todas formas, no habría podido venir porque tenía que recoger a su hermana. Y yo tampoco sabía dónde estaba. Cuando he vuelto a casa esta mañana, ya se había ido. Había dejado una luz encendida, como si hubiera salido antes del amanecer, y dos pastillas para dormir para mí. Cuando discutimos, él nunca discute: se limita a escucharme y a corregir mi francés de vez en cuando, y luego me deja un par de sedantes en un platillo. Al verlos he comprendido que quería decirme que no había discusión, o que esta ya había terminado.

—¿Qué es eso de que has vuelto a casa esta mañana? ¿Qué haces por las noches? ¿Dar vueltas en autobús? Deja la taza. Si quieres más café, dilo, pero no juegues con la comida fría.

—Era muy sencillo, señora Castle… Me parecía sencillísimo, pero he armado un lío tremendo. Tengo una amiga que se llama Renata. No es italiana, a pesar del nombre. El caso es que quería abortar, así que le conseguí la dirección y fui con ella. Por cierto, no se lo diga a madre. Todo esto fue el viernes. Al día siguiente, o sea, ayer, me llamó para decirme que me necesitaba, que le contase a Philippe cualquier excusa, que le dijera que iba a una fiesta o algo por el estilo. La cuestión es que la persona implicada, el responsable, o sea…

—Te aseguro, sin miedo a equivocarme, que no quiero saber nada. Shirl, ¿qué pintabas tú ahí, para empezar?

—¿Que qué pintaba yo? Nada. Pero dijo que me necesitaba. Y es que había intentado suicidarse. No con mucho ahínco, pero en fin…, habría podido salirle bien, para su sorpresa. No podía contarle nada a Philippe porque aquí el aborto es un asunto grave. Basta con que lo sepas para buscarte la ruina. Lo último que quiero es que él averigüe que fui yo quien le dio la dirección. Nunca me ha quedado muy claro lo católico que es. Pero lo que sí que sé a ciencia cierta es que Renata le parece una pesada y que cree que desperdicio mi vida y mi tiempo con gente que no vale un comino. Pero ¿cómo se puede saber lo que vale alguien? ¿Cuál es la medida?

—Todo esto es cosa de tu madre —dijo la señora Castle—. Toda su familia era como tú. Sabe Dios que tu abuelo llevaba a casa al primer holgazán que encontraba por la calle. Siempre había algún zángano comiendo huevos fritos en la cocina de tu abuela. Y ella les leía la Palabra de Dios hasta que no quedase un parado sin cristianizar. Más vale que le cuentes algún cuento al pobre infeliz de tu marido.

—Más vale que le diga la verdad, antes de que la cosa se complique aún más.

—No tiene sentido —dijo la señora Castle, con voz tranquila—. Si empiezas con circunloquios y te enrollas, como estás haciendo conmigo, va a quedarse frito. Si quieres que te preste atención, escríbele una carta. Eso siempre conmociona a los hombres. Parece la última palabra. Así podrá llevársela, leerla tranquilamente y reflexionar. Te digo por experiencia que es eficaz, siempre y cuando no se abuse. Y que sea corta. Solo las mujeres que están locas escriben cartas largas. Cuéntale la verdad si suena realista. Si no, invéntate algo mejor. No hay ninguna necesidad de ir por la vida diciendo ridiculeces solo porque dé la casualidad de que sean verdad. Que sea verosímil, pero sobre todo sé escueta.

—Una fiesta es verosímil. Él cree que siempre estamos por ahí bebiendo y armando jaleo.

—«Estamos», ¿quiénes?

—Ah…, los americanos.

—Yo no soy americana. Y, hasta donde yo sé, tú tampoco naciste en Estados Unidos. Si vas a ponerte así, a olvidarte de tus orígenes, no quiero oír ni una palabra más. Imagino que, siendo católico, estará en contra del suicidio.

—Eso casi es lo de menos. Philippe está harto de mis amigos y de sus penurias. Cree que uno ha de guardarse sus cosas, a menos que sepa presentarlas como extraordinarias. Philippe no se parece en nada a la familia de madre. De hecho, es justo lo contrario. Prefiero decirle que estaba en una fiesta, y no cuidando de una amiga. Porque es verdad que a veces salgo sin él. Llegó un momento en el que empezamos a vivir así: yo iba a fiestas por mi cuenta porque él se quedaba trabajando hasta tarde o había salido de la ciudad por un encargo. Pero es que, aunque esté aquí, los sábados no sale. Mientras que a mí quedarme en casa un sábado por la noche me parece muy triste. Si te soy sincera, Philippe me da un poco de miedo. Y ahora me aterra tener que ir a casa de mi suegra. Cuando está con su hermana y con su madre, me paso todo el tiempo hecha un manojo de nervios. Tengo la sensación de que me están juzgando por cosas que no entiendo. Si las entendiese, a lo mejor me daría igual.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Una vida aceptable»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Una vida aceptable» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Una vida aceptable»

Обсуждение, отзывы о книге «Una vida aceptable» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x