Federico Lorca - Yerma

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Yerma es una tragedia con un solo tema (la mujer estéril) y un carácter en progresivo desarrollo. A través del largo tiempo dramático, Yerma lucha desesperadamente con su verdad, que cada vez se vuelve más conflictiva y no ceja en ello hasta consumarla. La resolución final -la muerte del marido- es la última defensa de su sueño imposible y una afirmación rotunda de su destino trágico ante la ciega fatalidad.

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Federico García Lorca Yerma Poema Tragico En Tres Actos Y Seis Cuadros 1934 - фото 1

Federico García Lorca

Yerma

Poema Tragico En Tres Actos Y Seis Cuadros

(1934)

PERSONAJES:

YERMA HEMBRA

MARÍA CUÑADA 1ª

VIEJA PAGANA CUÑADA 2ª

DOLORES MUJER 1ª

LAVANDERA 1ª MUJER 2ª

LAVANDERA 2ª NIÑO

LAVANDERA 3ª JUAN

LAVANDERA 4ª VÍCTOR

LAVANDERA 5ª MACHO

LAVANDERA 6ª HOMBRE 1º

MUCHACHA 1ª HOMBRE 2°

MUCHACHA 2ª HOMBRE 3°

ACTO PRIMERO

CUADRO PRIMERO

(Al levantarse el telón está YERMA dormida con un tabanque de costura a los pies.

La escena tiene una extraña luz de sueño. Un pastor sale de puntillas mirando

fijamente a YERMA . Lleva de la mano a un niño vestido de blanco.

Suena el reloj. Cuando sale el pastor, la luz se cambia por una

alegre luz de mañana de primavera. YERMA se despierta.)

CANTO

VOZ DENTRO.-

A la nana, nana, nana,

a la nanita le haremos

una chocita en el campo

y en ella nos meteremos.

YERMA.-Juan, ¿me oyes? Juan.

JUAN.-Voy.

YERMA.-Ya es la hora.

JUAN. ¿Pasaron las yuntas?

YERMA.-Ya pasaron.

JUAN.-Hasta luego. (Va a salir.)

YERMA.-¿No tomas un vaso de leche?

JUAN.- ¿Para qué?

YERMA.-Trabajas mucho y no tienes tú cuerpo para resistir los trabajos.

JUAN.-Cuando los hombres se quedan enjutos se ponen fuertes como el acero.

YERMA.-Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes la cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría que fueras al río y nadaras y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses llevamos casados, y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés.

JUAN.-¿Has acabado?

YERMA.- (Levantándose.) No lo tomes a mal. Si yo estuviera enferma me gustaría que tú me cuidases. “Mi mujer está enferma. Voy a matar ese cordero para hacerle un buen guiso de carne.” “Mi mujer está enferma. Voy a guardar esta enjundia de gallina para aliviar su pecho, voy a llevarle esta piel de oveja para guardar sus pies de la nieve.”Así soy yo. Por eso te cuido.

JUAN.-Y yo te lo agradezco.

YERMA.-Pero no te dejas cuidar.

JUAN.-Es que no tengo nada. Todas esas cosas son suposiciones tuyas. Trabajo mucho. Cada año seré más viejo.

YERMA.-Cada año… Tú y yo seguiremos aquí cada año…

JUAN.- (Sonriente.) Naturalmente. Y bien sosegados. Las cosas de la labor van bien, no tenemos hijos que gasten.

YERMA. – No tenemos hijos… ¡Juan!

JUAN.-Dime.

YERMA.-¿Es que yo no te quiero a ti?

JUAN.-Me quieres.

YERMA. – Yo conozco muchachas que han temblado y que lloraban antes de entrar en la cama con sus maridos. ¿Lloré yo la primera vez que me acosté contigo? ¿No cantaba al levantar los embozos de holanda? Y no te dije, ¡cómo huelen a manzanas estas ropas!

JUAN.-¡Eso dijiste!

YERMA.-Mi madre lloró porque no sentí separarme de ella. ¡Y era verdad! Nadie se casó con más alegría. Y, sin embargo…

JUAN.- Calla. Demasiado trabajo tengo yo con oír en todo momento…

YERMA.-No. No me repitas lo que dicen. Yo veo por mis ojos que eso no puede ser… A fuerza de caer la lluvia sobre las piedras éstas se ablandan y hacen crecer jaramagos, que las gentes dicen que no sirven para nada. "Los jaramagos no sirven para nada", pero yo bien los veo mover sus lores amarillas en el aire.

JUAN.-¡Hay que esperar!

YERMA.- Sí; queriendo. ( YERMA abraza y besa al marido, tomando ella la iniciativa.) ,

JUAN.-Si necesitas algo me lo dices y lo traeré. Ya sabes que no me gusta que salgas.

YERMA.-Nunca salgo.

JUAN.-Estás mejor aquí.

YERMA.-Sí.

JUAN.-La calle es para la gente desocupada.

YERMA.- (Sombría) Claro.

(El marido sale y YERMA se dirige a la costura, se pasa la mano por el vientre, alza los brazos en un hermoso bostezo y se sienta a coser.)

¿De dónde vienes, amor, mi niño?

De la cresta del duro frío.

¿Qué necesitas, amor, mi niño?

La tibia tela de tu vestido.

(Enhebra la aguja)

¡Que se agiten las ramas al sol

y salten las fuentes alrededor!

(Como si hablara con un niño.)

En el patio ladra el perro,

en los árboles canta el viento.

Los bueyes mugen al boyero

y la luna me riza los cabellos.

¿Qué pides, niño, desde tan lejos?

(Pausa.)

Los blancos montes que hay en tu pecho.

¡Que se agiten las ramas al sol y salten las fuentes alrededor!

(Cosiendo.)

Te diré, niño mío, que sí,

tronchada y rota soy para ti.

¡Cómo me duele esta cintura

donde tendrás primera cuna!

Cuándo, mi niño, vas a venir.

(Pausa.)

Cuando to carne huela a jazmín.

¡Que se agiten las ramas al sol

y salten las fuentes alrededor!

( YERMA queda cantando. Por la puerta entra MARÍA , que viene con un lío de ropa.)

YERMA.-¿De dónde vienes?

MARÍA.-De la tienda.

YERMA.-¿De la tienda tan temprano?

MARÍA.-Por mi gusto hubiera esperado en la puerta a que abrieran; y ¿a que no sabes lo que he comprado?

YERMA.- Habrás comprado café para el desayuno, azúcar, los panes.

MARÍA.-No. He comprado encajes, tres varas de hilo, cintas y lanas de color para hacer madroños. El dinero lo tenía mi marido y me lo ha dado él mismo.

YERMA.-Te vas a hacer una blusa.

MARÍA.-No, es porque… ¿sabes?

YERMA.-¿Qué?

MARÍA.-Porque ¡ya ha llegado!

(Queda con la cabeza baja. YERMA se levanta y queda mirándola con admiración.)

YERMA.-¡A los cinco meses!

MARÍA.-Sí.

YERMA.-¿Te has dado cuenta de ello?

MARÍA.-Naturalmente.

YERMA.- (Con curiosidad.) ¿Y qué sientes?

MARÍA.-No sé. Angustia.

YERMA. – Angustia. (Agarrada a ella.) Pero… ¿cuándo llegó?… Dime. Tú estabas descuidada.

MARÍA.-Sí, descuidada…

YERMA. – Estarías cantando, ¿verdad? Yo canto. Tú… dime…

MARÍA.-No me preguntes. ¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano?

YERMA.-Sí.

MARÍA.-Pues, lo mismo…, pero por dentro de la sangre.

YERMA. – ¡Qué hermosura! (La mira extraviada.)

MARÍA. – Estoy aturdida. No sé nada.

YERMA.-¿De qué?

MARíA.-De lo que tengo que hacer. Le preguntaré a mi madre.

YERMA. ¿Para qué? Ya está vieja y habrá olvidado estas cosas. No andes mucho y cuando respires respira tan suave como si tuvieras una rosa entre los dientes.

MARÍA.-Oye, dicen qur más adelante te empuja suavemente con las piernecitas.

YERMA.-Y entonces es cuando se le quiere más, cuando se dice ya: ¡mi hijo!

MARÍA.-En medio de todo tengo vergüenza.

YERMA. ¿Qué ha dicho tu marido?

MARÍA.-Nada.

YERMA. ¿Te quiere mucho?

MARÍA.-No me lo dice, pero se pone junto a mí y sus ojos tiemblan como dos hojas verdes.

YERMA. ¿Sabía él que tú…?

MARÍA.-Sí.

YERMA. ¿Y por qué lo sabía?

MARÍA.-No sé. Pero la noche que nos casamos me lo decía constantemente con su boca puesta en mi mejilla, tanto que a mí me parece que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja.

YERMA.-¡Dichosa!

MARÍA.-Pero tú estás más enterada de esto que yo.

YERMA. ¿De qué me sirve?

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