Pablo Neruda - 100 Sonetos de Amor

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100 sonetos de amor, es la obra poética más apasionada de Pablo Neruda. Los escribió para su mujer, haciéndole entrega de uno de ellos cada día. Cada poema rebasa pasión y amor con un lenguaje que puedes casi probar en tu boca. Estos Sonetosestán hechospara ser dichos en voz alta sino cantados porque el lenguaje, ya sea en el original español o traducido,es riquísimo en significados que hacen maravillosa su lectura. No sólo gozarás del lenguaje, sinoque podrás percibirel ser íntimo de los amantesyla belleza de Sudamérica, fuente de inspiración de las imágenes que Neruda utiliza.Sumérgete en el amor de Neruda por su esposa eimagínaterodeado de la belleza que inspiró la pluma de Neruda, como si se tratara de un río que cae lentamente alimentando el océano de tu mente.

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a la miel, a la música, al mar, al nacimiento.

(Soledad sostenida por un constante rostro

como una grave flor sin cesar extendida

hasta abarcar la pura muchedumbre del cielo.)

Volaban alas frías del mar, del Archipiélago,

hacia la arena del Noroeste de Chile.

Y la noche cerró su celeste cerrojo.

Soneto LXXXVIII

El mes de Marzo vuelve con su luz escondida

y se deslizan peces inmensos por el cielo,

vago vapor terrestre progresa sigiloso,

una por una caen al silencio las cosas.

Por suerte en esta crisis de atmósfera errabunda

reuniste las vidas del mar con las del fuego,

el movimiento gris de la nave de invierno,

la forma que el amor imprimió a la guitarra.

Oh amor, rosa mojada por sirenas y espumas,

fuego que baila y sube la invisible escalera

y despierta en el túnel del insomnio a la sangre

para que se consuman las olas en el cielo,

olvide el mar sus bienes y leones

y caiga el mundo adentro de las redes oscuras.

Soneto LXXXIX

Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:

quiero la luz y el trigo de tus manos amadas

pasar una vez más sobre mí su frescura:

sentir la suavidad que cambió mi destino.

Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,

quiero que tus oídos sigan oyendo el viento,

que huelas el aroma del mar que amamos juntos

y que sigas pisando la arena que pisamos.

Quiero que lo que amo siga vivo

y a ti te amé y canté sobre todas las cosas,

por eso sigue tú floreciendo, florida,

para que alcances todo lo que mi amor te ordena,

para que se pasee mi sombra por tu pelo,

para que así conozcan la razón de mi canto.

Soneto XC

Pensé morir, sentí de cerca el frío,

y de cuanto viví sólo a ti te dejaba:

tu boca eran mi día y mi noche terrestres

y tu piel la república fundada por mis besos.

En ese instante se terminaron los libros,

la amistad, los tesoros sin tregua acumulados,

la casa transparente que tú y yo construimos:

todo dejó de ser, menos tus ojos.

Porque el amor, mientras la vida nos acosa,

es simplemente una ola alta sobre las olas,

pero ay cuando la muerte viene a tocar a la puerta

hay sólo tu mirada para tanto vacío,

sólo tu claridad para no seguir siendo,

sólo tu amor para cerrar la sombra.

Soneto XCI

La edad nos cubre como la llovizna,

interminable y árido es el tiempo,

una pluma de sal toca tu rostro,

una gotera carcomió mi traje:

el tiempo no distingue entre mis manos

o un vuelo de naranjas en las tuyas:

pica con nieve y azadón la vida:

la vida tuya que es la vida mía.

La vida mía que te di se llena

de años, como el volumen de un racimo.

Regresarán las uvas a la tierra.

Y aún allá abajo el tiempo sigue siendo,

esperando, lloviendo sobre el polvo,

ávido de borrar hasta la ausencia.

Soneto XCII

Amor mío, si muero y tú no mueres,

no demos al dolor más territorio:

amor mío, si mueres y no muero,

no hay extensión como la que vivimos.

Polvo en el trigo, arena en las arenas

el tiempo, el agua errante, el viento vago

nos llevó como grano navegante.

Pudimos no encontrarnos en el tiempo.

Esta pradera en que nos encontramos,

oh pequeño infinito! devolvemos.

Pero este amor, amor, no ha terminado,

y así como no tuvo nacimiento

no tiene muerte, es como un largo río,

sólo cambia de tierras y de labios.

Soneto XCIII

Si alguna vez tu pecho se detiene,

si algo deja de andar ardiendo por tus venas,

si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,

si tus manos se olvidan de volar y se duermen,

Matilde, amor, deja tus labios entreabiertos

porque ese último beso debe durar conmigo,

debe quedar inmóvil para siempre en tu boca

para que así también me acompañe en mi muerte.

Me moriré besando tu loca boca fría,

abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,

y buscando la luz de tus ojos cerrados.

Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo

iremos confundidos en una sola muerte

a vivir para siempre la eternidad de un beso.

Soneto XCIV

Si muero sobrevíveme con tanta fuerza pura

que despiertes la furia del pálido y del frío,

de sur a sur levanta tus ojos indelebles,

de sol a sol que suene tu boca de guitarra.

No quiero que vacilen tu risa ni tus pasos,

no quiero que se muera mi herencia de alegría,

no llames a mi pecho, estoy ausente.

Vive en mi ausencia como en una casa.

Es una casa tan grande la ausencia

que pasarás en ella a través de los muros

y colgarás los cuadros en el aire.

Es una casa tan transparente la ausencia

que yo sin vida te veré vivir

y si sufres, mi amor, me moriré otra vez.

Soneto XCV

Quiénes se amaron como nosotros? Busquemos

las antiguas cenizas del corazón quemado

y allí que caigan uno por uno nuestros besos

hasta que resucite la flor deshabitada.

Amemos el amor que consumió su fruto

y descendió a la tierra con rostro y poderío:

tú y yo somos la luz que continúa,

su inquebrantable espiga delicada.

Al amor sepultado por tanto tiempo frío,

por nieve y primavera, por olvido y otoño,

acerquemos la luz de una nueva manzana,

de la frescura abierta por una nueva herida,

como el amor antiguo que camina en silencio

por una eternidad de bocas enterradas.

Soneto XCVI

Pienso, esta época en que tú me amaste

se irá por otra azul sustituida,

será otra piel sobre los mismos huesos,

otros ojos verán la primavera.

Nadie de los que ataron esta hora,

de los que conversaron con el humo,

gobiernos, traficantes, transeúntes,

continuarán moviéndose en sus hilos.

Se irán los crueles dioses con anteojos,

los peludos carnívoros con libro,

los pulgones y los pipipasseyros.

Y cuando esté recién lavado el mundo

nacerán otros ojos en el agua

y crecerá sin lágrimas el trigo.

Soneto XCVII

Hay que volar en este tiempo, a dónde?

Sin alas, sin avión, volar sin duda:

ya los pasos pasaron sin remedio,

no elevaron los pies del pasajero.

Hay que volar a cada instante como

las águilas, las moscas y los días,

hay que vencer los ojos de Saturno

y establecer allí nuevas campanas.

Ya no bastan zapatos ni caminos,

ya no sirve la tierra a los errantes,

ya cruzaron la noche las raíces,

y tú aparecerás en otra estrella

determinadamente transitoria

convertida por fin en amapola.

Soneto XCVIII

Y esta palabra, este papel escrito

por las mil manos de una sola mano,

no queda en ti, no sirve para sueños,

cae a la tierra: allí se continúa.

No importa que la luz o la alabanza

se derramen y salgan de la copa

si fueron un tenaz temblor del vino,

si se tiñó tu boca de amaranto.

No quiere más la sílaba tardía,

lo que trae y retrae el arrecife

de mis recuerdos, la irritada espuma,

no quiere más sino escribir tu nombre.

Y aunque lo calle mi sombrío amor

más tarde lo dirá la primavera.

Soneto XCIX

Otros días vendrán, será entendido

el silencio de plantas y planetas

y cuántas cosas puras pasarán!

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