Jorge Bucay - Cartas Para Claudia

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Cartas Para Claudia: краткое содержание, описание и аннотация

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Este libro está compuesto de los escritos que, durante más de tres años de trabajo terapéutico, Jorge Bucay dedicó a sus pacientes. Con el tiempo, ellos mismos empezaron a compartir y distribuir estas cartas, hasta que, un día, y en vistas del éxito que estaban teniendo, sugirieron a Jorge Bucay que las publicara. Con sus propios recursos y la ayuda de algunos buenos amigos, Jorge Bucay publicó este libro en 1986 con el título Cartas para Claudia. En esta correspondencia imaginaria, Claudia, una amiga muy querida por el autor, es la destinataria de un correo revelador que despejará muchas de sus dudas sobre el autoconocimiento, el amor, la belleza de la vida y los secretos de la psicología. El libro se ha convertido ya en todo un clásico de la autoayuda.

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El domingo, me levanté con una sensación muy especial. Sabía que terminaba el laboratorio y adentro de mí se mezclaban los recuerdos: el placer de volver a verlos y el displacer de separarme de ellos.

Alrededor de las ocho de la noche, el laboratorio comenzó la parte final. Nos colocamos todos en rueda sosteniéndonos los unos a los otros, tomados de los hombros y realizando un pequeño movimiento libre de nuestro cuerpo. Jorge hablaba, preparaba nuestra despedida. Repitió la frase inicial del laboratorio y dijo que nos despidiéramos para siempre de todos, como si nunca más volviéramos a vernos, que si nos encontrábamos alguna vez, sería muy hermoso.

Nos despedimos… y me fui.

Al llegar a mi casa y acostarme, todavía podía sentir los abrazos, las miradas y las voces de mis compañeros. El día siguiente fue muy duro. Sentía que esa gente con quien había compartido tantas cosas era diferente a la que podía encontrar en la calle, en el trabajo, en el mundo real. Sentía que era muy difícil relacionarme con otras personas de esa manera pura, simple, honesta, con tan fuertes sentimientos y libre paso a la afectividad.

Pero sentía también que no estaba dispuesta aceptar relacionarme desde lo poco comprometido que ofrecen nuestras relaciones superficiales de todos los días.

Al transcurrir mi tiempo, capitalicé que de alguna manera esas personas eran también personas reales y del mundo real. Lo único distinto era la situación y la decisión de libertad que nos habíamos dado unos a otros.

Me doy cuenta de que esta forma íntima (en el sentido que Berne da a la intimidad) es la forma que elijo para relacionarme con los otros y me hago responsable de mi elección…”

¿Te das cuenta? Un laboratorio es una manera de pararse en otro lugar durante un tiempo, para verme a mí y a mi realidad desde otro lado. Un laboratorio es la oportunidad de verme reflejado en infinitos espejos.

Aníbal Sabatini decía que la plenitud (o felicidad o nuestro más deseado objetivo) está dentro de una habitación frente a nosotros. Sabemos que sólo tenemos que abrir la puerta y ya está. Entonces, nos acercamos, giramos el picaporte (pues sabemos que no hay cerraduras) y empujamos. En un primer momento, la puerta no se abre. Debe estar trabada, pensamos, y empujamos más fuerte. No hay caso. Aumentamos el esfuerzo, sin éxito. Llamamos a nuestros amigos, familiares y terapeutas para que nos ayuden a empujar. Lo hacen. Pero la puerta no cede. Nunca nos detenemos. Nunca dejamos de empujar en nuestra vida. Y empujando, empujando, nunca nos damos cuenta.

Nunca nos damos cuenta que no se trata de empujar, sino de acercar con suavidad la puerta hacia nosotros.

Un laboratorio es una manera de enseñar una nueva posibilidad para dejar de empujar.

¿Te das cuenta de lo que es? ¡Imagino que no!

CARTA 45

Mi sueño de ayer:

Estoy en un lugar extraño (¿baño sauna?). Hay varios roperos a mi izquierda. Me acompañan mi papá, mi mamá y una tercera persona que no sé quién es (no recuerdo). La situación no está explicitada, pero aparentemente estamos buscando el guardarropa que pertenece a mis padres. El que conoce el lugar y el número de roperitos es mi papá. El camina adelante y lo seguimos mi mamá y yo. Mi viejo termina mirando los números y yo le pregunto:

– ¿Es acá? ¿qué número es? ¿por dónde es?

En un momento, pierdo de vista a mi papá que pasa una puerta vaivén. Lo sigo. Cuando entro, mi padre está cambiándose en un vestuario general. Yo no entiendo, mi mamá y yo esperábamos del otro lado que él encuentre el lo increpo:

– ¿Qué hacés? ¿No te das cuenta de que te estamos esperando? ¿Por qué te estabas cambiando aquí? ¿Qué número es el placard nuestro?

Lo miro. Mi viejo mira hacia arriba, con la perdida.

Yo sigo:

– ¿No entendés lo que te digo?- y ahí me doy cuenta de que no me entiende.

Me invade una terrible angustia, caigo de rodillas y grito:

– No entiende, ya no entiende.

Lloro desesperadamente y así me despierto.

A mi lado está mi esposa, intenta despertarme, le grito que no me interrumpa. No quiero abandonar esta emoción hasta agotarla, no quiero interrumpirme.

Mi esposa intenta consolarme. La rechazo, la agredo, lloro. Mi esposa no me entiende, como en el sueño, no me entienden; me invade un profundo dolor.

Lloro, desconsoladamente, lloro.

Cuando agoto el llanto, aparecen dos cosas: por un lado, mi papá.

… Papá, estás viejo… (¿cuántos años cumpliste, 73?). Cómo me hubiera gustado, papá, encontrarte antes. ¡Hace veinte o treinta años! Te amo, papá. Te amo con tu obsesiva dedicación a tu trabajo, te amo con tu manera de cagarte la vida, te amo con tu incapacidad para recibir nada de nadie, te amo con la inteligencia que siempre admiré en vos y que hoy sé que nunca tuviste… Te amo con tu calidez, te amo con tu grandeza, te amo con tu honestidad sin límites, te amo con tu amor por los niños, te amo con tu amor por mi madre.

¡Me hubiera gustado tanto tener más tiempo con vos!!

La imagen de mi viejo se diluye. Queda la otra: la mía. No me entienden, o no me doy a entender, o no me siento entendido, o no soy entendible.

Nadie me entiende. Fritz, ayudame.

– ¿Qué quiere decir nadie? ¿Quién es nadie?

– Mis padres, mi esposa, mis hermanos, mis amigos.

– ¿Qué quiere decir que no te entienden?… Quiere decir que no me contienen.

– Es decir…

– Es decir que no me puedo apoyar en ellos.

– ¿Querés apoyarte en ellos?

– A veces, sí.

– ¿Lo intentás?

– No sé. A veces me parece que nunca lo intento, es como si reclamara garantías de que el otro ”va a poder” antes de confiar.

– Pavada de exigencias, ¿no?

– ¿Es muy exigente pedirle al otro que me contenga?

– No, lo exigente es pretender que te garantice que lo va a hacer.

– Es verdad.

– Por otra parte, lo que vos pedís es que te sostenga, no que te contenga.

– Fritz, soy muy débil, en realidad soy débil. Estoy harto de esta fortaleza que los demás, todos los demás, creen ver en mí.

– Aquí está un nene chiquito haciendo un berrinche.

– Bueno, ¿y qué? ¿no puedo hacer un berrinche de vez en cuando?

– ¿De dónde habrán sacado los demás la idea de la fortaleza?

– De mí…

– Hace un rato dijiste una frase: "Soy un débil, en realidad soy débil, estoy harto”, etc… Tratá de invertir esa frase, cambiando débil por fuerte y de escuchar esa frase nueva para ver cómo queda.

– Soy fuerte. En realidad soy fuerte, estoy harto de esa debilidad que los demás creen ver en mí.

– ¿Te suena? ¿Cuántas veces habrás dicho esta frase a los demás” durante tu vida? ¿Cuántas veces te la habrás recitado a vos mismo?

– Muchas…

– Es imposible para las personas aceptar un cambio de ciento ochenta grados en la estructura de los otros. Quizás si dejaras de vender fortaleza, si permitieras salir tu debilidad sin que detrás esté el exigente poniendo condiciones, si le dieras tiempo a Dios además quizás podrían contenerte.

– Qué tonto, estoy pensando que no es ese el Jorge que les gusta, no es ese Jorge el que necesitan.

– ¡Ah!, entonces vos no querés que te entiendan, ni que te quieran, ni siquiera que te acepten. Lo que vos querés es que te necesiten.

– Eso me duele. Me lastima terriblemente.

– Parece que este es el camino.

– Sí, este es el camino. Es la ruta donde siempre me atasco. Mi necesidad de valoración.

– No te frenés, dejate sentir esto.

– Quiero que me valoren.

– Ponélo en alguien frente a vos. Ese alguien es todos ”los demás”.

– Quiero que me valores, quiero que me reconozcas, quiero que me necesites.

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