Arturo Pérez-Reverte - El Asedio
Здесь есть возможность читать онлайн «Arturo Pérez-Reverte - El Asedio» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Asedio
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Asedio: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Asedio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Asedio — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Asedio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
- Cuentan que has perdido un barco -comenta Alfonso Solé.
Lolita mira a su cuñado, incómoda. Engreído inoportuno, piensa. Molesto por el giro de la conversación, pretende desquitarse ahora con rencor casi infantil. Torpe como sólo él puede serlo. Cada día que pasa, ella agradece más a su padre, que en gloria esté, no haberlo aceptado como socio.
- Sí. Con el flete.
Es una forma de resumirlo. El disgusto. Hace cuatro días, la Tlaxcala, una goleta procedente de Veracruz y cargada con 1.200 lingotes de cobre, 300 cajas de zapatos y 550 tercios de azúcar consignados a la casa Palma, fue capturada por los franceses cuando venía de arribada, tras un viaje de sesenta y un días. El autor del apresamiento fue el falucho corsario que opera habitualmente desde la ensenada de Rota, al que unos pescadores vieron marinando la goleta dos millas al oeste de punta Candor.
- Por lo menos, las pólizas de seguros han bajado desde la paz con Inglaterra -apunta el cuñado, malévolo-. Y lo mismo te recuperas pronto, con tu corsario.
Lolita, que en ese momento mira a Lorenzo Virués, ve pasar una sombra por el rostro del militar cuanto éste oye la palabra corsario. Desde la conversación que mantuvieron el día de la recepción del embajador inglés, ninguno de los dos ha vuelto a nombrar a Pepe Lobo; pero ella supone a Virués al corriente de las andanzas del marino. Desde su armamento por las firmas Sánchez Guinea y Palma, la balandra corsaria ha sido mencionada varias veces en los periódicos gaditanos. Entre las primeras capturas figuraron una polacra cargada con 3.000 fanegas de trigo y la afortunada represa de un bergantín procedente de Puerto Rico con carga de cacao, azúcar y palo de tinte, suficiente por sí sola para amortizar la inversión inicial. El último informe lo registraba El Vig í a de C á diz hace exactamente una semana: « Entr ó un m í stico franc é s con tripulaci ó n de presa del corsario Culebra. Hac í a ruta de Barbate a Chipiona con aguardiente, trigo, cueros y correspondencia » … Lo que no detallaba el periódico era que el místico llevaba seis cañones y había opuesto resistencia durante su captura, que al echar el ancla traía a bordo a dos tripulantes de la Culebra gravemente mutilados, y que otros dos hombres de Pepe Lobo quedaban sepultados en el mar.
La enorme vela cangreja gualdrapea dando bandazos en la marejada, con fuertes tirones que estremecen el palo y el casco negro de la balandra. A popa, al lado de los dos timoneles que manejan la caña de hierro forrado de cuero, Pepe Lobo mantiene la embarcación en facha, con el viento de proa haciendo flamear el foque suelto y la larga botavara oscilando sobre su cabeza. Hasta él llega el olor de los botafuegos que humean en el costado de estribor, junto a los cuatro cañones de 6 libras que, por esa banda y bajo la supervisión del contramaestre Brasero, apuntan a la tartana inmovilizada muy cerca, a tiro de pistola, con sus dos velas triangulares flameando y las escotas sueltas. Lobo sabe que, a estas alturas, los cañones apuntando a bocajarro al casco de su presa tienen más efecto de imponer respeto que otra cosa. Sería imposible dispararlos sin alcanzar también a la gente propia; al vociferante trozo de abordaje que, armado con chuzos, hachas, pistolas y alfanjes, y dirigido por Ricardo Maraña, acorrala hacia popa a la tripulación de la tartana: docena y media de hombres desconcertados que retroceden en grupo, retirándose por la cubierta ante la amenaza de los que acaban de saltar a bordo. En la banda de estribor, bajo el arraigo de los obenques del palo mayor, la tablazón del casco y parte de la regala están astillados, señalando el lugar donde, tras la caza y la maniobra de abordaje -la tartana intentaba escapar, haciendo caso omiso a las señales-, la balandra corsaria se abarloó con su presa, el tiempo necesario para que los veinte hombres armados saltasen de un barco a otro.
Maraña lo hace muy bien. Como nadie. En situaciones como ésta, al adversario no hay que dejarlo pensar, y se aplica a ello con la fría eficiencia de siempre. Apoyadas las manos en la regala de la balandra, sin perder de vista la posición de velas y escotas propias respecto al viento que permite mantener a la tartana por el través, Pepe Lobo observa a su primer oficial moviéndose por la cubierta de la presa. Pálido, sin sombrero, vestido de negro de arriba abajo, el teniente de la Culebra lleva un sable en la mano derecha, una pistola en la izquierda y otra al cinto. Desde que pasó a bordo, ni él ni sus hombres han necesitado disparar un tiro ni dar una cuchillada. Abrumados por la violencia del asalto, por el griterío y el aspecto de los corsarios, los de la tartana no se deciden a oponer resistencia. Algunos hacen amago, pero al cabo se echan atrás y dudan. La actitud agresiva de los asaltantes, sus voces y amenazas, el aire intrépido del joven que los dirige y su modo insolente, despreocupado, de señalarlos uno por uno con la punta del sable mientras exige que arrojen las armas, los intimida. Reculan los asaltados hasta la caña, que da bandazos sin nadie que la gobierne. La bandera de dos franjas rojas y tres amarillas, usada tanto por los mercantes josefinos como por los patriotas, ondea al extremo de un corto mástil en el coronamiento de popa. Bajo ella, alguien que parece el patrón de la tartana mueve los brazos como alentando a sus hombres a resistir, o quizá los disuada de ello. Desde la Culebra puede verse a un individuo fornido, que empuña un cuchillo grande o un machete, encararse con Maraña; pero éste lo aparta de un empujón, camina abriéndose paso con mucha sangre fría entre los tripulantes, llega hasta el patrón, y sin descomponer el gesto le apoya el cañón de la pistola en el pecho, mientras con la otra mano corta de un sablazo la driza de la bandera, que cae al mar.
Suicida hijo de puta, murmura entre dientes Pepe Lobo. Empeñado siempre en llevar demasiado trapo arriba, camino del infierno. El Marquesito. Aún sonríe cuando se vuelve hacia el contramaestre Brasero.
- Fuera zafarrancho -ordena-. Trincad cañones y chalupa al agua.
Sopla en su silbato el contramaestre y recorre luego los sesenta y cinco pies de eslora y dieciocho de manga de la balandra, dando las voces oportunas. En la tartana, mientras la gente del trozo de abordaje desarma a los adversarios y los mete bajo cubierta, Maraña se acerca a la regala y hace desde allí la señal de barco rendido y bajo control: los brazos en alto, cruzadas las muñecas. Después baja por el tambucho y desaparece. Lobo saca el reloj del bolsillo del chaleco, consulta la hora -9.48 de la mañana- y le dice al escribano de a bordo que tome nota en el libro de presas. Luego mira por la banda de babor, hacia una vaga forma oscura que se adivina entre la bruma grisácea que oculta la línea de costa: están a levante del bajo de la Aceitera, unas dos millas al sur del cabo Trafalgar. Acaba así la caza iniciada con la primera luz del día, cuando desde la Culebra avistaron una vela navegando hacia el norte, a punto de terminar el cruce del Estrecho. Aunque se acercaron sin bandera, la tartana entró en sospechas, forzando vela con viento de levante, en demanda del refugio barbateño. Pero la Culebra, de mayor andar, casco forrado de cobre y el palo cubierto de lona, velacho y escandalosa incluidos, le dio caza en hora y media. Izó el corsario pabellón francés, respondió la tartana con el suyo sin aflojar la marcha -en el embustero mar, Jesucristo dijo hermanos, pero no primos-, y ordenó al fin el capitán Lobo arriar la bandera francesa e izar la corsaria española, asegurándola con un cañonazo. Puso entonces escotas en banda la tartana, gobernó la Culebra borda con borda para meterle a Maraña y sus hombres dentro, y fin de la historia. De momento.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Asedio»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Asedio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Asedio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.