Lynsey Stevens - En los brazos del deseo

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– Me casé contigo de buena fe, Kasey. Quiero una esposa. Para que me sirva de anfitriona y caliente mi lecho.
¿Era Jordan Caine totalmente honesto con ella? ¿No era el casarse con ella un pretexto para ocultar su deseo por la mujer de su hermano? ¿Y cómo podía Kasey acusarlo de motivos deshonestos cuando sus propias razones para convertirse en la esposa de Jodan resultaban sospechosas? El matrimonio estaba condenado al fracaso desde el principio, mas Kasey complicó las cosas al enamorarse de Jordan.

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– Jordan parece tan dueño de sí mismo, tan viril, tan… ¡tan sensual! -Jessie rió de buena gana ante el estupor de Kasey-. No hay por qué avergonzarse de la verdad, Kasey. Pero no se trata sólo de su aspecto físico. A Greg le hace falta madurar, mientras que Jordan… ¿Qué puedo decir? Tú lo sabes mejor que yo: es todo un hombre.

Kasey tuvo que reconocer que Jessie no se equivocaba. Jordan era todo un hombre. Se estremeció y se obligó a pensar en Greg, pero por alguna razón no pudo conjurar su imagen, pues otra más poderosa ocupaba su lugar: la de Jordan.

– Jordan te cuidará.

Antes de que Kasey pudiera contestar, llamaron a la puerta y un instante después, Desiree Caine entró con desparpajo en el cuarto.

– ¿Ya te has cambiado? -preguntó la recién llegada, mirando a Kasey de pies a cabeza.

Jessie gruñó, dejando muy claro que la cuñada de Jordan no le caía bien.

– Será mejor que te vayas -dijo a Kasey-. Jordan te estará esperando.

– Todavía no ha terminado de cambiarse -repuso Desiree-. He mandado a las niñas afuera con David, y Jordan me ha pedido que viniera a ver cómo le iban las cosas a la desposada.

– Ya estoy casi lista -contestó Kasey, nerviosa.

– Puede usted seguir con sus cosas, Jessie -dijo Desiree agitando una delicada mano ante el ama de llaves-. Yo ayudaré a Kasey a terminar de cambiarse.

Hubo una silenciosa batalla de voluntades por un momento antes de que Jessie se dirigiera con desgana hacia la puerta, no sin dirigirle antes a Kasey una mirada muy elocuente.

Cuando Jessie cerró la puerta después de salir, Desiree se volvió y se apoyó contra ella:

– De modo que todo ha salido bien, ¿no? -comentó-. No hay nada como un sólido apoyo financiero, ¿verdad?

– Tengo el magnífico apoyo financiero de mi padre, aparte de una carrera muy lucrativa -declaró Kasey con calma.

– A muchos nos ha extrañado una boda tan inesperada -dijo la venenosa rubia mirando de manera intencionada el vientre plano de la recién casada.

– Jordan pensó que no tenía sentido esperar.

Apartándose un mechón de pelo de la frente con gesto elegante, Desiree soltó una carcajada.

– ¡Típico de Jordan! Es tan impulsivo…

– Si no me hubiera querido casar con él, no habría cedido a su «impulso».

– Claro, claro. Pero es un hombre atractivo, ¿no? Y rico… Jordan lo tiene todo. Siempre ha sido uno de los hombres más codiciados en nuestro medio -Desiree hizo una pausa y Kasey se puso tensa, esperando el zarpazo-. Por supuesto, Jordan y yo nos conocemos desde hace tiempo -dijo la rubia-. Antes de que yo conociera a David.

– Lo sé -dijo con toda la calma de la que fue capaz y fue recompensada con el parpadeo de asombro de su interlocutora.

– Oh -Desiree se recobró pronto-. Supongo que no es ningún secreto.

– No, no lo es -Kasey logró sonreír con desdén.

– Pues sí, Jordan y yo éramos inseparables -los ojos de Desiree se encontraron con los de Kasey, pero ésta logró que fuera la rubia la que bajara antes la mirada.

– Pero decidiste casarte con David -dijo Kasey con tono apacible.

– Sí -Desiree se apartó de la puerta-. David es un magnífico padre, pero como esposo es… pues… un poco aburrido.

Kasey se removió con irritación, harta del juego del gato y el ratón.

– Creo que debo irme -comenzó a decir mientras cerraba la maleta.

– No durará esta farsa matrimonial -indicó Desiree con desenfado-. Jordan no es muy fiel que digamos.

Kasey se puso tensa. Aquella era la segunda vez en menos de una hora que le vaticinaban el fracaso de su matrimonio y lo peor de todo era que, en el fondo, también Kasey lo creía.

– En primer lugar, Desiree, mi matrimonio con Jordan no es ninguna farsa. En cuanto a la experiencia amorosa de Jordan, yo seré la primera en beneficiarme de ella, como supongo reconocerás. ¿Quién quiere un marido que no sabe cómo complacer a una mujer?

– ¡Vaya, vaya! ¡Conque la gatita tiene zarpas! -Desiree esbozó una sonrisa desdeñosa-. Quizá te había subestimado.

– Probablemente -Kasey alzó la barbilla-. Y ya que has insistido en discutir sobre un tema tan delicado, puedo asegurarte que soy suficientemente mujer para complacer a mi marido. ¿Está claro?

– Más claro el agua.

Kasey respiraba con dificultad.

– Quizá yo también deba poner mis cartas sobre la mesa -continuó la rubia-. Jordan es mío… siempre lo ha sido y siempre lo será. Más vale que te acostumbres a la idea. Me basta con chasquear los dedos para que venga a mi encuentro. ¿Está claro? Aquello no podía estar sucediendo. Kasey sintió que se le contraía el estómago mientras se oía reír con aparente desparpajo.

– Lo siento, Desiree, pero no puedo tomarme esto en serio. Pareces… o, más bien, parecemos las protagonistas de una pésima telenovela.

La rubia la miró furiosa.

– Puedes reírte, pero ya veremos quién es la última que ríe. Todavía tengo varios ases bajo la manga. Jordan me ama, te lo aseguro.

– Entonces, ¿por qué no se ha casado contigo? -preguntó Kasey, harta de la desagradable escena.

– Porque… porque sabía lo mucho que David me quería y no quería herir a su hermano -dijo Desiree, insegura-. Ha sido una tortura tratar de reprimir nuestros sentimientos todos estos años. Pero en algunas ocasiones… pues… al fin y al cabo somos humanos. Por supuesto, David no sabe nada, no podría soportarlo -la pérfida mujer suspiró expresiva-. Pero ni Jordan ni yo queremos hacerle daño. Últimamente no se encuentra muy bien y ya sabes cómo le gusta a la gente hablar. Así que, por si llegaba a oídos de David, Jordan decidió casarse. Con quien fuera.

Kasey contuvo una exclamación de ira y los ojos de la rubia refulgieron con malévola satisfacción.

– Es cierto, querida -continuó-. Jordan necesitaba una cortina de humo hasta que resolviéramos las cosas.

– Una medida un poco drástica, ¿no te parece? -observó Kasey con sarcasmo.

– No obstante -Desiree miró a la joven en el espejo-. Jordan siempre vuelve a mí.

– Esta vez no -en ese momento Kasey quiso creer realmente sus propias palabras, sentir confianza en el amor de Jordan.

– Oh, vamos, querida -dijo Desiree con helado sarcasmo-, debo admitir que tienes cierto… encanto, pero… -recorrió a su interlocutora con mirada desdeñosa-, no puedes pensar sinceramente que un hombre como Jordan pueda preferir una mujer fría como tú a una mujer como yo.

– ¿Sabes una cosa, Desiree? Siempre he detestado que se utilice la palabra «perra» contra una persona de mi sexo, pero no cabe duda de que te mereces el calificativo más que nadie.

– Y no me podría importar menos lo que tú o cualquiera piense de mí -dijo Desiree mientras se dirigía hacia la puerta-. Siempre consigo lo que quiero, así que recuerda lo que he dicho. Jordan es mío. Le doy dos meses para que se canse de ti y venga a buscarme.

Para asegurarse de tener la última palabra, Desiree abrió la puerta y salió antes de que Kasey pudiera replicar.

Capítulo 5

Jordan conducía con destreza el lujoso automóvil. Después de un día soleado, había comenzado a caer una lluvia ligera, que se había hecho más intensa cuando habían salido de la ciudad y habían enfilado hacia las Montañas Azules.

Kasey permanecía en silencio, con las manos sobre el regazo.

– ¿Tienes frío? -la profunda voz de su marido la sobresaltó.

– No. Está lloviendo -añadió Kasey con tono distraído y Jordan emitió una risa suave.

– Así es -dijo-. En cualquier caso, debemos agradecer al tiempo que no haya habido las tormentas que habían pronosticado.

– Hmm -¿importaba eso?, se preguntó Kasey, cansada.

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