Liz Fielding - Corazón de Fiesta

Здесь есть возможность читать онлайн «Liz Fielding - Corazón de Fiesta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современные любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Corazón de Fiesta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Corazón de Fiesta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Max Fleming necesitaba una nueva secretaria y la señorita Jilly Prescott parecía adecuada para el puesto porque, además de que tenía los conocimientos y experiencia necesarios, no era probable que se fijara en él, ya que seguía enamorada de Richie Blake. De hecho, Max incluso se ofreció a ayudarla a recuperarlo.
El plan parecía sencillo: un corte de pelo, un nuevo vestuario y el atractivo Max acompañándola a una fiesta sensacional. Con eso, estaban seguros de que Jilly atraería la atención de su antiguo amor. Pero, cuando Max la llevó a aquella fiesta, empezaron a ocurrírsele ideas extrañas respecto a Jilly, y ninguna de ellas tenía nada que ver con arrojarla a los brazos de otro hombre.

Corazón de Fiesta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Corazón de Fiesta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Le apartó un mechón de cabello del rostro para evitar bajar la cabeza y besarla hasta la saciedad.

– Lo primero que tenemos que hacer es cortarte el pelo -declaró Max con cierta dificultad para pronunciar.

– ¿Cortarme el pelo? ¿Te has vuelto loco? A mi madre le daría un infarto si me cortara…

– Jilly, ya eres una persona adulta, y esto… -Max le agarró un mechón de cabello, luego lo dejó caer de nuevo-. A esto le falta la sofisticación que necesitas. Mañana elegirás del armario de la ropa de Charlotte los vestidos que quieras. Después, te llevaré a cenar a uno de los restaurantes frecuentados por la gente famosa, y después iremos a un club para estar completamente seguros.

– ¿Seguros?

– De que se hable de ti y de que Rich Blake se entere.

Jilly arrugó el ceño.

– ¿Cómo va a saber que soy yo?

– ¿Cuántas Jilly Prescott hay en Londres?

Jilly tragó saliva. Quizá fuera el coñac o quizá se debiera al calor del fuego, pero se sintió flotar. Era como si no fuese ella misma, sino una mujer repentinamente hermosa. Y se debía a la forma como Max la miraba; como siempre la miraba, como si pudiera ver en ella algo que se les escapaba a los demás.

– No sé, Max, no estoy segura de…

– Haz la prueba mañana, Jilly. Si no disfrutas, nos olvidaremos del asunto y lo único que te pediré es que te quedes aquí hasta que Laura regrese, ¿de acuerdo?

– De acuerdo, Max.

– Creo que deberíamos sellar el trato con un brindis -Max le devolvió la copa-. Porque todo te salga bien.

Jilly se lo quedó mirando durante un momento; luego, levantó su copa y bebió el coñac que le quedaba.

– Gracias, Max.

– No tienes por qué dármelas. Pase lo que pase, sigo teniéndote como secretaria, así que quien gana soy yo.

– ¿Y yo?

A Max le resultó difícil sostenerle la mirada.

– Ya te lo he dicho, Jilly, tú no puedes perder.

El teléfono la despertó. Jilly lanzó un gruñido y se dio media vuelta, ignorándolo. Continuó sonando. Se tapó la cabeza con la almohada. Siguió sonando. Desesperada por poner fin a aquel ruido infernal, se levantó de la cama y con una mano en la frente, por si se le caía, llegó al horroroso aparato. Entonces, descolgó el auricular, lo dejó caer al suelo y volvió a la cama.

Tan pronto como cerró los ojos llamaron a la puerta. No podía creerlo. ¿Qué podía ser tan urgente? Pero consiguió arrastrar los pies hasta la puerta y abrirla.

Max no esperó a que le invitasen a entrar. Se dirigió directamente a la cocina y puso a hervir agua para el café. Después, llenó un vaso con agua y echó un par de pastillas contra la resaca.

– Toma, bébete esto.

Jilly dijo algo ininteligible a modo de respuesta, pero aceptó el vaso, tragó el líquido y se estremeció.

– ¿No estás acostumbrada al coñac? -preguntó Max, como si no lo supiera.

– También recuerdo haber bebido alguna que otra copa de champán -observó ella-. No estoy acostumbrada al alcohol, a ningún tipo de alcohol.

– Debería haberme dado cuenta, lo siento. No permitiré que vuelva a ocurrir.

– No vas a ser consultado, Max. Soy yo quien no va a permitirlo.

– Tienes razón. Bueno, vamos, ve a vestirte, Jilly. Tenemos un montón de cosas que hacer hoy por la mañana. Mientras tú te arreglas, yo voy a preparar café y unas tostadas.

– No quiero nada. Lo único que quiero es volverme a la cama y pasarme todo el fin de semana durmiendo. Márchate y cierra la puerta.

– ¿Dos copas de coñac y estás acabada?

– Para ser economista, Max, las cuentas se te dan muy mal -dijo Jilly, apretándose la frente con la mano-. Y si tú te encuentras bien, en mi opinión es porque tienes un problema.

– El único problema que tengo eres tú. He tenido que vender mi alma para conseguirte una cita con un peluquero al que hay que pedirle cita con tres meses de antelación.

– ¿Tu alma?

– Está bien, he exagerado un poco. Cuatro entradas para el estreno del musical de Lloyd Webber.

– ¿Cómo las has conseguido? -Jilly alzó la mano-. No, no me lo digas. Tu alma.

– En cualquier caso, haya vendido lo que haya vendido, volver a la cama es impensable.

Jilly lo miró enfadada tras una masa de pelo que parecía no haber pasado por la mano de ningún peluquero en tres años por lo menos.

– ¿Y si te digo que no quiero que me corten el pelo?

– Jilly, si no estás duchada y vestida dentro de diez minutos, te cortaré el pelo yo mismo -le advirtió Max-. Y con las tijeras de podar.

Ella se lo quedó mirando.

– ¡De qué humos te levantas!

– Tú, por supuesto, estás hecha un ángel, ¿no? Pues para que te enteres, llevo en pie desde las seis y media. Tú deberías haber hecho lo mismo y haberte ido a correr al parque, así no encontrarías tan mal.

– No me encontraría, punto. Estaría muerta.

– Ahora, la que exagera eres tú.

– Está bien, está bien -dijo Jilly, rindiéndose por fin-. Vamos, prepara un zumo de naranja y olvídate de las tostadas, estaré lista en un momento.

La ducha la ayudó. Se vistió rápidamente con unos vaqueros y una camisa. Después, se puso un chaleco y un fular alrededor del cuello.

– Toma -Max le ofreció un vaso de zumo de naranja recién hecho cuando Jilly entró en la cocina.

Jilly se alegró al notar que la mano no le temblaba al sostener el vaso.

– Creo que, en el futuro, sólo beberé esto -declaró ella.

– Toda una sentencia.

– Puede ser. Pero pase lo que pase, no vuelvas a ofrecerme coñac, Max. Nunca.

– ¿Ni siquiera si te desmayas?

– Tengo la costumbre de no desmayarme: No obstante, si se diera el caso, limítate a echarme una jarra de agua por encima. Es un remedio más rápido, más barato y menos doloroso.

– Lo tendré en cuenta -contestó Max, y sonrió traviesamente.

¿Sonrió traviesamente? Max Fleming nunca lo hacía. Valía la pena pasar una resaca por verle sonreír así.

– Bueno, ¿podemos irnos ya? -preguntó Max.

Jilly dejó el vaso en el mostrador de la cocina.

– ¿Estás seguro, Max? Sé que lo haces por ayudarme, pero…

– Agotas la paciencia de un santo, Jilly. Anoche examinamos todos los pros y los contras, ¿no?

– Pero…

– Vamos, Jilly, no tenemos tiempo para tonterías. Hay un hombre con unas tijeras en las manos que te está esperando.

– Bueno, no creo que un corte de pelo vaya a matarme.

Y en la peluquería tendría tiempo para pensar en alguna forma de argumentar en contra de ese estúpido plan, porque a la luz de la fría mañana de enero, era evidente que no podía seguirlo.

– ¿Qué demonios vamos a hacer con esto?

– Córteme sólo las puntas -dijo Jilly con firmeza.

Max la había acompañado a la peluquería en la limusina, conducida por un chofer. Allí, la había abandonado a merced de aquel hombre cuyas tijeras parecían la prolongación de sus manos.

El hombre de las tijeras ignoró el requerimiento de ella, se paseó a su alrededor y un par de veces elevó los ojos al techo mientras murmuraba palabras ininteligibles.

Su pelo fue atacado sin compasión.

Tras lo que pareció una eternidad, aquel diabólico peluquero dio por terminada su labor: se detuvo, giró sobre sus talones y se alejó de ella sin una palabra.

Jilly se quedó mirándose a sí misma delante del espejo. Era peor de lo que habría podido imaginar nunca. Su pelo, o la mayor parte de él, yacía amontonado en el suelo, a sus pies. Lo único que le quedaba eran unos cuantos mechones pegados al cuero cabelludo y a las mejillas.

Alguien la llevó a uno de los lavabos donde volvieron a lavarle el pelo. Después, se lo secaron con un secador manual. Para concluir, el loco de las tijeras se le acercó de nuevo, todo sonrisas, y empezó a cortar una vez más mientras Jilly mantenía los ojos fuertemente cerrados porque no quería ver lo que le estaban haciendo. Al cabo de un rato, una pausa. Un rumor.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Corazón de Fiesta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Corazón de Fiesta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Corazón de Fiesta»

Обсуждение, отзывы о книге «Corazón de Fiesta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x