Lucy Gordon - Aprendiendo a Amar

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Años atrás, Pippa Davis y Luke Danton habían vivido una intensa aventura. Posteriormente, el destino los separó cuando ella ya estaba embarazada, pero había llegado la hora de que Pippa se reencontrara con Luke. Por el bien de su hija, por supuesto…
A pesar del tiempo transcurrido, Luke nunca había sido capaz de olvidar a la mujer que tanto había significado para él. De repente, Pippa se presentó en su casa… acompañada de una pequeña: ¡su hija! Y de pronto, una vez más, todo lo que tanto había deseado se encontraba al alcance de su mano…

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– Lo he hecho por Pippa, ella… -se interrumpió, incapaz de continuar, pero fue entonces cuando descubrió la expresión de bondad que emanaba de los ojos de Elly. Se preguntó por qué no había podido verla antes, y sintió vergüenza por todas las veces en que antaño se había burlado de ella. En un impulso, sacó la carta de Pippa-. Creo que a ella no le importaría que te enseñara esto.

Le señaló el final de la carta, donde había escrito: «Josie te quiere, pero también quiere a Frank y a Elly, y si te enfrentas a ellos, eso la afectará mucho».

– Gracias -dijo Elly, devolviéndosela después de leerla-. Intentaré que Frank lo comprenda.

Nada más salir de la habitación, Josie informó a Luke de que su madre seguía igual.

– ¿Sigue sin despertarse?

– El médico dice que tampoco se despertará esta noche, porque está sedada con una medicación muy fuerte. Empezarán a quitársela mañana.

– También nos ha sugerido que pasemos esta noche en casa. Al parecer no podemos hacer nada aquí.

– Es una buena idea -observó Jake-. No sucederá nada durante horas. La casa está muy cerca. Harry se quedará aquí; si acaso sucede hay algún cambio, nos llamará y podremos estar de vuelta en cinco minutos -miró a Luke-. Frank, Elly y yo nos quedamos en la casa de huéspedes. ¿Tienes algún lugar donde pasar la noche?

– No había pensando en ello.

– Será mejor que vengas con nosotros.

– Gracias, pero me quedo aquí -declaró Luke con tono firme.

Elly le pasó un brazo por los hombros a Josie.

– Bueno, vámonos ya, cariño -dijo.

– No -Josie negó con la cabeza-. Yo quiero quedarme con papá.

– Ya es muy tarde y tienes que irte a la cama -terció Frank-. Venga, vamos.

Con los ojos llenos de lágrimas, la pequeña miró a su padre, suplicándole en silencio. Pero Luke recordó de nuevo las palabras de la carta de Pippa: «Por favor, por favor, no luches por ella…».

– Me lo he pensado mejor. Iré a la casa de huéspedes -se volvió hacia Frank y Elly-. Quizá necesitemos estar todos juntos.

Le resultaba extraño volver después de tantos años. El interior de la casa había sido reformado, pero básicamente seguía siendo el mismo lugar donde Pippa y él habían vivido y se habían amado hasta la locura. Susan, la ayudante de Pippa, se encargaba de administrarla… Nada más ver a Luke, frunció el ceño.

– Me temo que ya está completo.

– ¿También la habitación que está al fondo del pasillo? -le preguntó.

– Es un almacén.

– ¿Puedo verlo?

– Pero está lleno de juegos de sábanas y almohadas -insistió.

– Sigo estando interesado en verlo.

Se sabía los pasos exactos que había que dar para llegar a la habitación que, once años atrás, había compartido con Pippa. Entrar allí fue una verdadera sorpresa. Las paredes estaban ahora cubiertas de estantes con todo de tipo de artículos de uso doméstico: desde ropa de cama hasta detergentes. Todo parecía inmaculadamente limpio y en orden.

– Está muy… ordenado -fue lo único que se le ocurrió comentar.

– La señora Davis es una apasionada del orden -le aseguró Susan-. Suele decir que, si no fuera por eso, no encontraría nada.

– Si me dejaran unas mantas y una almohada, podría dormir aquí mismo.

– No hay necesidad. Puede dormir en el sofá de…

– No. Me gustaría quedarme aquí -pronunció con tono suave, pero firme.

Josie, que no se había separado de su padre, fue a buscarle las mantas, que extendió sobre el suelo improvisando un lecho.

– Susan te está preparando algo de comer -lo informó minutos después.

– No creo que pueda…

– Yo te lo traeré aquí, ¿quieres?

– Gracias -repuso, emocionado. Su hija había intuido que deseaba estar solo.

Al cabo de un rato le llevó una bandeja con comida y se dedicó a observarlo mientras comía. Luke no tenía apetito y se habría dejado el plato casi lleno si Josie no le hubiera dicho:

– Termínatelo todo. Tienes que mantenerte fuerte.

Le había hablado como si fuera un adulto dándole un sensato consejo. Y Luke obedeció.

– ¿Por qué querías quedarte en esta habitación?

– Adivínalo -sonrió, apartándole un mechón de cabello de la frente.

– ¿Por mamá?

– Sí. Mamá y yo vivíamos aquí. Solíamos ahorrarnos la mitad de la renta cocinando a cambio para la casa. Era la única forma que teníamos de sobrevivir. No teníamos nada… pero al mismo tiempo lo teníamos todo.

De repente ya no pudo contenerse y estalló en sollozos. Pippa ya no estaba a su lado, y quizá ya nunca volviera a estarlo. Pero había alguien más allí, alguien que extendió hacia él sus bracitos y lo besó. Y así estuvieron durante mucho tiempo, abrazados sin decir nada, porque el silencio era preferible a las palabras.

Finalmente apareció Elly para acostar a Josie, pero la niña se negó.

– Quiero quedarme con papá.

– ¿Por qué no viene papá entonces y te acuesta él? -sugirió Elly.

La niña pareció conformarse con aquel compromiso, y los tres se dirigieron a la habitación que Josie y Elly iban a compartir, ya que Frank dormiría en otra contigua. Los sucesos de aquel día habían agotado a la niña. Dio un beso a Elly, pero estuvo agarrada a la mano de su padre hasta que la venció el sueño. Luke le separó cuidadosamente los deditos uno a uno y se inclinó para besarla. Cuando se incorporó, sorprendió a Elly mirándolo con una expresión llena de ternura.

– Gracias -le dijo Luke, y la mujer asintió, conmovida.

De vuelta al almacén, se tumbó sobre las mantas. Nada más cerrar los ojos apareció en su mente la imagen de Pippa acurrucándose contra él, apoyando la cabeza en su hombro, con la melena despeinada, un brazo en torno a su cuello. Abrió rápidamente los ojos y se sentó. ¿Por qué había vuelto a aquella habitación, donde había tenido tantas cosas para después rechazarlas y tirarlas por la borda? Se había llenado de Pippa. De su amor, de su alegría, de su pasión, de su generosidad… «Siempre has sido un especialista en protegerte de las cosas, ¿verdad? En protegerte y no comprometerte», al recordar las palabras de Pippa se levantó y encendió la luz. Aquella habitación parecía burlarse de él. Allí había estado el sofá donde ella lo había besado por primera vez demoliendo todas las defensas que había levantado contra su magia. Porque en Pippa había descubierto el secreto del mundo. Pero al mismo tiempo no había querido admitirlo, porque amar a alguien era tanto como cargar su alma de cadenas. O al menos eso era lo que había pensado entonces. «Es así como has sobrevivido: a costa de no acercarte demasiado a nadie», recordaba que le había dicho ella.

– ¡No! -gritó-. ¡No!

Pero, muy a pesar suyo, todo lo que habían tenido entonces había terminado en aquella habitación, donde todo estaba limpio y ordenado, funcional, muerto. Donde nada era como había sido antes.

Aquella mañana estaba ya todo el mundo nuevamente reunido en el pasillo. Estaban los amigos de Pippa y toda la gente que la apreciaba, incluida la familia de Luke, acompañada de Claudia. Más espera. Más horas arrastrándose lentamente. El médico había empezado a levantarle a Pippa la fuerte medicación del día anterior, para que pudiera recuperar la conciencia. Pero no fue así, lo cual preocupó terriblemente a todos los allí presentes. Frank parecía a punto de derrumbarse. Luke lo miraba con verdadera compasión, esfumada su antigua enemistad.

Josie quiso reunirse con sus tíos, pero de repente se detuvo para mirar rápidamente a Luke, como si se sintiera desgarrada entre los tres. Luke se apresuró a susurrarle al oído:

– Vete a hablar con ellos.

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