– Dígale que Rob Sargeant ha llamado. Soy su agente. Quería informarle de que el viaje a Turquía se ha adelantado. Tiene que estar allí el día veintitrés, dos semanas antes de lo que habíamos acordado. La excavación durará cuatro meses, así que podrá volver antes de la boda de su hermano en junio.
– ¿Cuatro meses? ¿Turquía?
– Tiene que conseguir un visado -continuó el hombre-, y aquí tengo su billete de avión. Dígale que se lo enviaré enseguida. Me imagino que le puedo dar el recado a usted, ¿verdad?
– Claro, claro. Soy su ayudante,
– Muy bien. En cualquier caso, dígale a Brendan que me llame hoy mismo.
– Muy bien -dijo Amy.
Después de dejar el móvil sobre la mesa, soltó un suspiro y se puso la mano en el corazón, tratando de hacerse a la idea. Brendan no le había pedido que se quedara porque él tenía que irse. Se marchaba fuera y no le había dicho nada.
Pero, si sabía que se iba a ir, ¿por qué se comportaba como si la quisiera? ¿Por qué dejaba que la relación se convirtiera en algo serio? Amy cerró los ojos y entrelazó las manos nerviosamente, recordando la primera vez que habían hecho el amor. Entonces había sido solo sexo y ella le había asegurado que para ella no significaba nada.
– Es lo que querías -murmuró-. Eso es justamente lo que le dijiste. Que no querías comprometerte a nada.
Pero no podía dejar de sentirse traicionada, como si la hubiera engañado para que se enamorase de él. No le extrañaba que Brendan se preocupara tanto por buscarle trabajo. Era el modo más cómodo de no sentirse culpable. Él había sabido desde el principio que su relación con ella iba a durar poco tiempo. Pero ella, estúpidamente, se había imaginado que podía llegar a convertirse en algo más serio. Notó que se le humedecían los ojos y tuvo que sentarse.
No sabía cuánto tiempo estuvo así, con la mirada perdida y con la cabeza dándole vueltas. Pero cuando Brendan entró, secándose el pelo con una toalla y otra enrollada en las caderas, ella lo miró, esforzándose por sonreír. No iba a permitir que Brendan notara lo que sentía.
Brendan fue a la nevera y, después de sacar un zumo de naranja, se sentó a su lado.
– Creí que ibas a preparar algo de comer.
– Iba a hacerlo, pero me distraje. Ha llamado tu agente.
– ¿Qué quiere?
– Dice que tu viaje a Turquía se ha adelantado. Tienes que marcharte el día veintitrés. Dos días antes de navidad -tragó saliva, esforzándose por seguir hablando-. Necesitarás un poco de tiempo para preparar todo y hacer la maleta -se mordió el labio y luchó por contener las lágrimas-. ¿Por qué no me lo has dicho antes?
Brendan le agarró la barbilla y la miró a los ojos.
– Me imagino que debería haberlo hecho.
– No -contestó ella, tratando de aparentar que le daba igual-. No tenías por qué. Y a mí no tenía por qué importarme. Sabía que este trabajo era para poco tiempo. Turquía… suena bien.
– Te lo tenía que haber dicho -repitió él-, pero no estaba seguro de si iba a salir el proyecto.
– Pues ahora lo estás -dijo Amy, sonriendo-. Y como te vas a ir dentro de una semana, tenemos muchas cosas que hacer. Tenemos que terminar el libro del todo y enviarlo para que puedas pasar unos días con tu familia. Y yo necesito que me escribas esa carta de recomendación. Luego me iré para buscar alojamiento y…
– ¿Y nosotros? -dijo Brendan, poniéndole un dedo en los labios.
– ¿Nosotros?
– Tenemos que pensar qué vamos a hacer.
Ella se cambió de posición. Había imaginado que la relación entre ellos se daba por terminada, que Brendan se iría y eso seria el fin. ¿Qué podía responder? ¿Quería él que lo esperara? Antes de enterarse de lo del viaje, pensaba quedarse en el barco hasta saber qué iba a pasar, pero eso ya no podía ser.
– Puedes venir conmigo -le sugirió Brendan, tomándole una mano-. Sería estupendo. Estaríamos juntos y seguro que en Turquía hay muchas cosas que ver.
– ¿Quieres que te acompañe como tu ayudante?
– ¿Por qué no? Trabajamos bien juntos y ahora no sé si podré escribir otro libro sin ti.
– ¿Y quién me va a pagar el sueldo?
– Yo. Lo mismo que hasta ahora. Amy se levantó y se cruzó de brazos.
– ¿Seguiría trabajando para ti y siendo tu amante? ¿Seguiríamos como hasta ahora?
– Sí. A menos que desearas algo más. ¿Lo deseas? -preguntó Brendan, mirándola fijamente a los ojos.
– Bueno, es que según lo que me propones, dependeré totalmente de ti.
– No, seríamos socios, Amy.
– Pero será tu vida, tus sueños… Amy se dio la vuelta. Había luchado tanto por ser independiente y en ese momento estaba a punto de tirarlo todo por la borda. Y todo porque lo amaba.
De repente, sintió miedo. Porque no estaba segura de querer confiar su futuro a otro hombre. No sabía si podría ver cumplidos sus sueños y ser feliz dependiendo de otra persona.
Amy consideró la posibilidad de acompañarlo durante una temporada. Si se lo hubiera ofrecido unas semanas antes, habría saltado de alegría. ¿Qué mejor aventura que ir a Turquía a ver una excavación arqueológica? Pero en ese momento, la decisión no era tan sencilla, ya que había más en juego. Los sentimientos cada vez tenían más peso en su relación.
– No sé qué decir.
– ¿Qué tienes que pensar? -preguntó él-. Te pagaría y estaríamos juntos…
– ¿Y por qué me pagarías? ¿Por mi trabajo como ayudante o por ser tu amante?
– Amy, sabes que eso no es lo que pienso de nuestro… trato.
– Es una buena forma de definirlo. Un trato. Yo pensaba que ahora ya se podía llamar relación.
– Tú eres la que no quería tener una relación -aseguró él-. Y si hubieras cambiado de opinión, tendríamos más cosas de que hablar, aparte del viaje a Turquía.
– No, no he cambiado de opinión. Pero tú tenías que haberme hablado del viaje. Me siento como si me hubieras mentido. Me siento como si hubiera sido solo una diversión para ti mientras esperabas para marcharte.
Brendan soltó una carcajada y se levantó.
– ¿Crees que he sido yo el que te ha mentido? ¿Y las mentiras que tú me has contado? ¿Lo de que tu familia vive en California y lo de que fuiste allí a la universidad?
– ¿De qué hablas? -preguntó Amy, asustada.
– Lo sé todo. Sé que eres Amelia Aldrich Sloane, la hija de Avery Aldrich Sloane y la nieta de Adele Aldrich. Sé que eres la heredera de una gran fortuna. Te escapaste de tu casa hace seis meses y acabaste aquí.
Amy no podía creerse lo que estaba oyendo. ¿Brendan lo sabía?
– ¿Desde cuándo lo sabes?
– Desde hace unos días. Uno de los detectives de tu padre se acercó a mí en el muelle y me dio una foto en la que estabas con tu prometido. ¿Cómo se llama? ¿Craig o Greg? Le dije a Conor que averiguara algo y él me lo contó todo hace unos días.
Amy se acercó a él temblando de rabia y con los puños cerrados.
– ¿Cómo te atreviste a pedirle a Conor que investigara sobre mí?
Brendan soltó una carcajada sarcástica.
– Muy bien. Te enfadas por pedir que te investiguen cuando fui yo el que te dejó un lugar donde vivir y un trabajo. Estaba harto de esperar a que tú me dijeras quién demonios eras. No sabía nada de ti y podía estar alojando a una delincuente.
– Pues te habrás puesto muy contento al saber que soy una rica heredera en vez de una delincuente. Dime, ¿cuándo pedirás la recompensa? Porque hay una recompensa, ¿no? Si no la hay, me enfadaré mucho con mi padre.
– Al parecer, tu padre está muy preocupado por ti.
– No me hables de mi padre.
– Deberías alegrarte de que te quiera. Mi padre apenas se acordaba que tenía hijos. Venía todos los meses, nos dejaba un poco de dinero y se marchaba otra vez. No teníamos nada.
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