– ¿Y los buenos tiempos cuentan más que los malos?
– Sí, claro que sí. No sé qué habríamos hecho Ruby y yo si tú no nos hubieras ayudado.
– Cuando pienso en lo que tú has hecho por Ash y por mí, eso no tiene la menor importancia.
– Bueno, vamos a dejarlo ya o tendremos que crear una sociedad de admiración mutua -intentó bromear ella-. Gracias por todo, de verdad. Gracias por hacer que los últimos meses de Ruby fuesen tan agradables. Te lo agradeceré siempre -poniéndose de puntillas, Phinn le dio un beso en la mejilla.
Era un simple gesto de despedida, pero cuando intentó dar un paso atrás descubrió que Ty sujetaba sus manos.
– ¿Debo entender que… te gusto?
Phinn lo miró, perpleja.
– ¡Tú sabes que me gustas! -exclamó-. Yo pensé que… en fin, de verdad es hora de marcharme.
– No, aún no -insistió él con tono firme-. Antes me has acusado de no hablar nunca con mi hermano…
– Yo no te he acusado de nada.
– Bueno, has dicho que Ash y yo no hablamos de nuestras cosas y tienes razón. Pero creo que tú y yo también deberíamos empezar a hablar… abiertamente.
– No sé si…
– ¿De qué tienes miedo? -sonrió Ty-. Yo puedo decirte que, aunque sé que te he herido alguna vez con mi actitud, prometo no volver a hacerlo nunca más. Ven, siéntate a mi lado.
– Pero tengo que irme…
– Como he sido un bruto en el pasado, vas a tener que perdonarme -siguió él, como si no hubiera dicho nada-. Pero, en mi defensa, diré que cuando volví de Londres y vi en qué estado se encontraba mi hermano…
– ¿Él te habló de Leanne?
– No, en realidad lo supe casi todo por la señora Starkey. Y cuando la pobre mujer me lo contó, yo no estaba de humor para ser amable con nadie de la familia Hawkins.
– Me pediste de muy malas manera que me fuera de tus tierras.
– Y hasta el día de mi muerte te estaré agradecido por no haberme hecho caso.
Phinn sintió un abrumador deseo de besarlo en ese momento, pero decidió que no sería buena idea.
En cualquier caso, Ty ya sabía que le gustaba y lo mejor sería no hacerlo pensar que había algo más.
– Creo que empezaste a gustarme aquella tarde, en el riachuelo.
– ¿Empecé a gustarte?
– Pues claro. Y cuanto más te conocía, más me gustabas.
A Phinn se le quedó la boca seca.
– ¿En serio? -consiguió decir-. Me alegro mucho.
– Pero ahí fue donde empezaron los problemas.
– ¿Qué problemas?
– Pronto descubrí que hacías con mi hermano las cosas que a mí me hubiera gustado hacer contigo…
Ella parpadeó, cada vez más sorprendida.
– ¿De verdad?
– Por eso volvía a Broadlands Hall siempre que me era posible.
– Por Ash, quieres decir.
– Si sólo es por Ash, ¿por qué quiero que me lleves también a mí a pescar? ¿Y por qué me sentó tan mal cuando Ash me dijo que a ti te parecía «encantador»?
Phinn sólo podía mirarlo, perpleja.
– ¿Quieres que diga que tú también eres encantador?
– Me conformaría con que dijeras que soy simpático, agradable… o con la mitad de las sonrisas que le dedicas a mi hermano.
– ¿Entonces estás…?
– Celoso, la palabra que estás buscando es celoso, sí.
– No puede ser.
– Sí puede ser, Phinn. Yo nunca había tenido celos de mi hermano, te lo aseguro. De hecho, es como una segunda naturaleza para mí cuidar de él. Por eso no entendía mi deseo de volver aquí siempre que me era posible. No era para ver a mi hermano, era para verte a ti. Siempre parecíais pasarlo tan bien que quería quedarme en casa y pasarlo bien contigo. Incluso el trabajo empezaba a perder atractivo para mí. Fue entonces cuando supe que estaba en un aprieto.
Phinn tragó saliva, nerviosa.
– ¿Qué quieres decir?
– Al principio quería que estuvieras aquí para ayudar a mi hermano a salir de su depresión, pero cuanto más te conocía, querida Phinn, más te quería en esta casa por mí y sólo por mí. Sabía que no tenía ningún sentido esperar hasta el lunes por la mañana para volver a Londres cuando siempre tengo toneladas de trabajo, pero esperaba hasta el último momento posible…
Esperaba por ella.
Phinn pensó que estaba soñando. Era tan increíble que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarse.
– Mira, yo… sé que no quieres que me marche, pero no tienes que…
– ¿Es que no me has oído? Claro que no quiero que te vayas. No dejo de pensar en ti a todas horas…
– Un momento -lo interrumpió Phinn-. Tuviste una oportunidad conmigo, Tyrell Allardyce. Si crees que vas a poder convencerme para rechazarme otra vez…
– ¿Cuándo te he rechazado?
– ¡Tienes muy mala memoria! ¿No recuerdas lo que pasó en tu habitación? Yo no era lo bastante sofisticada…
– ¿Qué? Serás tonta -rió Ty entonces-. ¿Que no eras lo bastante sofisticada? ¿Es que no sabes que tu inocencia es un tesoro para mí? Escúchame… esa noche, el domingo por la noche, yo ya no podía pensar con la cabeza. De repente me lanzaste esa bomba y me encontré en una situación absolutamente nueva para mí. Tenía que pensar con claridad… pero no podía hacerlo.
– ¡Ya! -replicó ella, desdeñosa-. ¿Qué tenías que pensar?
– Oh, Phinn… amor mío. Los dos estábamos demasiado emocionados. Necesitaba un momento para pensar qué era lo mejor para ti.
– ¿Para mí?
Phinn no parecía capaz de hacer algo más que repetir cada frase, tan atónita estaba.
– Para ti, cariño. Tenía que irme a las cuatro de la mañana y no sabía cuándo podría volver a Broadlands Hall. Tenía que pensar, reflexionar… ¿era demasiado pronto para decirte lo que sentía por ti? ¿Cómo ibas a reaccionar si te lo dijera? Lo único que sabía en ese momento era que quería lo mejor para ti. ¿Pero te tendría el tiempo suficiente en mis brazos como para hacerte entender lo especial que eras para mí? Incluso sentí miedo de asustarte si te decía la verdad…
– ¿Lo especial que era para ti?
– Muy especial -contestó él-. Pero no quería marcharme dejándote con dudas. Y antes de que pudiera pensarlo, tú y tu enorme orgullo os levantasteis en armas y prácticamente me dijiste que me olvidase del asunto.
A Phinn le daba vueltas la cabeza.
– Sí, veo que… deberíamos haber hablado más abiertamente. Pero desde que te fuiste no hemos tenido oportunidad…
– Quería llamarte por teléfono el lunes, el martes. Tuve el teléfono en la mano un millón de veces, pero no sabía qué decirte -siguió él-. Y ya estoy cansado de hablar -dijo luego, abruptamente-. Dime una cosa, Phinn: si prometo no reírme, ¿estarás a mi lado en una iglesia, delante de un sacerdote diciendo: yo, Delphinnium Hawkins, te acepto Tyrell Allardyce?
Phinn no podía pensar, no podía respirar siquiera. ¡Ty la quería no como una hermana sino como esposa! Jamás habría soñado que aquello pudiera pasar. Tan nerviosa estaba que empezó a pensar que había oído mal.
¿De verdad le había pedido que se casara con él o era cosa de su imaginación?
– ¿Qué…? -empezó a decir-. ¿Qué clase de proposición es ésa? -le preguntó, con la poca voz que pudo encontrar.
– La proposición que quería hacerte y que he ensayado de cien maneras posibles es otra -suspiró Ty entonces-. Pero temía que te rieras de mí… en fin, allá va: Phinn Hawkins, te quiero tanto que no puedo soportar estar lejos de ti.
– ¿Me quieres?
– Te quiero tanto, cariño mío, que estás en mi cabeza noche y día. En mis sueños, cuando estoy trabajando… vaya donde vaya no dejo de pensar en ti y mi mayor deseo es casarme contigo.
El aliento pareció abandonar el cuerpo de Phinn en ese momento. La quería. Ty, el hombre del que estaba enamorada, la quería.
Читать дальше