Pero, sabiendo que lo dejaría todo para ir a buscarla si la llamaba, decidió pedirle el favor a Mickie Yates porque Ash ya había hecho demasiado por ella. Desgraciadamente, Mickie Yates no contestaba al teléfono, de modo que tendría que ir en autobús… si los autobuses seguían parando en Bishops Thornby en sábado. Llamaría a Mickie en otro momento para que fuera a recoger sus cosas.
Cuando dejó el reloj de Ty sobre la mesa de su abuela suspiró al recordar el detalle. Lo había hecho para que se sintiera como en casa. Luego, después de una última mirada alrededor, tomó la maleta en la que había guardado lo más necesario y salió de la habitación.
Le pesaba el corazón, pero intentó recordarse a sí misma que siempre había sabido que su estancia en Broadlands Hall sería temporal.
Había llegado al pie de la escalera cuando un ruido a su izquierda la hizo girar la cabeza…
¡Ty! Y ella había pensado no volver a verlo nunca…
– Creí que te habías ido.
– ¿Dónde crees que vas con esa maleta?
– Me marcho -contestó Phinn… esperando su aplauso.
Pero no llegó. Al contrario, Ty dio un paso adelante y le quitó la maleta de las manos.
– Eso ya lo veremos -murmuró, dirigiéndose al salón.
Phinn vaciló durante un segundo, sin saber qué hacer.
– Mientras no me pongas las manos encima -dijo por fin.
No sabía qué quería decirle Ty o por qué retrasaba su partida. Lo único que esperaba era poder marcharse de allí sin pegarlo otra vez y con su orgullo intacto.
TY SE había calmado un poco cuando Phinn entró en el salón tras él. La maleta estaba en el suelo, a su lado, y Ty estaba de espaldas a ella, pero su expresión cuando se volvió para mirarla era definitivamente hostil.
– ¿Quieres que me disculpe?
Phinn se encogió de hombros.
– Haz lo que quieras.
– ¿Dónde crees que vas?
– No es que sea asunto tuyo, pero…
– ¿No es asunto mío? -repitió él-. Vienes a mi casa, vuelves loco a todo el mundo…
– Un momento -lo interrumpió Phinn-. Vine aquí porque tú me ofreciste un empleo y un sitio en el que alojarme, no fue idea mía… -de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas. Era horrible terminar así con él, no podía soportarlo.
– Oh, Phinn… como siempre estoy metiendo la pata. Tienes el corazón roto por Ruby y lo único que yo hago es hacerte sufrir más.
– Mira, me voy. Tengo que tomar el autobús en el pueblo…
– ¡El autobús! -exclamó él, escandalizado-. Olvídate de eso, Phinn Hawkins.
– Ty, escúchame…
– No, escúchame tú. Sé que éste no es el mejor momento para ti y sé que durante este año has recibido un disgusto tras otro. Te admiro mucho por haber soportado todo eso pero, a riesgo de disgustarte aún más, me temo que no puedo dejar que te marches hasta que hayamos hablado de… nuestro problema. Y te aseguro que, pase lo que pase, no vas a ir a ningún sitio en autobús.
Oh, Dios, ¿se habría dado cuenta de que estaba enamorada de él y ése era «el problema» del que quería hablar?
– Si insistes en marcharte -siguió-, yo te llevaré donde quieras ir, pero primero siéntate. Le pediré a la señora Starkey que nos traiga un café.
– No quiero café, gracias.
Y tampoco sabía si quería sentarse, pero al final lo hizo.
– Sé que estoy en deuda contigo -empezó a decir Phinn, sin mirarlo-, pero pienso buscar un trabajo y en cuanto pueda te pagaré lo que te debo…
– ¡Por el amor de Dios! -exclamó Ty-. ¿No te das cuenta de que después de lo que has hecho por Ash somos nosotros los que estamos en deuda contigo?
– Estoy hablando de dinero. A mí no me gusta deberle dinero a nadie -insistió ella-. Acepté que tú pagases las facturas del veterinario por las circunstancias, pero… Ty, sé que tú crees que yo le haría daño a tu hermano, pero jamás se lo haría. Aparte de que Ash no está interesado en mí ni yo en él, yo no soy como mi prima…
– ¿Ash no está interesado en ti? ¡Pues cualquiera lo diría!
– ¿Por qué? ¿Porque me ha dado un beso? -replicó ella, enfadada-. Y era un beso de simpatía, nada más.
– ¿Suele besarte a menudo?
– ¡No, eres tú quien me besa! -exclamó Phinn-. Mira, sé que estás preocupado por Ash, pero te aseguro que yo nunca le haría daño. Ash es como un hermano para mí. Y él me ve como a una hermana. ¿Es que no habláis nunca de vuestras cosas?
– Aparentemente, no -murmuró Ty.
– Pues Ash está interesado en otra chica.
– ¿Qué? Pero si apenas miró a Cheryl Wyatt la otra noche…
– No es Cheryl -suspiró Phinn-. Bueno, espero que no sea un secreto, pero Ash ha quedado con Geraldine Walton para cenar.
– ¿Geraldine Walton? ¿La dueña de la escuela de equitación?
– Exactamente. Así que no tienes que preocuparte de que yo le rompa el corazón porque es imposible.
Ty dejó caer los hombros y sólo entonces Phinn se dio cuenta de lo tenso que estaba.
– Y si yo soy hermana de Ash -dijo entonces, traviesa-, eso me convierte también en hermana tuya.
– No, de eso nada. Yo no te quiero como a una hermana.
A Phinn le dolió tanto que dijera eso que se levantó de un salto, intentando controlar las lágrimas.
– Bonita manera de ponerme en mi sitio -murmuró-. En fin, si ya te has quedado tranquilo sobre Ash, me marcho.
Pero no llegó muy lejos. Para su sorpresa, no había llegado a la puerta cuando Ty se interpuso en su camino.
– No hemos solucionado nada.
– ¿No?
– No, en absoluto. Yo tengo para ti un sitio mucho más especial.
– ¿Ash te ha dicho lo bien que se me da la oficina? ¿Vas a ofrecerme un trabajo?
– Hay un trabajo para ti… si todo lo demás falla.
– ¿Qué clase de trabajo?
¿Uno en el que pudiera verlo todos los días? No, gracias, decía su orgullo. Sí, por favor, decía su corazón.
– Cuando Ash se traslade a la granja Honeysuckle me hará falta alguien que gestione la finca.
– ¿Yo? -exclamó Phinn-. Pero si vas a vender la granja Yew Tree y tu hermano se va a ocupar de Honeysuckle… aunque tardará algún tiempo en ponerla en marcha.
– Supongo que conocerás a alguien que pueda echarle una mano.
– Pues sí, Jack Philips, que ha trabajado estas tierras durante toda la vida. Se retiró hace un año, pero empieza a aburrirse y cuando fui con Ash al pub me dijo que estaba buscando algo que hacer. Pero aun así… llevar la finca a partir de ahora no sería un trabajo de ocho horas diarias. Y yo no tengo experiencia.
– Sí la tienes. Vas a dar un paseo por el campo y sabes exactamente qué árbol hay que cortar y cuál hay que replantar. Llevas el campo en la sangre. Por no decir que puedes controlar una oficina con los ojos cerrados.
Phinn tuvo que sonreír. Sí, eso podía hacerlo bien y le encantaría quedarse… pero en Broadlands Hall no había más que dos o tres días de trabajo a la semana.
– Y no olvides que hay un par de casas alquiladas de las que hay que ocuparse.
– No, lo siento, tengo que irme.
Ty la miró en silencio durante unos segundos.
– Soy yo, ¿verdad? Te has cansado de mi actitud tiránica.
– Yo…
– ¿Te quedarás si prometo comportarme… y pedirte perdón por cada impertinencia?
– No es eso -suspiró ella. En realidad, podría perdonarle cualquier cosa porque estaba enamorada-. A veces has sido muy espléndido… y muy cariñoso.
– ¿De verdad? Lo de esta mañana… no sé cómo pedirte disculpas.
– Es mejor que no hablemos de eso -lo interrumpió Phinn-. Me refería más bien a detalles como subir la mesa de mi abuela a mi habitación, por ejemplo. O llamar al señor Timmins para que afinase el piano. O que… -no terminó la frase. Iba a decir que le prestase el reloj, pero no quería recordarle lo que había pasado cuando fue a su habitación a devolvérselo.
Читать дальше