– ¿Trabajaste para el propio Brian Mellor? Es impresionante. Debes de ser muy buena.
Le pareció vanidoso decir que, efectivamente, lo era, así que dijo en su lugar:
– Mire -le espetó con cierta arrogancia-, si está haciéndome una entrevista de trabajo, aunque no creo haber solicitado ningún trabajo, me gustaría saber de qué puesto se trata, si es que hay algún puesto.
A él no le impresionó el tono impertinente. Lo supo porque entrecerró levemente los ojos y ella no pudo saber qué estaba pensando.
– Hay un puesto…
– ¿Un puesto de secretaria de dirección?
– Sí -contestó él-, pero a lo mejor es temporal -le advirtió.
– No me interesan los trabajos temporales. Ni siquiera estoy segura de que me interese en cualquier caso.
– ¡Claro que te interesa! -replicó él espontáneamente.
– ¿Por qué lo ve tan claro? -le preguntó Taryn con indignación.
– La experiencia que ya tienes te coloca en una buena posición para volver. Si además fueras mi secretaria personal…
– ¡Su secretaria personal! -exclamó ella.
La cabeza empezó a darle vueltas. Era lo más alto que podía llegar.
– Todavía nadie sabe que ese puesto está libre -le aclaró él.
– ¿Va a despedir a su secretaria actual?
– Ni hablar, es demasiado valiosa.
– No acabo de entenderlo -reconoció Taryn.
– Kate Lambert ha trabajado conmigo durante los últimos siete años y confieso que me sentiría perdido sin ella.
– ¿Pero va a dejar que se marche… un tiempo?
– Kate, entre nosotros, acaba de quedarse embarazada.
– ¡Ah! -Taryn respiró-. Quiere una sustitución de la baja por maternidad.
– Algo más. Por decirlo suavemente, Kate está pasándolo muy mal. Normalmente, hace un trabajo muy preciso, pero el embarazo está desquiciándola. Pobre Kate, a veces parece extenuada.
– ¿Se cansa fácilmente?
– Sí, pero quiere seguir trabajando todo el tiempo que pueda y me parece que ya es una tortura para ella.
Entonces, Jake Nash no estaba pensando en alguien que la sustituyera mientras estaba de baja, sino en alguien que fuera antes.
– ¿Es un trabajo temporal?
– Kate dice que volverá en cuanto termine la baja y yo estaría encantado de que volviera.
– Pero no cree que vaya a volver…
– Kate es una perfeccionista. Querrá hacer perfectamente las dos cosas, ser madre y ser mi secretaria personal, pero creo que hay muchas posibilidades de que quiera quedarse en casa si puede.
A Taryn le pareció muy natural, pero se quedó atónita al darse cuenta de que empezaba a interesarle, aunque acabara trabajando con ese hombre que le disgustaba. Se dijo firmemente que no quería trabajar para él. Sin embargo, también era verdad, como había dicho, que toda la experiencia que acumulara con él sería muy valiosa para cuando volviera a buscar otro trabajo.
– ¿Cuándo querría que empezara?
– No corras, Taryn. No te he ofrecido el trabajo.
Ella se puso roja como un tomate. Nunca lo había pasado peor.
– Perdone -replicó ella con frialdad-. Pensé que…
– Lo siento -se disculpó con una sonrisa-. No estoy acostumbrado a hacer estas entrevistas. Normalmente, la habría hecho recursos humanos, pero no quiero que participen por el momento. Tampoco le he dicho a Kate que estoy buscando a alguien que trabaje con ella para que se quede cuando esté de baja. Kate ya se ha llevado varios chascos y había empezado a pensar que no tendría un hijo. Como está pasándolo tan mal y sigue teniendo miedo de que algo pueda estropearse, me ha pedido que no le diga a nadie cuál es su estado.
– ¿No sabe que está buscando a alguien para que le quite trabajo? -a Taryn le preocupó-. ¿No le importará?
– Espero que, cuando se haga a la idea, lo acepte encantada. Como tú querías volver a ser secretaria, había pensado en tantear qué te parecía trabajar para mí y luego pedirte que te incorporaras a la primera ocasión que se presentara. Kate puede explicarte el trabajo y juzgar si cree que puedes hacerlo eficazmente.
– ¿Usted tomará la última decisión?
– Efectivamente. Te llamaré la semana que viene, cuando hayas tenido tiempo de pensártelo.
Él se levantó al ver que su tío abuelo entraba en la cocina.
– ¡Jake! -exclamó él con alegría-. No he visto ni he oído tu coche.
– Quería estirar un poco las piernas -replicó Jake con desenfado-. He venido andando desde la carretera.
Taryn también se levantó y puso agua a calentar porque sabía que su actual jefe temporal querría un té. Él le sonrió y se fue con su sobrino nieto al jardín. Taryn se quedó asombrada de pensar que podría tener dos jefes temporales de la misma familia. Sin embargo, ¿quería trabajar para Jake Nash?
Era una pregunta que la abrumó durante los días siguientes e incluso después de que pasara el fin de semana seguía sin estar segura. Él no le caía bien, pero ¿era necesario que le cayera bien? Había amado a su jefe anterior y por eso había tenido que dejar ese trabajo. Si fuera a trabajar para Jake Nash, no pasaría lo mismo. Sería una relación estrictamente laboral. Efectivamente, en esencia, él no tenía que caerle bien.
El lunes llamó la señora Ellington y dijo que volvería el jueves por la mañana. Taryn reconoció que, por muy encantador que fuera el señor Compton, ya estaba cansada de hacer tareas domésticas. Quería un trabajo que la llevara a lo más alto como secretaria de dirección. Lo más alto era Jake Nash, aunque fuera temporalmente y trabajando en equipo con su indispensable secretaria actual. Él le había dejado que lo pensara, pero, el martes, cuando tuvo en cuenta la experiencia que ganaría, supo que quería el trabajo.
Él sólo querría que la persona que ocupara ese puesto fuera eficiente y llevara bien la oficina; alguien que trabajara mucho y que no saliera corriendo en cuanto dieran las cinco. Ella podía hacerlo y nunca había estado pendiente del reloj.
Sin embargo, antes de poder demostrarlo tenía que salvar algunos obstáculos. Como Kate Lambert no quería que se supiera su estado, entendía que él no lo hubiera dejado en manos de recursos humanos, pero ¿por qué no había buscado a alguien dentro de la empresa? No le dio muchas vueltas. La ayudante de Kate tenía que tener experiencia como secretaria de dirección y las secretarias de dirección de la empresa ya tendrían un puesto asignado. Además, si bien era posible que les gustara trabajar para el mandamás de la empresa, quizá no les hiciera tanta gracia tener que dejar el puesto cuando Kate decidiera volver.
Esa noche, cuando estaba sirviendo la cena, se notó nerviosa de que Jake Nash no la hubiera llamado todavía. Si no la llamaba pronto, no la encontraría allí. Lo cual quizá explicara por qué no estuvo muy simpática cuando sonó el teléfono esa noche. Osgood Compton, que ya había hablado con su hija y no esperaba más llamadas, estaba en el garaje repasando el motor de uno de sus coches antiguos.
– ¿Dígame? -preguntó ella sin disimular su impaciencia.
– Soy Jake Nash. ¿Has tenido tiempo de pensar en nuestra conversación? -le preguntó él sin rodeos ni saludarla.
– Me gustaría conocer a Kate Lambert.
Él no dijo nada y eso hizo pensar a Taryn que seguía teniendo alguna oportunidad.
– ¿Ha dicho la señora Ellington cuándo va a volver?
– El jueves por la mañana.
Taryn empezó a comprender que Jake Nash no podía perder ni un segundo.
– Kate te recibirá el viernes a las once y media.
Jake Nash colgó como si no hubiera discusión posible.
Taryn se quedó un rato algo más que indignada y con ganas de decirle lo que podía hacer con tanta resolución, pero cuando se tranquilizó comprendió que seguía queriendo ese trabajo.
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