– Si el señor Benson la ha herido, haremos todo lo que podamos por solucionarlo -le dijo-. El señor Benson tiene una cita a la que no puede faltar, pero yo puedo ayudarla.
Miró a Marcus, interrogativamente, preguntándole con la mirada si debía ser comprensiva. Él asintió y sonrió. La combinación de asentimiento y sonrisa era la señal para que Ruby fuera todo lo agradable posible con la mujer.
Y Marcus realmente quería que así fuera, porque se sentía culpable. Si Ruby podía arreglar las cosas con la chica, entonces merecía la pena perder a su ayudante por unas horas.
– La llevaré a las instalaciones médicas para que le vean el tobillo -estaba diciendo Ruby. Marcus se apartó un poco, dejándola al cargo-. Le compraremos ropa. Le daremos una comida decente y haremos que un taxi la lleve a casa. ¿Le parece bien?
A Marcus le parecía bien. Seguro que la generosidad ayudaba. Todavía sentía una punzada de culpa, pero Ruby la aliviana.
– Gracias -Rose se incorporó hasta quedar sentada y miró a Ruby y a Marcus. Su rostro no tenía ninguna expresión. No mostraba dolor ni enfado. Nada. Marcus dedujo que era una defensa, un escudo-. Gracias, pero no necesito ayuda -le dijo a Ruby mientras le echaba una mirada a Marcus. Su secretaria estaba dispuesta a esconder los problemas bajo la alfombra, y la mirada de Rose decía que sabía exactamente qué clase de hombre era Marcus; el tipo de hombre que pagaba a alguien cuando había dificultades. Su mirada también decía que, cuanto antes se alejara de él, mejor estaría-. No voy a demandarlos, y mis problemas son asunto mío. Tengo una cita para ver al señor Higgins. Si me voy ahora, la perderé, y no puedo permitírmelo. Así que gracias, pero me quedaré aquí. Esté presentable o no, no puedo perder esta oportunidad.
– El señor Higgins no la recibirá con ese aspecto -dijo Ruby cortante, haciendo que Marcus se tensara.
– Ya se lo he dicho -intervino él-. Incluso dudo que la vea de ninguna manera.
Ruby frunció los labios, sabiendo que su jefe podía tener razón.
– Pero si tiene una cita…
– Ruby, ya conoces a Charles. No va a dejar que Rose entre en ese edificio con esa pinta.
– Hey, perdonadme -dijo Rose con cautela, mirándolos-. ¿Puedo participar en la conversación?
– Por supuesto -Marcus frunció el ceño y Ruby lo miró con los ojos muy abiertos. La chica no era una víctima, después de todo.
– Tiene que verme -dijo Ros-. Tengo una cita.
– Una cita con Charles no significa nada si él ve que existe la posibilidad de que no puedas pagarle -afirmó Marcus-, Y pagarte bien.
– Tiene que verme -repitió ella-. Es mi primo.
Se hizo el silencio mientras digerían la información.
– ¿Charles Higgins es su primo? -preguntó Ruby, y Rose asintió. La chica no parecía muy satisfecha. De hecho, parecía preferir que ese parentesco no existiera.
– Lo es. Mala suerte.
– ¿Y tienes que concertar una cita para verlo? -Marcus no entendía nada.
– Sí.
– Se le está haciendo muy tarde, señor Benson -dijo Ruby, pero Marcus ya había oído bastante.
Marcus odiaba a Charles Higgins. Era un hombre sin escrúpulos. Sus asociados y él habían alquilado varios despachos en el edificio aprovechando que Marcus había estado fuera, en Europa. A Marcus le había molestado muchísimo que le concedieran un contrato de doce meses, y a la menor oportunidad estaba dispuesto a echarlo. Estaba pensando en cómo conseguirlo, pero mientras tanto… La chica no lograría nada. Lo sabía. Y Ruby también lo sabía; podía leerlo en su cara.
Así que lo mejor que podía hacer por Rose era curarla, alimentarla y llevarla al alojamiento que tuviera. Pero…
La había herido. Había dificultado su vida cuando ésta ya era casi imposible. Había desesperación en los ojos de Rose. Conocía lo suficiente a Charles Higgins como para saber que iba a exprimir a la chica. Ella estaba sola y él le había hecho daño. Rose esperaba que le dijera a su ayudante que se encargara de ella, desentendiéndose. Pero demonios, no podía hacerlo.
– Ruby, ¿puedes reorganizarme toda la tarde? -dijo, sin creer muy bien lo que estaba diciendo.
Si no cerraba ese trato a lo largo de la tarde, perdería miles de dólares. Pero no podía evitarlo. Cuando Marcus tomaba una decisión, ésta era irrevocable.
– Si lo atrasas todo unas horas -continuó diciendo-, acompañaré a Rose. Veré a Charles Higgins con ella -afirmó ante la mirada sorprendida de su ayudante.
– Tu… -empezó a decir Rose.
Marcus no tenía ninguna duda sobre lo que la chica pensaba de él. Seguía allí sentada, con el cabello rizado revuelto y su pecoso rostro libre de maquillaje. Aún tenía el pegote de jalea junto a la oreja, y seguía mostrando el mismo antagonismo hacia él. Tal vez fuera por el traje, pensó Marcus. O por la presencia de su ayudante, por el poder que irradiaba… Fuera por lo que fuese, Rose lo miraba con desprecio.
– ¿Porqué no? -preguntó él, mirando a Rose y a Ruby. Ambas mujeres lo observaban como si se hubiera vuelto loco.
– El proyecto es importante -murmuré Ruby, pero Marcus detectó el comienzo de una sonrisa en sus ojos, normalmente inexpresivos.
– Lo sé. Pero confío en que lo mantengas todo en orden hasta que vuelva.
– ¿Y eso cuándo será?
– Dentro de un par de horas.
– Será mejor aplazarlo hasta mañana -sugirió Ruby. En esa ocasión Marcus pudo ver claramente una sonrisa-. Curar un tobillo, comprar ropa y enfrentarse con un abogado lleva algo más de tiempo.
– Hmmm… Tal vez tú te podrías ocupar del tobillo y de la ropa -dijo algo inquieto-. Después yo podría llevarla a ver a Charles.
– ¡No! -sorprendentemente, Ruby negó con la cabeza en claro desacuerdo-, No, señor Benson, yo no debería hacer eso. Es un gran gesto por su parte, y sería injusto que yo lo privara de él.
– Ruby…
– Oíd -aún sentada algo más abajo, Rose estaba conteniendo la respiración. Y la dignidad-. No es necesario nada de esto. Como ya he dicho, no necesito ayuda.
– Si tienes que enfrentarte a Charles, entonces necesitas ayuda -dijo Marcus, y Ruby asintió.
– Siga su consejo, señorita. ¿Es australiana?
– Sí, pero…
– Si yo estuviera en Australia, seguiría su consejo, porque estaríamos en su territorio-afirmó Ruby-. Pero estamos en la América de los negocios, y no hay nadie mejor en ese terreno que Marcus Benson. Póngase en manos de un experto.
– No quiero estar en manos de nadie.
– ¿Realmente crees que puedes conseguir lo que quieres sin mí? -pregunto Marcus.
– Sinceramente…
– Sinceramente, ¿qué?
– Sinceramente, no creo que pueda lograrlo de ninguna manera -admitió ella-. Fue una estupidez venir, pero tenía que intentarlo.
– Pero si has hecho todo este camino -dijo Marcus con un tono más amable-, ¿por qué no aprovechas la mejor oportunidad que se te ofrece? Acepta mi consejo.
– ¿Cuál? ¿Ponerme en tus manos?
– Eso es.
Lo miró a los ojos, confundida, y volvió a bajar la mirada. Sorprendentemente, sus ojos estaban brillantes y en ellos se adivinaba el desafío. Levantó la barbilla con orgullo. Podía parecer desvalida, pero desde luego, no actuaba como tal. Tenía temple, pensó Marcus con admiración. Y valor. Y también parecía saber cuando tenía que ceder.
– De acuerdo -dijo Rose tragando saliva-. De acuerdo.
Ruby sonrió. Parecía estar disfrutando mucho con todo aquello.
– Haga exactamente lo que le diga el señor Benson.
– No soy muy buena haciendo lo que me digan que haga.
– Entonces sea discreta -le dijo Ruby-. Puede que sea bueno para los dos. Muy bien, me voy a salvar su trato, señor Benson, mientras ustedes se enfrentan con el terrible Charles. No me gustaría estar en su piel Buena suerte.
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