– No -rogó Jesse sin dejar de parpadear-. Tendrías que retocarte el maquillaje. No puedo creer que haya hecho esto.
Aunque era típico de él. Había conseguido que se sintiera especial y querida. ¿Cómo era posible que tuviera tanta suerte?
– Hay más -dijo Paula, y sintió que se le aceleraba el corazón. Dentro había un collar de diamantes.
Tras ella, Nicole y Claire emitieron exclamaciones de admiración.
– Creo que vale más que la casa -murmuró Claire.
– Pensaba que el anillo de compromiso iba a ser la atracción en joyería -murmuró Nicole-. Supongo que me equivocaba.
Jesse tomó el collar y salió de la suite. Recorrió el pasillo hasta donde sabía que esperaba Matt y entró.
Él estaba en mitad de la habitación, guapísimo, perfecto con su esmoquin. Al verla, sonrió.
– ¿Ves? Sabía que te iba a enfadar lo del collar. La casa tendría sentido para ti, pero los diamantes te iban a fastidiar.
Ella frunció los labios.
– ¿Me has comprado un regalo porque sabías que me iba a enfadar?
– No es la única razón. Lo vi y supe que te quedaría muy bien. Me gusta regalarte cosas.
– Me vuelves loca.
– Estás maravillosa. Me encanta el vestido.
– Deberías verme con el velo.
– Te veré con el velo dentro de veinte minutos.
El amor la invadió y repartió calidez por todo su cuerpo. Ella agitó el collar frente a Matt.
– No hagas esto nunca más. Intenta comprar en rebajas.
– No es mi estilo.
– Pues antes lo era.
– Tú me cambiaste.
– No tanto.
Él se acercó y le tomó las manos.
– Tú me has cambiado por completo, Jesse. Me has convertido en el hombre que soy.
– Pues adoro el hombre que eres.
– Así que ha funcionado -dijo Matt, mirándola a los ojos-. Si te beso, ¿vas a quejarte de que te he estropeado el maquillaje?
– Ya me lo arreglaré después.
– Bien -dijo él. Inclinó la cabeza y la besó-. ¿Todavía quieres casarte conmigo?
– Más que ninguna otra cosa.
– Entonces vamos a hacerlo.
Matt tomó el collar de entre sus manos, hizo que ella se diera la vuelta y se lo abrochó al cuello. Estaban frente a un espejo, y se suponía que ella debía de estar mirando la joya, pero lo único que veía era a Matt, y cómo la estaba observando. El amor refulgía en sus ojos.
– Tengo que ir a recorrer el camino hasta el altar -dijo ella.
– Yo estaré esperando.
– Gracias por no rendirte conmigo.
– Gracias por volver a casa.
Ella sonrió.
– Este es mi sitio. A tu lado.
– Eres lo mejor que me ha pasado, Jesse. Quiero que lo sepas.
– Oh, Matt.
Minutos más tarde, Paula se sentó en su banco de la iglesia. Claire y Nicole se pusieron en fila para comenzar el recorrido. Gabe se colocó tras ellas, con un cojín de raso sobre el que descansaban las dos alianzas.
El niño miró a Jesse.
– Ahora tengo un papá de verdad -dijo con alegría-. Somos una familia.
– Sí. Para siempre.
Las hermanas de Jesse comenzaron a caminar hacia el altar. Gabe las siguió, moviéndose lentamente, tal y como le habían enseñado. Llevó el cojín con sumo cuidado y ocupó su lugar junto a Matt.
Jesse esperó a que comenzara a sonar el himno nupcial, entonces llegó su turno. Con el ramo de novia entre las manos, avanzó hacia el altar y, aunque había docenas de personas en la sala, ella sólo vio a una.
Cuando llegó junto a Matt, éste sonrió.
– ¿Por qué has tardado tanto? -preguntó en voz baja.
Pese a la solemnidad del momento, se echó a reír.
– Me he distraído -susurró. Durante cinco años-. Pero ya estoy aquí.
– Eso es lo que importa. Y para que lo sepas, no pienso separarme de ti.
– ¿Me lo prometes?
– Sí, y puedes tomarme la palabra.
– Lo haré.
Él le estrechó la mano, y ambos se volvieron hacia el altar.
***