Samantha sonrió encantada.
– Madre mía, Jack, esto es un lío.
– Sí, pero lo vamos a arreglar. Para empezar, me he negado a aceptar tu dimisión.
– Bien, me alegro, porque en el taxi que me ha traído desde casa de Helen se me ha ocurrido una cosa. Verás, la página web se cayó, ¿verdad? Los técnicos la arreglaron y la pusieron en funcionamiento de nuevo. Eso quiere decir que la página estaba bien. Sin embargo, cuando volvió a funcionar, todo el mundo que se metía en ella iba a parar a la página porno. Yo creo que los dos incidentes están relacionados. Eso querría decir que se ha hecho desde dentro de la empresa.
– Tienes razón -contestó Jack viéndolo claro también-. Eso que dices tiene mucha lógica. Llevamos todo este tiempo diciendo que todo esto tiene cierto tufillo de venganza personal… claro, tiene que haber sido desde dentro.
– ¿Y ahora qué hacemos?
– Vamos a llamar a un amigo -contestó Jack marcando un número-. ¿Roger? Soy Jack. A Samantha y a mí se nos ha ocurrido una posibilidad. Te la voy a contar para que me digas quién tiene los conocimientos técnicos como para hacerlo.
El otro hombre escuchó atento.
– ¿Y bien? -preguntó Samantha en cuanto Jack hubo colgado el teléfono.
– Roger me ha dado dos nombres y uno es Arnie.
En menos de diez minutos, los dos hombres estaban en el despacho de Jack. En cuanto Samantha vio a Arnie, supo que era el culpable porque no la miraba a los ojos.
– ¿Por qué lo has hecho? -le preguntó-. Tú y yo éramos amigos. Hemos trabajado codo con codo, hemos pasado largas noches juntos diseñando la página web. Confiaba en ti.
– No ha sido por ti, Samantha -intervino Jack-. Ha sido por mí, ¿verdad? Ha sido por mi padre y por la empresa.
– ¡Exacto! ¡No te mereces estar al cargo de todo esto después de lo mal que te has portado siempre con tu padre! -exclamó Arnie poniéndose en pie-. Tu padre era un gran hombre y tú no le llegas ni a la suela de los zapatos.
– ¿Lo tenías todo pensado desde el principio? -se lamentó Samantha.
– Sí, ha sido muy fácil engañaros a todos -admitió Arnie-. Me importa un bledo lo que me pase porque mi satisfacción personal es que la empresa está arruinada. Jamás te recuperarás de esto, Jack, y me alegro -añadió con desprecio.
En aquel momento, se abrió la puerta y entró la señorita Wycliff acompañada por la policía, que esposó a Arnie, le leyó sus derechos y se lo llevó.
Matt, el otro hombre, que había permanecido sentado y mudo, se excusó y se fue apesadumbrado.
Una vez a solas, Samantha y Jack se sentaron en el sofá.
– Ha sido horrible -se lamentó Samantha.
Jack la besó en la frente.
– A lo mejor lo más fácil sería darle al Consejo de Administración lo que quiere porque es verdad que vamos a tardar años en relanzar la empresa.
– No digas eso. En serio, Jack. Si tú quieres que esta empresa vuelva a funcionar, lo conseguirás. Tú siempre consigues lo que te propones.
– ¿Y si lo que quiero eres tú?
Samantha sintió que el corazón le daba un vuelco y sonrió.
– Te diría que es maravilloso porque tú también eres lo que yo quiero.
Jack la miró a los ojos con intensidad.
– ¿De verdad?
– Sí. Llevo toda la vida huyendo de las cosas que me daban miedo y nunca me había parado a pensar lo que me estaba perdiendo.
– A mí me ha pasado lo mismo -murmuró Jack tomándola de las manos-. Siempre me he negado a creer que el amor duraba. Mi experiencia era otra. Ahora me pregunto si la razón por la que nunca he podido entregarle mi corazón a una mujer es que ya le pertenecía a otra, a ti. Samantha, te quiero.
– Yo también te quiero.
– ¿Te das cuenta de que hemos perdido diez años?
– No, no los hemos perdido. Era necesario que estuviéramos separados ese tiempo para convertirnos en estas personas que somos ahora y volvernos a encontrar.
– Me gusta cómo suena eso -sonrió Jack besándola.
– Ya verás, juntos haremos que esta empresa salga adelante y, luego, podrás volver a ejercer la abogacía y acabarás siendo un juez maravilloso. Incluso te quedará bien el traje negro.
Aquello hizo reír a Jack.
– Me gusta cómo piensas. La verdad es que me gusta todo de ti.
– A mí me pasa lo mismo contigo.
– ¿Te apetece casarte?
– Sí.
– ¿Así? ¿Sin preguntas?
Samantha lo miró a los ojos.
– Jack, te quiero. Confío en ti y quiero pasar mi vida contigo. No tengo preguntas.
– Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que seas feliz. Estaré siempre a tu lado.
Samantha sabía que así sería porque así había sido siempre.
– He estado pensando en mis hermanos. Quiero que vuelvan a casa, no solamente por la empresa sino porque quiero que volvamos a ser una familia. ¿Tú crees que con la excusa de la boda vendrán?
– Por supuesto que sí -suspiró Samantha perdiéndose entre sus brazos-. Y, si no quieren venir por las buenas, iremos a buscarlos -sonrió.
– Eso me encanta de ti, que siempre sabes qué hacer.
– Es una de mis mejores cualidades.
– ¿Es la que más te gusta de ti misma?
– No, lo que más me gusta de mí misma es cuánto te quiero.
– Lo mismo te digo, Samantha. Para siempre.
***