Así aprendería Jack.
Así aprenderían todos.
El fuego estaba encendido en la chimenea y Jack sentía el calor en las piernas, pero estaba mucho más pendiente de quitarle el sujetador a Samantha.
– Quiero verte desnuda -le dijo. Samantha rió y lo besó.
– No tengo nada que objetar.
Jack se quedó mirándola a los ojos y se encontró queriéndose perder en ellos. Así era como debía ser, aquello era lo que importaba, estar con una mujer a la que quería, alguien en quien se podía confiar.
Una voz dentro de su cabeza le advirtió que Samantha ya había huido de él una vez y que, probablemente, volvería a hacerlo, pero Jack se negó a escucharla.
Lo último que quería en aquellos momentos era pensar en la posibilidad de que Samantha no estuviera a su lado.
¿Y qué podía hacer para convencerla de que se quedara? Él no era la persona que más creía en que una relación pudiera funcionar porque nunca le había ido bien en aquel terreno.
¿Acaso aquella vez iba a ser diferente?
«A lo mejor, esta vez la diferencia es que yo quiero que funcione», pensó mientras la besaba.
– Samantha -suspiró tumbándose sobre ella.
De repente, los interrumpió el timbre del teléfono. Jack maldijo en silencio y pensó en no contestar porque era sábado y más de las once de la noche. ¿Quién llamaba a aquellas horas? Sólo podía ser una urgencia, así que decidió responder.
– ¿Sí?
– ¿Jack? ¿Eres tú? ¿Has visto los informativos?
– ¿Señorita Wycliff? ¿Qué pasa?
– Pon la televisión. Lo están dando en todas las cadenas. Oh, Jack, esto es horrible. Esto es el fin. La empresa no sobrevivirá a esto.
Jack se apresuró a encender el televisor con el mando de control remoto y al instante apareció una pantalla en la que se veía claramente lo que estaban haciendo dos personas, aunque tenían ciertas partes de su anatomía tapadas.
Jack subió el volumen.
– No hemos podido ponernos en contacto todavía con nadie de Hanson Media Group -estaba diciendo el presentador-, pero parece ser que la nueva página infantil de esta empresa lleva toda la tarde vinculada a una página porno. Padres de todo el país están furiosos y nadie sabe exactamente cuántos niños han estado expuestos a este tipo de basura.
– Han pasado doce horas -dijo Jack con ganas de gritar a las personas reunidas en su despacho.
Allí se encontraba la mayor parte del equipo de Samantha, el personal del departamento de informática, David y la señorita Wycliff.
– Doce horas desde que se ha caído la página y a nadie se le ha ocurrido llamarme -insistió furioso.
A sus palabras siguió un incómodo silencio.
– Todo el mundo tiene el número de teléfono de mi casa, pero si no llega a ser por la señorita Wycliff no me entero de lo que estaba sucediendo. ¿Se puede saber cuándo me lo ibais a contar?
– La página se cayó ayer por la mañana y no estamos seguros de por qué -le explicó Roger-. Tengo un equipo investigando. Son buenos, saben lo que hacen, consiguieron volver a poner la página en marcha en tan sólo dos horas…
– ¿Vinculada a una página porno? -contestó Jack de manera sarcástica-. Tal vez, habría sido mejor esperar hasta que nuestros contenidos hubieran estado listos, ¿no te parece?
Roger tragó saliva.
– Se podía acceder a nuestros contenidos, el problema no es ése, el problema es que cuando una persona pone la dirección de nuestra página va directamente a la página porno que tú dices. Nuestra página web está perfecta.
– Yo no la describiría así en estos momentos -dijo Jack girándose hacia Arnie-. ¿Has tomado medidas?
– Sí, en cuando me enteré de lo que estaba pasando me vine para acá y, ahora, cuando una persona se mete en nuestra página web sale mensaje de error. Menos mal.
– ¿Sabemos qué es lo que ha pasado?
Nadie contestó.
– ¿Sabemos cuánto nos va a afectar esto? -le preguntó a su tío.
– Todavía es demasiado pronto para saberlo – contestó David-. Así por encima, yo diría que unos dos millones de niños habrán visto la página porno.
– ¿Dos millones? -se lamentó Jack-. Madre mía, se suponía que nuestra página era algo para ayudarlos y hemos hecho todo lo contrario.
– Puede que nuestras acciones en Bolsa se resientan levemente, pero nos recuperaremos -se le ocurrió decir a alguien.
– ¿Y a mí qué me importan las acciones? -gritó Jack-. Por mí, como si la empresa sale de Bolsa mañana mismo. ¿Qué han dicho nuestros abogados? Supongo que el lunes por la mañana vamos a tener unas cuantas demandas sobre la mesa -añadió mirando a David.
– Ya he hablado con ellos y están trabajando.
– Bien.
– Jack, me gustaría dar mi opinión al respecto – sugirió Arnie-. Yo no creo que lo que ha pasado haya sido culpa nuestra. Es cierto que nuestra página se cayó, pero, cuando conseguimos que el servidor volviera a trabajar, funcionaba bien. Los técnicos que se ocuparon no vieron la página porno porque no estaba. Alguien ha entrado en nuestro servidor.
– ¿Me estás diciendo que alguien ha estropeado la página desde fuera?
Arnie se encogió de hombros.
– Deberíamos contemplar esa posibilidad.
Una hora después, tras haberle indicado a todo su equipo que los quería allí a las seis de mañana, Jack dio por finalizada la reunión.
Samantha no se podía mover del sofá.
– Esto es un desastre -comentó Jack dejándose caer en una butaca.
– Me siento fatal -contestó Samantha completamente abatida-. No me puedo creer que haya sucedido una cosa así. Habíamos revisado el sistema de seguridad una y otra vez y, de hecho, no ha sido eso lo que ha fallado. La página era segura, han entrado por el servidor.
– Da igual por dónde hayan entrado, el problema es que Hanson Media Group es responsable de lo que ha sucedido.
– Ya lo sé -suspiró Samantha-. ¿Quién habrá sido? ¿Por qué lo habrá hecho?
– No tengo ni idea, pero lo voy a averiguar y el culpable será juzgado, de eso me encargo yo personalmente.
Samantha sintió unas terribles ganas de llorar, pero se controló.
– A mí todo esto me huele a venganza personal.
– A mí, también -contestó Jack-. ¿Quién me odiará tanto?
– ¿Tiene que ser a ti? Podría ser un empleado que hubiera sido despedido y odiara a la empresa. A lo mejor es un enemigo de tu padre o de alguno de tus hermanos. ¿Se te ocurre alguien?
– No -contestó Jack bajando la mirada.
– Lo siento mucho, Jack. Yo creía que la nueva página web iba a ser la respuesta a todos los problemas de la empresa y mira lo que ha pasado.
– Tú has hecho un trabajo maravilloso.
– Sí, pero se me ha pasado por alto que alguien podía entrar en nuestro servidor -se lamentó Samantha.
En aquel momento, llamaron a la puerta.
– Está aquí la policía -anunció la señorita Wycliff.
– ¿La policía? -exclamó Samantha.
– Sí, era de suponer -suspiró Jack-. Anda, vete al despacho de David y dile que te lleve a casa.
– No, prefiero quedarme contigo. No quiero que tengas que enfrentarte a la policía tú solo.
– No te preocupes -contestó Jack acariciándole la mejilla-. Ya tendrás ocasión de contestar a sus preguntas mañana por la mañana. Vete a casa y descansa un poco.
Samantha salió del despacho de Jack y vio a varios agentes de policía en el vestíbulo. Mientras iba hacia el despacho de David, se dijo que era imposible que estuviera sucediendo aquello, que era una pesadilla.
Jack durmió un par de horas la noche del domingo, pero volvió a la oficina antes de las cinco de la mañana del lunes porque, además del desastre de la página web, tenía que seguir encargándose de la empresa.
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