– ¿A qué? ¿Terminará asumiendo la responsabilidad de mala gana? Yo no quiero eso.
– ¿Y qué quieres?
Quería que Wyatt se diera cuenta de que estaba locamente enamorado de ella, pensó con tristeza. Que se diera cuenta de que no podía vivir sin ella y de que deseaba aquel hijo. Él la había acusado de querer… el amor y el matrimonio. Y tenía razón.
– Quiero un final feliz.
– Algunas veces tenemos que hacerlo nosotros mismos -dijo Nicole-. Comenzando por el helado. ¿Qué sabor quieres?
Alguien llamó a la puerta. Claire sintió el profundo anhelo de que fuera Wyatt. Quizá se le hubiera caído una viga en la cabeza y hubiera recuperado el sentido común a causa del golpe. Ojalá.
– Yo abro -dijo, y salió al vestíbulo.
No era Wyatt quien había llamado. Era Lisa, su representante, la que esperaba en el umbral.
Aunque estaba tan bien arreglada como siempre, tenía aspecto de cansada. Y envejecida.
– Claire -dijo con una sonrisa tímida-. Esperaba encontrarte en casa. ¿Podemos hablar?
Un par de semanas atrás, Claire le habría dicho que no, que no tenían nada que decirse. En aquel momento, sin embargo, ya no estaba tan segura. Anhelaba tocar de nuevo, interpretar. Y junto a aquel anhelo, estaba la determinación de conseguir que las cosas fueran distintas, de no ser la artista asustada y obediente que había sido antes. No era la misma que a su llegada a Seattle, pero ¿quién era?
– Claro, pasa.
Lisa la siguió al interior y cerró la puerta.
– Tienes buen aspecto.
– Me siento bien.
– ¿Estás…? -Lisa se interrumpió y apretó los labios-. No importa.
– ¿Que si estoy practicando? -preguntó Claire, y se echó a reír-. Sí, he tocado un poco, pero no con una programación. Tampoco estoy tomando clases. Seguramente tendrás ganas de gritarme.
Lisa se limitó a asentir lentamente.
– No pensaba que estuvieras tocando mucho. Estás de vacaciones -dijo, y tragó saliva-. ¿Son sólo vacaciones? ¿Vas a volver? Antes de que respondas, necesito decir algo.
Claire esperó. Intentó no ponerse nerviosa. Era una adulta, y tenía que comportarse como tal.
– Estaba equivocada -dijo Lisa, agarrando el bolso con ambas manos-. Eras tan pequeña cuando empezamos a trabajar juntas… Te trataba como a una niña porque lo eras. Pero creciste, y yo no me di cuenta porque para mí era más fácil tomar todas las decisiones yo misma. Tú me decías que no eras feliz, pero yo no te escuché. No quería que fueras infeliz, no quería que te sintieras atrapada. Lo siento.
Claire pensó en sus palabras.
– Estabas haciendo lo que creías que era mejor para conseguir que siguiera actuando. Eso era más importante que ninguna otra cosa.
– Sólo porque tienes tanto talento… Claire, nadie puede hacer lo que haces tú. Me preocupaba que no lo vieras. Tenía miedo de que no sintieras respeto por tu don.
– Era cosa mía respetarlo o no.
– Lo sé, ahora lo veo con claridad, pero detesto la idea de que malgastes tu talento, de que no toques más.
– Y de no ganar más dinero.
– Eso también. Trabajo en exclusiva para ti, Claire. Si no vas a tocar más, tengo derecho a saberlo. También se trata de mi trabajo.
Algo que Claire nunca había pensado.
Se dirigió hacia el sofá. Nicole no estaba allí; seguramente estaba escondida en la cocina con uno de los botes de helado. Aquella actuación en vivo era mucho más interesante que cualquier cosa que su hermana hubiera visto últimamente en la televisión, pensó, intentando encontrarle el humor a la situación. Disgustarse no iba a ayudar a nadie. Era mejor permanecer calmada, racional.
– Yo también tengo parte de culpa de lo que ha ocurrido -dijo, mirando a Lisa-. Debería haber sido más clara en cuanto a lo infeliz que me sentía. En vez de eso, utilicé los ataques de pánico para conseguir lo que quería. Al final, comenzaron a controlarme. Quería recibir un trato de adulta, pero no me comportaba como tal. Era una niña fingiendo que tenía dolor de estómago para evitar un examen de la escuela. Eso estuvo mal por mi parte.
Vaya. Admitir que tenía la culpa de algo no era su distracción favorita, pero tenía que hacerlo.
– No debería haber desaparecido así, no debería haberte dejado en la estacada -continuó-. No fue justo para ninguna de las dos. Lo siento.
– Yo también lo siento -dijo Lisa-. Siento todo lo que ha ocurrido.
Se miraron durante un par de segundos, y después apartaron los ojos. Nunca habían tenido una relación tan cercana como para abrazarse cómodamente, y Claire no sabía cómo continuar.
– ¿Sabes lo que vas a hacer? -preguntó Lisa.
Claire se dio cuenta de que llevaba mucho tiempo evitando la verdad.
– Voy a volver a Nueva York y a retomar mi carrera.
Lisa se recostó en el respaldo del sofá con un suspiro de alivio.
– Gracias a Dios.
Claire sonrió.
– No te hagas ilusiones. Va a haber muchos cambios.
– Lo que tú digas. En serio, tú estás a cargo de las cosas.
– No creo -dijo Claire, sabiendo que Lisa era muy buena en su trabajo, pero también muy obstinada-. Tenemos que llegar a un compromiso. No quiero estar recorriendo el mundo durante semanas -añadió. Pronto tendría que dejar de volar. Su embarazo no lo permitiría, aunque no sabía bien cuándo empezaba aquella restricción.
– Puedes hacer tu propia programación. También tienes el trabajo de estudio.
Claire asintió.
– Y voy a pasar mucho tiempo en Seattle. Quizá compre una casa aquí.
– Puedes tocar aquí, o en San Francisco y Los Ángeles. Incluso en Phoenix. Y también en Japón, cuando quieras ir al extranjero -dijo Lisa, y se inclinó hacia ella-. Podemos conseguir que esto funcione, Claire. Quiero que seamos socias.
Nunca serían amigas íntimas, pero ella también quería que fueran socias.
– Siento un gran respeto por ti -dijo-. El cambio va a ser duro para las dos, tenemos que cambiar hábitos de años.
– Yo puedo cambiar.
Claire sabía que ella también. Ya había empezado.
Después de que Lisa se marchara, Nicole salió de la cocina.
– Te marchas -dijo.
Claire no sabía qué decir.
– Lo siento.
Nicole negó con la cabeza y le tendió el bote de helado.
– No te disculpes. Tienes que marcharte, tienes que volver a tu vida.
– No estoy de acuerdo con eso, pero tengo que volver a Nueva York a enfrentarme con mis demonios.
– Los vencerás -dijo Nicole-. Y que te vayas no significa que no puedas volver.
– Lo sé -respondió Claire, reprimiendo las lágrimas-. He dicho en serio que voy a comprar una casa aquí. Vas a hartarte de mí.
– Quizá, pero me aguantaré -dijo Nicole-. ¿Qué tal te sientes después de haberle plantado cara a Lisa?
– No lo sé. Un poco asustada, pero bien. Sólo he tardado veintiocho años en averiguar cómo ser adulta.
Se sentaron en el sofá y empezaron a comer helado. Claire se preguntó cómo era posible que, al mirar al futuro, estuviera a la vez emocionada y triste. Necesitaba empezar a tocar rápidamente, saber qué música iba a interpretar, y estaba entusiasmada por el bebé. Por otra parte, también sentía el dolor de marcharse de Seattle y separarse de sus hermanas, por no mencionar a Wyatt y a Amy. Hablando de sus hermanas…
Lamió la cuchara y dijo:
– Tienes que perdonar a Jesse. No en seguida, pero sí con el tiempo. Es de la familia.
Nicole suspiró.
– Tienes razón. No puedo estar enfadada para siempre, eso terminaría haciéndome más daño a mí que a ella, pero creo que seguiré enfadada unas semanas más. Y además, voy a renunciar a los hombres para siempre -añadió-. No me importa quién sea el tipo ni cuánto me tiente, no pienso caer.
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