– He perdido práctica-dijo, encogiéndose de hombros-. Todo este asunto del hombre desconocido en mi cama y todo eso. No esperaba lo de anoche, así que no estaba preparada para esta mañana. ¿Qué quieres hacer? ¿Ducharte? ¿Marcharte? ¿Mi número de teléfono?
Todd se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta.
– Eres sincera.
– Como lo fui anoche. Es algo que va conmigo. Me gusta pensar que marco tendencias. Además, nunca he entendido la gracia de mentir. La verdad siempre acaba por saberse.
– Un punto de vista interesante. ¿Qué planes tienes para hoy?
¿Planes? Era sábado.
– Tengo que hacer algunos recados. Me he traído trabajo a casa e iba a reunirme con mis hermanas más tarde para comer.
– Una chica ocupada.
– Suele pasar. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer hoy?
– Reunirme con mi primo, aunque eso será más larde. ¿Puedo tomarte la palabra en lo de la ducha? ¿Y tal vez tomar prestado un cepillo de dientes?.
– Claro.
Aquello era tan raro, pensaba Julie mientras abría el armario que había junto al cuarto de baño. Había un cepillo de dientes sin estrenar y que era, por desgracia, rosa brillante.
– Lo siento -murmuró.
– Sobreviviré. ¿Tus cuchillas de afeitar tienen flores?
– No, pero son casi todas moradas.
– Qué chica estás hecha.
– ¿Preferirías que fuera un chico? -preguntó ella.
– No, aunque hubiera proporcionado una conversación interesante.
– Toma -dijo ella, entregándole un par de toallas y señalando después hacia el baño.
– De acuerdo. Gracias.
Julie regresó a la cocina y buscó una taza. Había un hombre en su cuarto de baño. Un hombre que pronto estaría desnudo bajo la ducha y que usaría su jabón. Todo era muy extraño. Debería…
– ¿Julie?
Dejó la taza y regresó al pasillo. La puerta del baño estaba parcialmente abierta.
– ¿Qué? ¿Hay algún problema? -preguntó ella.
– Más o menos.
Julie se detuvo frente a la puerta y abrió la boca para hablar. Pero, antes de que pudiera decir nada, él la agarró por el brazo y la metió dentro.
Estaba desnudo. Se dio cuenta de eso justo antes de que la abrazara y la besara. Desnudo, excitado y, aparentemente, con ganas de más, pensó ella mientras abría la boca y dejaba que comenzasen los juegos.
– Llevas una bata -murmuró él mientras le besaba el cuello.
– Sí, así es -dijo ella sin aliento.
– Tiene que desaparecer.
Era un hombre de palabra. Le desabrochó la bata y se la quitó. Debajo no llevaba nada; cosa buena, a juzgar por cómo comenzó a acariciarle los pechos inmediatamente.
Mientras él se inclinaba y le lamía los pezones, ella le acariciaba los hombros, la espalda, y luego le dio un beso en la cabeza.
– De acuerdo -dijo él-. Hora de ducharse.
– ¿Qué?
Le agarró la mano y la guió hasta la ducha antes de cerrar la cortina. La metió bajo el chorro del agua y alcanzó el jabón.
Tras enjabonarse las manos, comenzó a frotarlas por su cuerpo. El jabón hacía que su piel se volviera resbaladiza.
Le enjabonó la espalda, las caderas, la parte de atrás de las piernas, antes de aclararla. Entonces, en vez de darle la vuelta, simplemente se acercó y, presionando su espalda contra su torso, comenzó a deslizar las manos por la parte delantera de su cuerpo.
Le acarició el cuello y luego se entretuvo en masajearle los pechos. La combinación de dedos jabonosos sobre sus pezones y el agua caliente la volvieron loca de deseo. Julie le cubrió las manos con las suyas para mantenerlas ahí mientras echaba la cabeza hacia atrás para apoyarla sobre su hombro.
– Hay más -susurró él-. Mucho más.
Sin previo aviso, Todd dio un paso atrás y la giró. La besó suavemente en la boca antes de arrodillarse y darle otro beso en el estómago.
Sus músculos se tensaron en anticipación. El agua le corría por el cuerpo. Todd le colocó un pie al borde de la bañera y se inclinó, separándole los muslos y lamiéndola con suavidad. Ella emitió un gemido al sentir su lengua torturándola entre las piernas. Sentía sus labios, su aliento, y la presión mientras la complacía.
Tuvo que equilibrarse colocando una mano contra la pared. Las piernas comenzaron a temblarle mientras sus músculos se encogían. Todd se movía despacio, luego deprisa, lamiendo, absorbiendo.
Julie quería rogar. Si hubiera sabido algún secreto de estado, lo habría revelado, cualquier cosa con tal de que siguiese haciéndole lo mismo. Sentía que cada vez estaba más excitada, pero su climax seguía mostrándose esquivo.
Más. Necesitaba más. ¿Pero cómo?
Todd debió de leerle el pensamiento, porque introdujo dos dedos dentro de ella sin dejar de lamerla. La combinación fue demasiado.
Julie perdió el control allí mismo, en la ducha, con el agua resbalando por su cuerpo y un hombre increíble entre sus piernas. Abrió la boca para tomar aire y gritó mientras se estremecía, sabiendo que nunca nada volvería a ser tan espectacular.
El orgasmo la invadió, dejándola exhausta. Todd se puso en pie y sonrió, acercándola a él. Ella apenas tenía fuerza para devolverle el abrazo.
La idea de hacerle lo que él acababa de hacerle a ella la alentó un poco. Dio un paso atrás, pero, antes de que pudiera hacer nada más, Todd cerró el grifo de la ducha.
– Nos enfriaremos -dijo ella.
– No lo creo.
Abrió las cortinas y la sacó de la ducha. Tras extender una toalla sobre la repisa, la subió encima, le separó las piernas y la penetró con una embestida fuerte y firme.
Julie habría apostado mucho dinero a que estaba tan saciada, que no podría pensar en tener otro orgasmo en seis o siete meses. Pero, en cuanto lo sintió dentro de ella, notó cómo sus músculos cansados reaccionaban. Entonces la besó, y Julie quedó perdida en aquel baile sensual de lenguas húmedas.
Estaban los dos mojados, con el baño lleno de vapor, y Todd no se había dado una ducha propiamente dicha, pero nada de eso importaba. No importaba mientras deslizaba la mano entre los dos y encontraba su clítoris de nuevo, masajeándolo suavemente para que se acercara más a él.
Julie pasó de estar exhausta a deseosa en quince segundos. Le rodeó las caderas con las piernas y se montó sobre él hasta volver a sentir el climax; pero, en esa ocasión, aguantó los gritos hasta que él gimió su nombre y los dos se perdieron en un placer mutuo.
Julie estaba tumbada en su cama, con los ojos cerrados y su melena rubia extendida sobre la almohada. Ryan Bennett tomó un mechón de su pelo con el dedo índice, disfrutando de su suavidad. La respiración de Julie era lenta y constante, como si estuviera a punto de quedarse dormida. Pero la leve sonrisa que asomaba a sus labios indicaba que tenía otra cosa en mente.Algo que él encontraría increíblemente estimúlante.
No quería irse. Eso era lo más sorprendente de todo. Normalmente era de los que se marchaban apresuradamente a la mañana siguiente. Normalmente evitaba el problema no quedándose desde el principio. Pero había deseado despertarse en la cama de Julie y volver a hacer el amor con ella. Deseaba muchas cosas.
– Julie -murmuró.
Ella abrió los ojos. Sus iris eran azules con reflejos verdes. Tenía pecas y una sonrisa perversa, y olía a vainilla, a sexo y a tentación.
¿Cómo podía ser así y, al mismo tiempo, una mentirosa manipuladora? ¿Acaso era un juego para ella?
Él había fingido no saber nada de la oferta de Ruth para ver si ella lo mencionaba. Lo había hecho y, de tal modo, que quería creer que para ella no tenía importancia. Pero, si no le importaba el dinero, ¿por qué querría tener una cita?
– Eres demasiado guapo -dijo ella, acariciándole la cara.
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