¿Acaso se había equivocado?
– ¿Sloane? ¿Sigues ahí?
Se secó una lágrima que había empezado a deslizársele por la mejilla.
– Estoy aquí y no, no sabía lo de Charlotte. -Tragó saliva a pesar del nudo que se le había formado en la garganta. -Tendré que mandarle un regalo.
– Lo siento, cariño.
– Sí, yo también. -Agarró el teléfono con más fuerza.
– Ven a casa y deja que cuide de ti. Deberías haberte tomado unos cuantos días libres más para recuperarte.
Sloane sonrió y de repente los cuidados de Madeline y la cháchara de sus hermanas le parecieron atractivos. Pero la idea de Yorkshire Falls le resultaba incluso más apetecible.
– Lo pensaré, ¿vale?
– No, no vale. O compras un billete de avión o te lo compro yo. No quiero que estés sola. Necesitas la compañía de tu familia. Sloane gimió.
– Vale, ya que te empeñas. Pero tu método no funcionaría si yo no quisiera ir. Llamaré para reservar un billete. Esta misma noche puedo estar en casa. -Y en Yorkshire Falls al día siguiente, si así lo deseaba.
– Esta noche no estaremos en casa. Tu padre y yo tenemos un compromiso y tus hermanas se van a dormir a casa de una amiga, pero tienes la llave, ¿no?
– Sí. -Hizo sonar el llavero. -Entonces nos vemos por la mañana.
– ¡Perfecto! No te olvides de dejarnos la información sobre el vuelo que coges en el contestador automático. Bueno, tengo que dejarte. Las chicas se acercan con una montaña de vestidos. Voy a separar los descocados y los escandalosos. Hasta mañana.
Sloane colgó y se sintió mejor de lo que se había sentido desde que volviera de Yorkshire Falls. Al día siguiente estaría en casa con su familia. Bueno, no era lo mismo que estar con Chase, pero ya era algo.
Sloane bajó del avión y caminó por la pista de aterrizaje. El aeropuerto de Albany era pequeño, y como sólo llevaba una bolsa de mano, se fue directamente a coger un taxi. Un viento helado azotaba la noche y se estremeció.
Antes de llegar a la cola de la parada de taxis, un coche oscuro se detuvo junto a ella con la ventanilla bajada.
– ¿Necesitas transporte? '
Sloane reconoció la voz profunda y grave de Chase, y el corazón le dio un vuelco.
– ¿Cómo me has encontrado?
– Madeline me llamó y me dijo que necesitabas que alguien te viniera a recoger al aeropuerto.
Sloane entrecerró los ojos.
– Menuda casamentera, mentirosa, artera…
– Así me sentía yo exactamente cuando mi madre poma en práctica sus artimañas. Pero eso fue antes de que aparecieras. -Se echó a reír. -Venga, sube. Hace mucho frío.
Sin esperar respuesta, abrió su puerta y se bajó del coche. Hizo caso omiso de sus protestas y preguntas, y dejó la bolsa de Sloane en el maletero.
Ella se frotó el hombro con la mano libre y lo miró con cautela. Ella podía coger un taxi, pero él había conducido media hora hasta el aeropuerto y Yorkshire Falls estaba en dirección contraria a la casa de sus padres, por lo que había tenido que desviarse. Sólo para verla.
Qué contenta estaba de verlo. Aunque era obvio que Madeline la había embaucado. Pero ¿por qué Chase se había prestado a seguirle el juego? No iba a saber la respuesta a no ser que se fuera con él, así que, cuando le abrió la puerta, subió al coche sin pensarlo dos veces. En seguida notó el cambio de temperatura y fue entrando en calor. Cuando Chase se acomodó al volante, la temperatura del habitáculo subió incluso más grados.
El la miró con sus ojos sombríos, comunicándole que él también notaba esa conexión instantánea. Sloane cambió de postura y pensó que debía andarse con cuidado, y pensar en una conversación neutral.
– ¿Qué tal tienes el hombro? -le preguntó Chase al incorporarse a la carretera que salía del aeropuerto. Sloane apoyó la cabeza en el asiento.
– Todavía me duele un poco. Pero ahora sólo tomo Tylenol. -Me alegro.
NíJ£5tai›a preparada para hablar de ellos dos, así que se decidió por el tema más oportuno.
– Madeline me ha dicho que Charlotte ha tenido una niña.
– Es preciosa. -Desplegó una sonrisa contagiosa, la adoración que sentía por el bebé era obvia y a Sloane se le partió el corazón. ¿Esa reacción era propia del hombre que no quería tener hijos? De nuevo Sloane se vio obligada a volver a analizar los motivos por los que se había alejado de él y no había creído en su proclamación de que había cambiado.
¿Acaso había que achacarlo al hecho de que su vida hubiera sufrido semejante trastorno? Las personas en las que siempre había confiado, Madeline y Michael, la habían traicionado en lo más profundo de su identidad. Chase le había puesto el corazón en bandeja junto con las cosas que ella le había dicho que quería.
No obstante, Sloane lo había rechazado.
– ¿Qué tal se encuentra Charlotte? -preguntó.
– Cada día mejor.
– Me habría gustado que me llamaras para decírmelo. -Se obligó a pronunciar las palabras que los conduciría a una conversación sobre sus sentimientos, sin saber cuál sería el destino final.
Mientras conducía, Chase apoyó el brazo que tenía libre en el reposacabezas de ella.
– Pensaba que no querías saber nada de mí.
Sloane suspiró.
– ¿Eso dije?
Chase ladeó la cabeza hacia ella.
– «Adiós, Chase», alto y claro. Pero decidí no hacer caso de tus palabras y seguir mi instinto.
– Toma la siguiente salida -le indicó al ver los letreros de la autopista.
No obstante la indicación, él se la pasó.
– ¿Chase?
– Sé adónde voy. Tendrás que confiar en mí, querida. ¿Podrás hacerlo por una vez?
Sloane dejó escapar una carcajada irónica.
– Esta sí que es buena. ¿Desde cuándo no confío en ti? -Ella le había confiado su vida y él había estado a la altura, siempre.
– Cuando te dije que te quería y me rechazaste -espetó él con sequedad.
– ¡ Touché ! -Tal como había empezado a sospechar, realmente ella había colaborado a estropear su relación. El no era el único culpable. Giró la cabeza y se dedicó a mirar por la ventana, hacia la noche oscura. -¿Chase?
– ¿Sí?
– Te rechacé y creíste que no quería saber nada más de ti, ¿verdad?
– Eso es.
El coche pasó por un bache y el hombro de Sloane lo acusó. Hizo una mueca de dolor pero no se quejó. -Entonces ¿qué estás haciendo aquí?
– Es donde quiero estar. -Chase la miró, e inmediatamente notó la tensión en el rostro de ella, las ojeras que delataban su agotamiento.
Todavía no se había recuperado totalmente del disparo, pero había vuelto al trabajo habiendo descansado apenas un fin de semana. No era suficiente ni para Madeline ni para Chase. Motivo por el cual la había secuestrado, por así decirlo. Raina había dejado de hacer de casamentera, pero Madeline había estado más que dispuesta a ofrecerle a su hijastra en bandeja.
Chase no pudo ver cómo reaccionaba Sloane ante sus palabras. No se había vuelto hacia él para mirarlo y permaneció callada el resto del viaje, hasta que estacionó en el aparcamiento de un pequeño hotel.
– ¿Dónde estamos? -Por fin lo miró.
– En un lugar donde podrás descansar. -Bajó del coche y lo rodeó para abrirle la puerta. Sloane alzó la mirada hacia él. -¿Tengo derecho a dar mi opinión?
– Si dices que me seguirás al interior, sí, entonces tienes derecho. -Señaló el establo reconvertido en hotel de lujo. -Muy gracioso.
– Yo no me río. -Sacó sus respectivos equipajes del maletero y cerró la puerta. Reprimió el deseo de apoyarla contra el coche y besarla hasta que dejara de hablar, de resistirse, hasta que dejara de hacer cualquier cosa que no fuera amarlo, pero eso ya lo había probado la última vez y no había funcionado. No pensaba tropezar dos veces con la misma piedra.
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