– Vaya -dijo Sloane, cayendo en la cuenta. -Un momento. ¿Le dijiste a Chase que fuera a por mí?
– Pues claro que sí. ¿Crees que quiero que tú o él corráis la misma suerte que yo? Le dije lo que suponía vivir la vida deseando que las cosas hubieran sido distintas -aclaró Samson, satisfecho por haber hecho algo por su hija.
Sloane no quería saber cuándo él y Chase habían mantenido esa conversación. Ni tampoco era capaz de decirle que no había hecho más que fomentar el sentimiento de culpabilidad y el complejo de salvador innatos en Chase. Samson había empujado a Chase a sus brazos, a ofrecerle declaraciones de amor eterno, pero eso era algo que tenía que salirle a él de dentro, sin que nadie lo instara a ello. Sin sentimientos de culpa. Tenía que optar por un futuro con ella porque lo desease realmente, no porque pensara que le debía algo o porque creyera que era lo que ella necesitaba.
Sin embargo, Samson había llevado a cabo su primera acción como padre a favor de Sloane y lo quería por ello. Le hizo una señal con el dedo y Samson se le acercó, y esta vez ninguna bala se interpuso en su camino cuando recibió el primer abrazo de su padre.
Chase caminaba de un lado a otro de la sala de espera del hospital, junto con el resto de la familia. Charlotte había roto aguas casi un mes antes de lo previsto y estaba en la sala de partos. Gracias a Dios, todo indicaba que no había ninguna complicación, aparte de que el bebé tenía prisa por conocer al clan Chandler. Los padres de Charlotte viajaban en esos momentos desde Los Ángeles y el resto de los Chandler estaban juntos. Esperando.
– Eres un ser humano patético -le dijo Rick a Chase apoyándose en la pared.
Aunque todo el mundo estaba nervioso por Román y Charlotte, eso no impedía que Rick se dedicara a atacar a Chase. Y como su hermano sabía que Chase no se marcharía hasta que naciera el bebé, lo tenía acorralado.
– Conque soy patético, ¿eh?
– Eso ha dicho. -Hannah se situó junto a ellos, saltando de un pie a otro, sumamente emocionada ante la perspectiva de ser la futura niñera.
– Vete, mocosilla. Estoy intentando hablar con mi hermano -dijo Rick.
Ella negó con la cabeza.
– Chase no escucha a nadie cuando ha tomado una decisión. Por lo menos es lo que siempre dices. -La guapa jovencita de catorce años soltó una carcajada llena de picardía.
Rick gimió.
– No me estás ayudando.
– Oh, claro que sí. -Chase se acercó más a Hannah y le susurró: -¿Qué más dice Rick de mí?
– Humm. -Se enroscó un largo mechón de pelo en el dedo e hizo un mohín mientras pensaba: -Dice que desde que Sloane se marchó estás hecho un pesado. Que tenías que haberte puesto de rodillas y suplicarle. -Hizo una pausa para reírse. -Pero que probablemente habría dado igual, puesto que Sloane se marchó aunque te tenía en el bote. -Finalmente asintió, al parecer satisfecha de haberse acordado de todos los detalles pertinentes.
– Silencio -dijo Rick guiñándole un ojo a Hannah. -Esta semana te quedas sin paga.
– Hannah, ven aquí y deja tranquilos a Rick y a Chase -le dijo Kendall desde el otro extremo de la sala.
Rick entornó los ojos.
– Demasiado poco y demasiado tarde -le informó a su mujer.
Kendall se encogió de hombros.
– Lo he intentado. -Acto seguido dirigió la mirada a Raina, que estaba sentada en el sofá, hojeando una revista.
Chase clavó un pie en el suelo de linóleo y se planteó qué contarle a Rick de que Sloane le hubiera dejado.
– Nunca pensé que tuvieras.mucho cerebro, pero tengo que reconocer que acertaste conmigo y con Sloane.
Rick arqueó una ceja.
– ¿Qué pasó? -preguntó sin atisbo de broma o de risas en el tono o la expresión.
Cuando la cosa se poma fea, los hermanos se ayudaban entre ellos v dejaban las bromas y las tomaduras de pelo de lado.
– Le pedí que se quedara. En cierto modo le dije que había cambiado de opinión, que quería un futuro.
– Y ella se marchó de todas formas -dijo Rick. El recuerdo hizo que Chase sintiera un pinchazo en su pobre corazón.
– Eso es obvio.
– Pero no sabes por qué.
Azorado por estar hablando de sus fracasos y de su vida amorosa, Chase se limitó a negar con la cabeza.
– ¿Quieres que te explique claramente los motivos de Sloane? -le preguntó Rick.
– Por mí, puedes empezar. -¿De qué otro modo iba Chase a arreglar la situación? A él se le habían agotado las ideas.
– Sloane te conoce bien. -Rick acercó una silla y se sentó a horcajadas en ella. -Probablemente tan bien como Román y como yo, y, teniendo en cuenta el poco tiempo que habéis pasado juntos, eso tiene mucho mérito.
Chase resopló.
– ¿A eso lo llamas explicar? Cuéntame algo que no sepa. Rick se encogió de hombros.
– Relájate. Allá voy. Supongo que Sloane pensaba que querías un rollo. Corto por definición. Sin compromiso.
Chase cruzó los brazos sobre el pecho y miró a su hermano mediano.
– Sigues sin impresionarme. Todo eso resulta obvio.
– Apenas estoy empezando. -Rick se frotó las manos ante la expectativa. -Piensa esas cosas porque tú le soltaste tu famosa frase: «La seguridad es lo primero y los hijos, ni pintados». ¿Me equivoco?
A Chase le escocían los ojos y se los frotó con gesto cansado.
– Más o menos. -Era lo que les había estado diciendo a sus hermanos durante años, cuando se había visto obligado a cumplir con la obligación paterna de hablarles de sexo seguro. -¿Y?
– Pues que las mujeres tienen una memoria de elefante -explicó Rick. -No es probable que Sloane olvide que lo dijiste.
– Cabía pensar que agradecería el hecho de que hubiera cuidado de ella -farfulló Chase.
– Seguro que lo agradece. Pero luego se enamoró, y todo ese agradecimiento se fue al garete. Ahora lo que quiere es la casa, la cerca blanca y los hijos -dijo Rick, lanzando una mirada a su esposa, que estaba sentada y cogía a Raina de la mano.
Chase exhaló un suspiro.
– Pero le dije que yo también quería esas cosas.
– Después de que hubiera visto a Chase Chandler en acción. Te ha visto con tu familia, ha visto cómo dabas prioridad a mamá. Si no me equivoco, ha visto cómo te crecías en una crisis y luego te alejabas de ella. -Rick ladeó la cabeza hacia Chase, en espera de una respuesta.
– ¿Qué demonios te hace pensar que me conoces tan bien?
Rick abrió mucho los ojos.
– Crecí contigo, el modelo de perfección. Ni una sola vez te desentendiste de una responsabilidad. Pero cuando estabas solo y tranquilo, te encerrabas en ti mismo. Estoy seguro de que eso no ha sido fácil para Sloane.
– Sí, pero, a pesar de eso me quiere -repuso Chase a la defensiva.
– Sin embargo ella está en Washington y tú aquí, ¿qué pasa? -Su hermano arqueó una ceja, retándolo.
– No cree que la quiero. Mierda, no es verdad. -Chase dio un puntapié a la pared, y luego se alegró de llevar zapatillas de deporte y no haber causado ningún desperfecto. -Sí cree que la quiero, lo que no cree es que quiera esas cosas que has mencionado. -Caminó de un lado a otro de la sala. -¿Acaso un hombre no puede cambiar de opinión? Las mujeres lo hacen constantemente y no nos queda más remedio que aceptarlo.
– Las mujeres son una especie aparte. Pueden hacer lo que les dé la gana y, como bien has dicho, los hombres lo aceptamos. Es nuestro sino.
– Te he oído -dijo Kendall desde el otro lado, lo cual hizo que Chase se diera cuenta de que ella y su madre se habían quedado calladas y estaban escuchando los problemas de Chase.
– Y yo te quiero aunque seas una cotilla -le respondió Rick antes de centrarse de nuevo en Chase. -¿Sloane tenía algún motivo para creer que habías cambiado de opinión sobre el matrimonio? Las mujeres necesitan pruebas.
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