– Más vale que tengas más cuidado la próxima vez que pases junto a una ventana abierta, jovencita -la reprendió con una voz áspera pero conocida.
– ¡Samson! -Su burdo aspecto externo quizá hubiera cambiado, pero reconocería ese tono de voz en cualquier parte.
– ¿Qué pasa? ¿No reconoces a tu viejo? -preguntó con el upo de lenguaje que lo caracterizaba, aunque suavizó la expresión al continuar: -Me imagino que habrías preferido encontrarme con esta pinta cuando viniste a buscar al hombre que te engendró. -Hizo un gesto para que se fijara en el traje formal, la camisa y la corbata. Tenía las mejillas recién afeitadas muy sonrojadas, pero decía mucho a su favor que no apartara la mirada.
Sloane en seguida advirtió el brillo de sus ojos, más perceptible ahora que se le veía bien la cara y se había lavado el pelo, se lo había cortado y peinado. Aceptaba quién era. Acababa de descubrirlo, lo mismo que ella.
A Sloane se le formó un nudo en la garganta, pero se obligó a superarlo.
– Me daba igual el aspecto que tuvieras -dijo sinceramente. -Sólo quería conocer a mi padre.
Samson le dedicó una sonrisa cariñosa y por primera vez le llamó la atención lo apuesto y distinguido que era en realidad.
Samson le tendió una mano temblorosa.
– Pues tu padre está aquí.
Sloane alargó el brazo sano y encajó la mano dentro de la de él, más grande y endurecida. Cuando lo miró, vio a un hombre distinto al hosco solitario que había conocido; vio a aquel de quien Jacqueline, su madre, se había enamorado, el que había sacrificado toda su vida por su padre jugador y su madre enferma. El hombre que, aunque tenía su buena dosis de remordimientos, nunca los había reconocido ante el mundo.
A Sloane le daba miedo formular la pregunta que le rondaba por la mente porque, ahora que lo había encontrado, no quería despedirse de él.
– ¿Y qué hacemos ahora?
– Eso depende de ti.
Sloane sonrió y se dio cuenta de que, igual que Chase, era un hombre de pocas palabras, pero que, también lo mismo que Chase, Samson decía lo que quería decir. Ya no iba a apartarla más, lo cual significaba que desde ese momento, aquel hombre hosco y enigmático formaba parte de su vida. La embargó una sensación de alivio y felicidad, que casi le provocó vértigo.
Una enfermera llamó a la puerta antes de entrar, bandeja en mano.
– Traigo su medicación matutina, señorita Carlisle -dijo con una voz eficiente que sacaba de quicio a Sloane. Quería marcharse de ahí.
– ¿Le importaría volver dentro de un rato, por favor? -Aunque había llamado para que le trajeran la medicación, necesitaba estar lo más lúcida posible mientras hablaba con Samson.
– ¿Estás segura? -preguntó él. -No es ningún crimen aceptar un poco de debilidad.
Sloane se rió mientras la enfermera esperaba una respuesta.
– Estoy segura. Y prometo que cuando acabemos de hablar me tomaré los analgésicos. No voy a sufrir porque sí. Sólo quiero pasar este rato con mi padre.
Samson miró a la enfermera por encima del hombro.
– Ya ha oído a mi hija -dijo orgulloso. Miró di nuevo a Sloane buscando su aprobación con la mirada.
Contenta, ella le apretó la mano, que era todo lo que él quería. Pero no había respondido a su pregunta. Habían dejado claro su vínculo biológico y acababan de empezar a establecer un vínculo emocional.
¿Qué hacer a partir de entonces?, se preguntó Sloane.
– ¿Dónde vas a vivir? -le preguntó cuando la enfermera se hubo marchado. Seguía recordando con nitidez las cenizas y la destrucción en las que se había convertido su casa.
Samson miraba de un lado para otro, era obvio que estaba nervioso cuando retiró la mano y se retorció los dedos.
– Lo que te voy a decir te va a sorprender -le advirtió.
– No creo -dijo ella. -La vida me ha dado tantas sorpresas que ya estoy curada de espantos.
– ¿Ah, sí? Soy rico. -La miró fijamente mientras pronunciaba esas palabras.
Tenía razón. La había dejado anonadada, pensó, y tomó aire perpleja. Estaba claro que no vivía ni se comportaba como si eso fuese así.
– ¿Que eres qué?
– Rico -repitió. -Tengo dinero ahorrado.
– Pero… ¿cómo? ¿Y la casa destartalada en la que vivías? ¿El gorroneo de sándwiches en Norman's? ¿La ropa raída? -La cabeza le daba vueltas.
De todos modos, mientras formulaba esas preguntas, recordaba la conversación de Earl y Ernie sobre el dinero de Samson y quién lo heredaría tras su muerte. Samson suspiró.
– ¿Recuerdas que te conté que era más fácil que la gente no se me acercara siendo hosco y desagradable, dejando el refinamiento de lado y fingiendo que era el vagabundo de clase baja que todo el mundo quería creer que era?
Sloane asintió, todavía sorprendida.
– En cuanto me presenté de ese modo, la gente me ignoró sin sentirse culpable. La mente humana es asombrosa, pero triste a la vez. -Negó con la cabeza. -De todos modos, pensé que ya que iba a utilizar al Samson pobre como excusa, ¿por qué no vivir también de ese modo? En ese momento, todo me daba igual. Además, no quedaba a nadie a quien quisiera impresionar.
Sloane quería responder, decir que tenía que haber querido impresionarse a sí mismo, pero no podía. El bochorno de Samson resultaba palpable en sus hombros caídos. Así pues, Sloane tragó saliva y guardó silencio.
– Por mucho que me duela reconocerlo, empecé a recrearme en la verdad que había creado. La verdad que el pueblo aceptó.
– Entiendo la motivación. -Y le entristecía. -Pero ¿y el dinero? ¿De dónde salió?
– Pocos meses después de que tu abuelo senador muriera, recibí un sobre en casa.
Sloane abrió los ojos como platos.
– ¿Y?
– Tu abuelo había dejado dinero suficiente como para compensar mi sacrificio. Por lo menos, eso era lo que decía la carta de ese canalla. Flaco favor representaba ese dinero después de que me robara a tu madre y me destrozara la vida. -Aunque hablaba con amargura, también parecía haber aceptado el rumbo que había tomado su existencia.
Lo cual, supuso Sloane, era su realidad.
– Pero te negaste a gastar, su dinero -conjeturó ella.
Samson se encogió de hombros.
– ¿Por qué darle gusto al viejo? Se creía capaz de dominar el mundo, incluso desde la tumba. Me mandó dinero podrido cuando ya era demasiado tarde, cuanto tu madre ya se había marchado y ya no podía recuperarla. Así que lo invertí y dejé que fuera aumentando.
– O sea, que el abuelo Jack tenía conciencia -dijo Sloane con amargura. -Definida según su propio criterio, como de costumbre.
– Exacto.
Tenía los ojos empañados en lágrimas pero no podía perder el tiempo lamentando el pasado.
– Y ¿estás dispuesto a usar su dinero podrido para reconstruir tu casa? -preguntó a Samson.
El asintió.
– Quiero un lugar al que mi hija pueda venir a visitarme y sentirse orgullosa. Un lugar al que traigas a tu marido e hijos -concluyó con un atisbo de esperanza en la voz ronca.
Sloane bajó la vista, incapaz de mirarlo a la cara, porque sabía que iba a decepcionar al hombre que tantas desilusiones había tenido ya.
– Yo no albergaría muchas esperanzas en cuanto a lo del marido y los hijos -respondió, mirándolo de reojo.
Samson irguió la espalda, claramente disgustado.
– ¿Ese chico Chandler tiene pájaros en la cabeza o qué? Le dije que moviera el culo y se diera cuenta de lo que tenía delante antes de que fuera demasiado tarde. Le dije que la vida era demasiado corta como para desperdiciarla con lamentos y ocasiones perdidas. -Dejó escapar un gemido. -No tiene ni una pizca de la sensatez de su madre, de eso no me cabe la menor duda.
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