• Пожаловаться

LaVyrle Spencer: Y el Cielo los Bendijo

Здесь есть возможность читать онлайн «LaVyrle Spencer: Y el Cielo los Bendijo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современные любовные романы / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

LaVyrle Spencer Y el Cielo los Bendijo

Y el Cielo los Bendijo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Y el Cielo los Bendijo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Puede el amor sobrevivir a una desgarradora pérdida? Browerville, Minnesota, 1950: la vida es perfecta para Eddie Olczak. Hombre de fe inquebrantable, Eddie está sumamente satisfecho con la vida que lleva. Adora a su esposa, Krystyna, a sus hijas, Anne y Lucy, y su trabajo como manitas para St. Joseph, la iglesia católica que es la piedra angular de la sociedad de Browerville. Pero cuando un trágico accidente se lleva la vida de Krystyna, Eddie está seguro de que su corazón no se repondrá jamás. El amor que ella prodigaba a su familia, el modo en que cepillaba el pelo de las niñas, en que recibía a Eddie al final de la jornada… todos esos preciosos dones se han perdido para siempre. La ciudad forma una piña para darle su apoyo, pero hay un miembro de la comunidad que es incapaz de expresar lo que la pérdida de Krystyna ha supuesto para ella. La hermana Regina, profesora de las niñas en St. Joseph, siempre ha sentido una afinidad especial con los Olczak. Pero sus votos le impiden acercarse demasiado a ellos… incluso en un momento tan trágico. La hermana Regina siempre ha intentado reafirmar su compromiso cuando las estrictas reglas de la orden la desesperan. Pero con el tiempo, en tanto que Eddie y ella se van conociendo mejor, y encuentran una conexión que va más allá del amor común por Krystyna y las niñas, se enfrenta a un difícil desafío. Y ambos deben reunir el valor para mirar dentro de su corazón y tomar sus propias decisiones.

LaVyrle Spencer: другие книги автора


Кто написал Y el Cielo los Bendijo? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Y el Cielo los Bendijo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Y el Cielo los Bendijo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Eddie se sentó sobre los talones y miró a sus hijas a la cara.

– Anne, Lucy… hay algo que papi tiene que decirles.

Ellas vieron sus lágrimas y se pusieron serias.

– Papi, ¿qué pasa? -preguntó Anne con una mano sobre el hombro de su padre.

– Bueno, corazón… -la mano abierta contra la espalda de la niña se veía inmensa. Cubría los cuadros de su vestido; Eddie se aclaró la garganta y trató de obligarse a decir las palabras que cambiarían para siempre sus vidas-… Jesús decidió llevarse… llevarse a tu mami al cielo.

Anne lo miró en silencio. Apretó un poco la boca.

Lucy simplemente dijo:

– No. Mi mami está en casa de la abuela haciendo conservas. Nos dijo que iba a ir hoy.

Eddie continuó con firmeza.

– No, mi amor. No está ahí. Quería ir y se puso en camino, pero nunca llegó.

– ¿No? -Lucy abrió los ojos desmesuradamente, pensativa, aún sin temor-. Pero, ¿cómo es posible?

– Un tren golpeó su auto en el cruce y mami murió -las últimas palabras las pronunció en un susurro entrecortado.

– ¡No es cierto! -exclamó Anne con furia-. ¡Ella está con la abuela! -se volvió y miró al padre Kuzdek, la máxima autoridad en San José-. Mi mami no está muerta, ¿verdad padre? Dígale a mi papi que no es cierto. Mi mami está haciendo conservas en casa de mi abuelita.

El padre Kuzdek colocó el considerable peso de su cuerpo sobre una rodilla y su sotana se arrugó en el piso.

– No sabemos por qué Jesús decidió llevarse a tu mami, Anne, pero desgraciadamente es cierto. Ahora ella está en el cielo, con los ángeles, y lo que tienes que recordar es que siempre estará ahí, mirándote, como tu ángel guardián especial que te amó y se preocupó por ti mientras estuvo en la Tierra. Y ahora seguirá haciéndolo, sólo que desde el cielo.

Annie se volvió, se lanzó contra su padre, que seguía arrodillado, y ocultó el rostro en su hombro.

– ¿Qué le pasa a Annie, papi? -preguntó Lucy con timidez.

La hermana Regina había comenzado a llorar; el rostro joven y terso permaneció sereno mientras las lágrimas le corrían por las mejillas y humedecían la toca blanca y almidonada que usaba debajo de la barbilla. No sabía por quién sentía más lástima, si por el padre o por las hijas. Aunque nunca había anhelado tener las libertades seculares, de pronto deseó poder abrir los brazos y estrechar a esos tres seres. Pero, por supuesto no lo hizo. La regla de San Benito, el libro por el cual se regían las monjas, prohibía el contacto físico con los legos. Así que se quedó quieta, en silenciosa plegaria en la que pedía fuerza para sí misma y para los Olczak. El padre Kuzdek se acercó a la hermana Regina y la llevó a un lado para sugerirle:

– Bajo estas circunstancias, hermana, creo que deberíamos suspender las clases por el resto del día.

– Sí, padre.

– Hablaré primero con sus estudiantes.

– Sí, padre.

Dejaron a los Olczak en el pasillo y entraron en el salón, donde se había creado cierto desorden. La presencia del padre acalló a los niños de inmediato y los envió a toda prisa a sus asientos.

– Buenas tardes, niños -saludó.

– Buenas tardes, padre -respondieron a coro.

– Niños y niñas -comenzó, pero luego fijó su atención en el piso de madera, donde un rayo de Sol tiñó los tablones de color amarillo miel-. Todos ustedes saben lo que es la muerte, ¿no es así? Les hemos enseñado lo importante que es hallarse en estado de gracia cuando mueran. Nunca sabemos cuándo vamos a morir, ¿verdad? -prosiguió y aprovechó para incorporar una lección de catecismo en lo que tenía que decirles. Cuando por fin les comunicó que la madre de Anne y Lucy había muerto aquel día, la hermana Regina advirtió un cambio en ellos. Algunos hicieron gestos, levantaron las cejas o se mordieron el labio inferior en una silenciosa señal de consternación. Otros lo miraron sin poder creerle.

El padre Kuzdek les dio tiempo para asimilar la noticia; siguió hablando varios minutos más y luego anunció que la escuela estaría cerrada el resto del día y que se irían a casa tan pronto como pudieran llamar a los autobuses escolares. Terminó, como siempre, con una plegaria.

– En el nombre del Padre…

La hermana Regina se persignó y unió las manos. El padre al pidió a los niños que guardaran silencio y fueran obedientes mientras él y la hermana no estuvieran en el salón. Le pidió a ella que fuera a los otros tres salones para informar a las monjas que las clases terminarían temprano y que les explicara la razón.

Al regresar al pasillo, la hermana no se sorprendió al encontrarse con dos de los hermanos de Eddie y sus esposas que oyeron la noticia y ya estaban ahí, junto con algunas de las sobrinas y sobrinos mayores y una de las hermanas de Krystyna, Irene Pribil, que lloraba a raudales en los brazos de Eddie. También habían llegado los padres de Krystyna; abrazaban a sus nietas, llorando. Browerville era tan pequeño que la noticia de que una de sus jóvenes había muerto en forma trágica corrió como reguero de pólvora. Krystyna Olczak era muy querida por las mujeres del pueblo. Hacía vestidos y aplicaba permanentes en su cocina para ganar algún dinero extra. Contribuía con tartas y pasteles a las ventas de repostería y llevaba a las monjas a Long Prairie cuando necesitaban que les revisaran los ojos; en verano llevaba en su auto a muchos niños al lago Horseshoe, a nadar. Para el pueblo ella era lo que Eddie para San José: la persona con la que uno podía contar para hacer más de lo que le correspondía.

– Nadie ha dado aún las campanadas fúnebres -dijo Silvestre, el hermano de Eddie-. Lleva a las niñas a casa. Yo lo haré.

Ya sin llanto en los ojos, pero todavía tembloroso, Eddie replicó:

– No, Sylvester. Quiero hacerlo yo. Ella era mi esposa y ahora se ha ido; yo he hecho doblar las campanas por todos los que han muerto en los últimos doce años y ahora lo haré por ella. Tengo que hacerlo, ¿lo entiendes? Gracias por ofrecerte, pero ése… -la voz de Eddie se quebró- ése es mi trabajo. Aunque te agradecería que llevaras a Anne y a Lucy a casa.

– De acuerdo, Eddie -respondió Sylvester y le sujetó el brazo.

– Niñas -Eddie se volvió hacia ellas y puso una rodilla en el suelo-. Vayan con el tío Sylvester y los demás; yo estaré allá en un rato más. ¿De acuerdo?

– Como tú digas, papá -respondió Anne-, pero antes tengo que ir por mi suéter.

– También yo -agregó Lucy.

La hermana Regina había vuelto al salón y guiaba a los niños en una plegaria final cuando la puerta se abrió y entraron Anne y Lucy Olczak.

La oración se detuvo y en la habitación se hizo el silencio.

– Tenemos que recoger nuestros suéteres -explicó Anne. Las dos niñas caminaron reposadamente hasta sus bancos, como les habían enseñado: nada de correr en la escuela; tomaron los suéteres del respaldo de sus asientos. Sus compañeros las miraban en muda fascinación, sin saber lo que se esperaba de ellos. Cuando ya se marchaba, Lucy se detuvo frente a su maestra, la miró y la llamó moviendo un dedo. La hermana Regina se inclinó para que la niña pudiera susurrarle al oído.

– Mi mami murió, así que tenemos que irnos a casa.

Anne le dio un codazo y susurró:

– Anda, Lucy. Vamonos.

La hermana Regina pensó que su corazón iba a explotar al oír las palabras de la niña que todavía no alcanzaba a entender la importancia de la tragedia que había ocurrido aquel día. De nuevo deseó abrazar a las dos niñas, reconfortarlas y al mismo tiempo consolarse a sí misma.

Mas la Sagrada Regla se lo prohibía. En vez de ello, sólo dijo:

– Rezaré por ustedes.

De algún modo, ese día, la promesa de una simple plegaria le pareció inadecuada.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Y el Cielo los Bendijo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Y el Cielo los Bendijo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Y el Cielo los Bendijo»

Обсуждение, отзывы о книге «Y el Cielo los Bendijo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.