Diversas personas se encontraban en cubierta, repantigadas en cómodos sillones y en dos sofás grandes y elegantes, forrados con lona azul. Marineros y tripulantes con pantalón corto azul marino y camiseta blanca trajinaban sin cesar. India contó como mínimo seis invitados, entre los que destacaba un individuo canoso, alto y de aspecto juvenil. Cuando se acercó vio que su cabello había sido del mismo tono que el suyo y que estaba salpicado de canas. De penetrantes ojos azules y apuestas facciones bien cinceladas, tenía hombros anchos y un cuerpo largo, delgado y atlético. Vestía pantalón corto blanco y camiseta roja. El hombre se acercó presuroso a Dick Parker. Cruzó su mirada con la de India y rápidamente se dirigió a Sam, sonrió y le tendió la mano.
– Seguro que eres Sam, el amigo de Dick. ¿Por qué has tardado tanto? Te estábamos esperando.
– Mi mamá pedalea muy despacio. Si voy muy rápido se cae de la bici – explicó el niño.
– Me alegro de que estéis aquí – declaró el anfitrión con gesto afable y miró a India con expresión risueña.
Paul experimentó una afinidad instantánea con Sam y quedó intrigado por su madre. Era una mujer atractiva, parecía inteligente y su expresión denotaba un carácter afable. Evidentemente se sentía orgullosa de su hijo y, al hablar con él, Paul llegó a la conclusión de que tenía sobrados motivos para estarlo. Sam era listo, educado, se interesaba por todo y hacía infinidad de preguntas sorprendentemente complejas. Incluso sabía que el yate era un queche, había calculado correctamente la altura del palo mayor basándose en la eslora y conocía los nombres de las velas. Era evidente que los veleros lo apasionaban, razón por la cual el anfitrión simpatizó aún más con él. Al cabo de cinco minutos Sam se sentía a sus anchas. Se hicieron amigos en un abrir y cerrar de ojos y Paul no tardó en llevarlo a la cabina de mando.
Dick Parker presentó a India al resto de los invitados. India tomó asiento y se puso a charlar al tiempo que una camarera le ofrecía champán o un Bloody Mary. Pidió zumo de tomate y se lo sirvieron poco después en un grueso vaso de cristal con el nombre del barco tallado: Sea Star . Según contó uno de los invitados, lo construyeron específicamente para Paul en Italia y era el segundo de esas características que poseía. Tanto en el primero como en éste había dado la vuelta al mundo y le ensalzaron como un navegante excepcional.
– Tu hijo aprenderá mucho con Paul – aseguró una invitada -. De joven participó en la Copa América y no ha dejado de interesarse por la vela. Siempre insiste que se retirará de Wall Street y se dedicará a navegar por el mundo, pero no creo que Serena lo permita.
Todos rieron.
– ¿Navega siempre con él? – preguntó India con interés.
Estaba deseosa de tomar fotos del velero, pero quería hacerlo con discreción y suponía que más tarde se presentaría la oportunidad. Todos se desternillaron de risa al oír su pregunta. Por lo visto era una broma entre amigos y al final una de las invitadas le explicó la situación:
– Para Serena, navegar de Cannes a Mónaco es muy peligroso y Paul se siente decepcionado a menos que salga airoso de un tifón en pleno océano Índico. Serena se las apaña para reunirse con su marido en distintos puertos… con la menor frecuencia posible. Intenta convencerlo de que compre un avión y dedique menos tiempo al velero, pero sospecho que tiene la batalla perdida.
El hombre que estaba a su lado asintió con la cabeza.
– Pues yo apuesto por Serena. Detesta que Paul haga largas travesías. Se siente mejor cuando están firmemente amarrados en Cap d'Antibes o en Saint-Tropez. Es evidente que a Serena no le gusta navegar.
A India le costaba imaginar una travesía en el Sea Star como algo desagradable, aunque era posible que la famosa escritora se marease. Su rechazo a los recorridos en velero era perfectamente conocido y desató comentarios. Al oírlos, India pensó que se trataba de una mujer interesante y difícil. Mientras charlaban sacó discretamente la cámara y se dedicó a tomar fotos. Los invitados estaban tan ocupados que apenas repararon en lo que hacía y transcurrieron varios minutos hasta que alguien se fijó en la cámara. Era la nueva, la que deseaba mostrar a Dick Parker, y a su amigo le encantó. A Dick le pareció el momento adecuado de explicar a los demás quién era India, por lo que comentó en su nombre:
– A su padre le concedieron el Pulitzer y a India se lo darán cualquier día, siempre y cuando decida volver a trabajar. Ha visto tanto mundo como Paul y en la mayoría de los lugares la apuntaban con armas de fuego o las bombas estallaban a su alrededor. Tendríais que ver las fotos que ha tomado.
Era evidente que Dick Parker estaba orgulloso de India.
– Hace mucho que no me dedico a mi trabajo – explicó con modestia -. Lo dejé hace muchos años, cuando me casé.
– Aún estás en condiciones de cambiar el orden de las cosas – declaró Jenny.
Los invitados reanudaron afablemente la conversación y transcurrió media hora. Sam y Paul Ward volvieron y el niño no cabía en sí de alegría.
Paul le había mostrado hasta el funcionamiento de las velas. Todo estaba informatizado y, si era imprescindible, podía gobernar la nave con una sola mano, como había hecho con frecuencia. Era un navegante extraordinario y hasta Sam lo había comprendido. Paul le había dado las explicaciones con términos muy sencillos y él quedó todavía más impresionado por las agudas preguntas del chico. Incluso dibujó varios diagramas para mostrarle el funcionamiento de algunos dispositivos.
– Temo que tienes entre manos un navegante de tomo y lomo – dijo a India en cuanto regresaron y Sam bebió el refresco que la camarera le ofreció -. Es una adicción grave. En tu lugar me preocuparía. Compré mi primer velero a los veinte años, cuando no tenía dónde caerme muerto y para conseguirlo a punto estuve de vender mi alma.
– Paul, ¿puedo ayudarte a gobernar el velero? – preguntó Sam y lo miró con adoración.
El magnate sonrió y le revolvió el cabello. Se llevaba francamente bien con los niños y Sam le encantaba.
– Hijo, no creo que hoy volvamos a salir. ¿Qué te parece mañana? Visitaremos algunas islas. ¿Quieres venir? – Sam estaba radiante. Paul miró a India y preguntó -: ¿Nos acompañaréis mañana? Estoy seguro de que tu hijo lo pasará muy bien.
– No me cabe duda. – India le sonrió -. ¿No es un abuso?
La fotógrafa no quería molestar y sabía que el entusiasmo de Sam podía resultar agobiante.
– Sam sabe de veleros más que muchos amigos míos. Me encantará mostrarle cómo funciona cada elemento del velero. Es difícil tener la oportunidad de educar a un joven navegante. La mayoría de los que suben a bordo sólo se preocupan por el bar y por el tamaño de los camarotes. Creo que Sam puede aprender mucho.
– Será fantástico. Te lo agradezco.
India se sentía extrañamente cohibida. Paul era un hombre importante y poderoso, lo que la intimidaba ligeramente. Por su parte, Sam se sentía a sus anchas con su nuevo amigo, con los invitados y con los tripulantes. Paul había 1ogrado que el pequeño estuviera cómodo e India se sorprendió. Esa actitud decía mucho de Paul y al cabo de unos minutos se puso a charlar con él y le preguntó si tenía hijos. Pensaba que sí, pues era muy hábil con un crío de la edad de Sam. No se llevó una sorpresa cuando Paul asintió sonriente.
– Tengo un hijo que detesta los barcos. – Rió -. Si tiene que pasar diez minutos en un velero prefiere que lo quemen en la hoguera. Es un hombre hecho y derecho y tiene dos hijos que detestan la navegación tanto como su padre. Mi esposa es igual que mi hijo. Soporta la vida en el Sea Star , pero le cuesta. Serena y yo no hemos sido padres. Sospecho que Sam disfrutará de mi necesidad de enseñar a navegar a alguien, aunque tal vez sea muy pesado para él. – Cogió una copa de champán de la bandeja de plata que la camarera le ofreció, sonrió a India y reparó en la cámara fotográfica -. Dick me ha dicho que eres una mujer de extraordinario talento.
Читать дальше