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Fern Michaels: Huyendo de todo

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Fern Michaels Huyendo de todo

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Cathy Bissette creía haberlo dejado todo atrás: su trabajo de publicista, el glamour de la ciudad de Nueva York y su corazón roto… Lo único que quería era disfrutar de sus tres meses de vacaciones en las maravillosas costas de Carolina del Norte. Pero, nada más ver aparecer a Jared Parsons a bordo de su barco, supo que se había acabado la tranquilidad. No estaba segura de qué la molestaba más de él, si su arrogancia, o la pasión que provocaba en ella… ¿Volvería a huir de todo… o acabaría en los brazos de un hombre al que no quería amar?

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La respiración se le aceleró al ver la aerodinámica lancha, con la proa levantada y cortando el agua por la potencia de su casco. El alba, que había adquirido ya tonos dorados, dotaba a todos los objetos de un halo amarillo, incluido el piloto de la lancha, que estaba ya apagando los motores. Se veía que era una figura muy masculina, alta y de anchos hombros que manejaba el timón con una bellísima mujer a su lado.

Lucas Bissette y Cathy estaban de pie, esperando a que llegara la lancha, como un reducido comité de bienvenida. El manejo que el hombre tenía de la lancha era admirable. Con gran maestría, lo dirigió al muelle y allí lanzó los cabos de proa y popa para que Cathy y Lucas los ataran a los pilares del muelle. Ella pensó que no se trataba de ningún dominguero y, en cierto modo, se alegró de que una nave tan hermosa estuviera en manos de un marino tan hábil. Muy a menudo, había visto lanchas muy lujosas que se estropeaban en manos de dueños descuidados y sin experiencia, a los que los lobos de mar denominaban con tono de desprecio «domingueros».

Cathy contuvo el aliento al ver la atlética agilidad con la que el hombre saltaba al muelle. Le fue imposible no fijarse en sus hermosos rasgos físicos, que se veían realzados por un dorado bronceado. El cabello oscuro, peinado de manera informal hacia un lado y algo más corto de lo que mandaba la moda, hacía que destacaran aún más unos penetrantes ojos grises. Estos recorrieron con brevedad los vaqueros recortados y la camiseta que Cathy llevaba puestos; incluso pareció atravesar las prendas y examinar las suaves curvas de su figura. Cuando sonrió, a modo de saludo, fue un gesto cálido y afectuoso, en el que se mostraron una divertida ironía y unos blanquísimos dientes.

Cathy sintió que ella misma entornaba la mirada al ver a la mujer que lo acompañaba. De repente, se sintió muy avergonzada de las trenzas que llevaba y del hecho de llevar las piernas al descubierto y los pies descalzos. Aquella mujer era tan hermosa y tan sofisticada Incluso a aquellas tempranas horas de la mañana, su maquillaje era perfecto y el cabello, rubio platino, parecía peinado por un peluquero de Nueva York.

De soslayo, Cathy observó cómo su padre cuadraba los hombros y se subía los pantalones, a modo de tributo silencioso para aquella extraordinaria mujer.

– Me llamo Jared Parsons -dijo el hombre, extendiendo una bronceada mano-. Y ésta es Erica Marshall mi secretaria.

«Sí, claro, la secretaria», pensó Cathy al ver la posesión con la que la mujer miraba a su acompañante.

– Estoy buscando a Lucas Bissette -añadió el hombre-. Según los mecánicos navales de la isla de Ocracoke, es el mejor mecánico de esta costa. Salí de Maine hace unas pocas semanas. Por desgracia, mi ingeniero jefe cayó enfermo y ahora se encuentra hospitalizado en Virginia Beach. Iba a recoger a otro ingeniero en el cabo Fear, pero tuve problemas con los motores en Ocracoke. Por los pelos, y lo digo literalmente, conseguimos llegar hasta aquí. Voy de camino a mi casa en Lighthouse Point, Florida. Bueno, ¿pueden decirme dónde puedo encontrar a ese Bissette?

Cathy sonrió levemente. Aquellas últimas palabras no le parecieron una pregunta, sino más bien una orden. ¿Cómo reaccionaría su padre? Se apenó al ver que una amplia sonrisa estiraba los labios de Lucas. Mientras contestaba, no dejaba de mirar a la mujer.

– Está usted hablando con él -dijo-. Y ha oído bien. Soy el mejor mecánico de estas costas.

– Lo sabía -comentó Erica, con una sonrisa en los labios-. Tiene ese aspecto que dice que que sugiere conocimiento.

Cathy sonrió al ver que Jared Parsons hacía un gesto de desaprobación. «¡Vaya con la elocuencia de las secretarias!», pensó ella, sintiendo una inmediata antipatía por la hermosa Erica.

Jared extendió la mano en dirección a la de Lucas y se la estrechó con fuerza.

– Me alegro de conocerle, señor Bissette. Espero que pueda ayudarme.

– Lo intentaré. ¿Puede decirme qué le ocurre al barco? -preguntó Lucas, esperando escuchar la serie de comentarios propios de un marinero aficionado. En vez de eso, Jared Parsons parecía tener una idea muy exacta de lo que le ocurría al motor de su yate.

– En primer lugar, está lo del generador primario. Se suponía que íbamos a recoger otro en el cabo Fear. El ingeniero lo ha ido a buscar y está preparado. En segundo lugar, creo que el tubo de escape está a punto de romperse. Y lo último, pero no menos importante, la válvula de admisión de agua de mar me está dando problemas. De nuevo, podríamos decir. Ya se ocuparon de ella en Kennebunkport, Maine, al menos eso creía yo. Pero ahora ya no estoy tan seguro.

– Parece que tiene una ballena varada en vez de un barco, hijo. Le echaré un vistazo más tarde, cuando tenga tiempo. Si se puede arreglar, estaré encantado de hacerlo, aunque creo que es mejor que se vaya preparando para estar por aquí una semana más o menos.

– ¡Una semana! ¡Señor Bissette, yo no dispongo de una semana! Tengo que volver a Lighthouse Point esta misma semana. Mire, le pagaré el doble de lo que cobre habitualmente, o el triple si es necesario, pero necesito que esté hecho hoy, o mañana como muy tarde.

Cathy irguió la espalda al oír aquel tono arrogante. ¿Por qué los hombres como él siempre creían que el dinero lo podía comprar todo? Apretó los dientes y pensó que si su padre cedía, lo tiraría del muelle acompañado de la hermosa Erica.

Bismarc parecía estar de acuerdo con los sentimientos de Cathy porque empezó a gruñir para mostrar su desaprobación. Entonces, hizo algo que alegró el corazón de la joven. Lentamente, fue acercándose a Erica y empezó a lamerle la pierna.

– ¡Ay! -gritó la mujer. Entonces, dio un paso atrás y perdió el equilibrio, cayendo enseguida al agua del puerto-. ¡Maldito animal! -añadió al salir a la superficie con un indigno chapoteo.

Bismarc , sin preocuparse en absoluto por lo que había hecho, se puso de pie y colocó las patas delanteras en los hombros de Jared para pedirle su atención. Él no pareció estar enfadado y se echó a reír mientras contemplaba a su secretaria. Sin embargo, Lucas pareció estar preocupado por Erica e hizo un gesto para ayudar a la mujer. Jared lo detuvo de inmediato.

– Sabe nadar y tiene la escalerilla muy cerca -le dijo. Entonces, empezó a rascar la cabeza del perro y sonrió a Cathy-. Es un perro muy cariñoso, señorita -añadió, mirándola-. Parece saber muy bien lo que le gusta y lo que no.

Cathy contempló aquellos ojos grises y, de nuevo, se avergonzó por su desastrada apariencia. Se sentía fuera de lugar y muy incómoda ante el escrutinio al que la estaba sometiendo el hombre. Tenía que decir algo, hacer algún comentario.

– Pensé que había dicho que su secretaria sabía nadar. Pues a mí me parece que se ha sumergido en el agua por tercera vez.

– Saldrá cuando se dé cuenta de que no voy a rescatarla -dijo Jared, con frialdad.

Cathy se encogió de hombros y se inclinó para recoger su bolsa de lona. Todo lo que llevaba dentro se había desparramado por el suelo cuando Erica se cayó al agua.

– Permítame -se ofreció Jared, inclinándose. Entonces, le entregó las galeradas de Teak Helm y el termo.

Cathy no pudo decidir qué fue lo que se apoderó de ella, pero agarró con fuerza las galeradas y se las quitó de la mano.

– ¡Deme eso! -lo espetó.

– No iba a hacer nada con ellas, sólo se las iba a meter en la bolsa -replicó él con una burlona sonrisa en los labios, cuando vio que ella colocaba los papeles en la bolsa como §i estuviera metiendo huevos.

– Maldito seas, Jared. Podrías haberme ayudado a salir -dijo Erica, apartándose los mechones de cabello húmedo de los ojos. Entonces, llena de furia, lanzó un pie en dirección a Bismarc .

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