En vano.
Desesperada, había llegado a tomar el sol en topless y, para su vergüenza, lo único que había conseguido había sido que Atreus le advirtiera que se iba a quemar.
Una de dos o ya no se sentía atraído por ella o le iba a tener que pedir perdón para romper el hielo.
Aquella tarde, tras despedirse de Theo, decidió que tenía que utilizar un enfoque más agresivo.
Cuando Atreus la vio aparecer en su despacho, la miró con las cejas enarcadas.
– ¿Ocurre algo? -le preguntó.
Lindy sabía que le estaba subiendo el color a las mejillas porque sentía mucho calor allí. Además, le sudaban las palmas de las manos, pero tomó aire y se lanzó.
– Vengo a decirte que siento mucho mi comportamiento de nuestra noche de bodas.
Atreus ladeó la cabeza, se echó hacia atrás y se quedó mirándola.
– ¿Lo dices de verdad? ¿Y por qué has tardado tanto en venir a arreglar el entuerto? -le preguntó muy serio.
A Lindy el entraron ganas de ponerse a chillar. Qué difícil era dialogar con aquel hombre. Jamás reaccionaba como ella esperaba.
Resultaba que allí estaba ella, intentando construir un puente entre ellos y él en actitud hostil en el momento más inoportuno.
– Tú tampoco has hecho nada para arreglar las cosas entre nosotros -le dijo.
– No era asunto mío. La pelota estaba en tu tejado -contestó Atreus-. Eras tú la que tenía que hablar. Por lo visto, te cuesta trabajo hablar conmigo -añadió con desdén-. Mira que tardaste en decirme que estabas embarazada.
Lindy lo miró estupefacta.
– No me vengas ahora con eso… ¡Eso ya está olvidado!
– De eso, nada. Sigues ocultándome cosas. Me cuesta creer que te tenía por una mujer abierta y sincera.
– La noche de bodas me comporté de manera muy estúpida -confesó Lindy retorciéndose los dedos de las manos-. No sé cómo explicártelo.
– Pues ya puedes ir encontrando la manera porque, hasta que no haya quedado satisfecho con tu explicación, no pienso volver a dormir contigo -le aseguró Atreus.
Lindy apretó los dientes.
– Estás siendo muy poco razonable.
Atreus se puso en pie y se acercó a ella.
– ¿Ah, sí? No estoy de acuerdo en absoluto. De hecho, yo creo que he sido muy generoso. Otros, en mi lugar, habrían puesto fin al matrimonio aquella misma noche. Yo, sin embargo, me he quedado y te he dado tiempo para solucionarlo. Si después de tres semanas no se te ocurre más que lo que acabas de decir, me decepcionas, la verdad.
Lindy estaba muy enfadada y estaba haciendo un gran esfuerzo por controlarse.
– ¡ Veo que ha sido una tontería por mi parte venir a pedirte perdón!
– Lo has hecho con tan poca gracia que ha sido una pérdida de tiempo, sí -contestó Atreus en actitud beligerante.
Lindy temblaba de rabia.
– A veces consigues que te odie y ahora mismo lo estás consiguiendo -le dijo-. Tenía celos de Krista. Hala, ya te lo he dicho. ¿Contento? -le espetó furiosa-. Cuando me dijiste que habías estado aquí con ella, me imaginé que habrías compartido la misma cama que ibas a compartir conmigo y no pude evitar pensar que nos ibas a comparar y que, a lo mejor, te gustaba más ella… me dio pánico, eso fue lo que pasó.
Atreus se quedó mirándola anonadado.
– ¿Me apartaste porque estabas celosa de Krista Perris?
– ¡Sí! ¡Estaba celosa de ella! -exclamó Lindy, gesticulando con las manos arriba y abajo-. ¿Cómo no iba a tener celos si la llevaste a ver a tu familia al poco de empezar vuestra relación? Yo estuve contigo año y medio y jamás me llevaste. Y a tu familia le encantó. Ella tiene todo lo que yo no tengo. Me dijiste que sólo querías una esposa que procediera del mismo mundo que tú. ¿Quién mejor que ella? Estáis hechos el uno para el otro.
– Sólo en teoría -contestó Atreus sin dejar de mirarla.
Entonces, de repente, se acercó a ella en dos zancadas y la tomó entre sus brazos, apretándola contra su cuerpo con tanta fuerza, que Lindy se quedó sin respiración.
– Estás loca -le dijo apartándole el pelo de la cara-. No tenías motivos para estar celosa.
– Es muy guapa -se lamentó Lindy, dejándose llevar por el dolor.
– Sí, pero yo quiero estar contigo, agapi mu -murmuró Atreus mirándola con deseo-. Siempre te he preferido a ti.
Lindy se apoyó en él. Se moría por creer sus palabras.
– Me cuesta tanto creerlo…
Atreus se apoderó de su boca y la besó con pasión.
– Me has estado matando con tus sonrisas y tu conversación alegre y divertida. Creía que no te importaba que ya no nos acostáramos -le explicó-. ¿Cómo iba yo a suponer que estabas celosa de Krista?
– En la boda Krista me dijo que yo no debía ser la novia y que acabarías divorciándote de mí -le confesó Lindy.
Atreus frunció el ceño y maldijo en griego. -No me habías dicho nada -la acusó.
– No quería comportarme como una adolescente. No quería venir corriendo a contarte cosas sobre tu ex novia.
– Pues te has comportado como tal al creer sus palabras -protestó Atreus-. Me lo tendrías que haber dicho.
– Lo que pasa es que me sentía culpable -admitió Lindy-. ¡Si yo no me hubiera quedado embarazada, seguirías con ella!
Atreus la miró muy serio.
– No, no seguiría con ella.
Lindy se quedó mirándolo en silencio. Aquella salida la había dejado sin habla, momento que Atreus aprovechó para tomarla en brazos y llevarla al dormitorio.
– A veces me vuelves loco -admitió-. No sabía por qué te habías comportado así la noche de bodas, pero no quería forzar el tema de conversación. Soy consciente de que la principal razón por la que te has casado conmigo es Theo. Eso me lo dejaste muy claro y lo entiendo perfectamente. Casarnos es lo mejor para él, pero… ¿y nosotros?
¿Y ellos? Ninguno de los dos se había hecho aquella pregunta. Habían examinado su matrimonio desde todos los ángulos por el bien de su hijo, pero no habían hablado de ellos.
Lindy supuso que creer que todo iba a ir bien simplemente porque sí había sido muy ingenuo por su parte.
Atreus la dejó en la cama, Lindy sintió un escalofrío de pies a cabeza.
– Es culpa tuya que me sintiera tan insegura. Hasta la boda, me mantuviste a distancia de ti.
– Cuando te pedí que te casaras conmigo, me rechazaste. ¿Qué querías que hiciera? -se defendió Atreus-. No sabía lo que sentías por mí y el vínculo que había entre nosotros era demasiado frágil como para arriesgarme a estropearlo todo por intentar acostarme contigo.
Lindy se estaba quitando los zapatos y lo miró preocupada.
– No tenía ni idea de que esos fueran tus sentimientos. Te dije que no me quería casar contigo sólo por una cosa, porque creía que me lo pedías por cumplir con tu responsabilidad como padre y no quería que fuera por eso.
– No fue por eso, agapi mu -le aseguró Atreus-. La verdad es que no entendía lo que sentía, así que no me extraña que tú tampoco me entendieras.
Lindy se incorporó y le pasó los brazos por el cuello.
– No me gusta dormir sola…
– ¿Y te crees que a mí sí? -contestó Atreus apretándola contra su cuerpo.
– Aquella noche después de la ecografía, cuando me llevaste a la cama en tu casa, me deseabas…
– Sí, y sabía que tú también me deseabas, pero quería algo más duradero, algo más que acostarnos ocasionalmente cuando a ti te apeteciera -confesó Atreus, desabrochándole el vestido y acariciándole los brazos.
– ¡Yo no soy así!
– ¿Cómo que no? -bromeó Atreus mordiéndole el labio inferior y desabrochándole el sujetador para acariciarle los pechos.
– Bueno, tienes razón. Puedo ser así, pero que sepas que es por ti, que me has enseñado malas costumbres -murmuró Lindy desabrochándole la camisa a toda velocidad-. Y también quiero que sepas que ocasionalmente no sería suficiente.
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