Lynne Graham - El Hijo del Griego

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¡Como novia sí, pero como esposa no! Lindy no se podía creer que fuera la novia del armador Atreus Dionides. ¡Ella, que estaba rellenita y se ganaba la vida haciendo velas! Pero Atreus parecía encantado con sus curvas cuando le hacía el amor apasionadamente en su casa de campo. Claro que Lindy se iba a llevar dos buenas sorpresas: la primera, que ella sólo era la amante de los fines de semana y que Atreus se quería casar con una joven de la alta sociedad griega; y la segunda, imposible de esconder, que estaba embarazada de él.

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Pasó vergüenza al darse cuenta de que estaba en ropa interior. Tenía la sensación de que las carnes le rebosaban del sujetador y de las braguitas. Se le saltaban las lágrimas ante la humillación de verse expuesta ante él.

Para colmo, la bata no le cerraba a la altura de la tripa.

Atreus le mostró dónde estaba la habitación de invitados, así que Lindy se encontró en una cama fría y solitaria en la que se quedó dormida llorando.

No le gustaba nada el sentido del humor de Atreus.

¡Era evidente que no quería casarse con ella!

Y, además, ella se sentía gorda y fea, sabía que no podía resultarle atractiva sexualmente. Ojalá hubiera permanecido en silencio cuando se había despertado. Así, habría podido disfrutar de su cercanía.

Cuando el niño naciera, no tendría oportunidad de estar tan cerca de Atreus. En cuanto su hijo hubiera llegado al mundo, la relación entre sus padres sería mucho más distante. Atreus era un hombre con gran sentido de la responsabilidad y le había demostrado que podía confiar y apoyarse en él. En cuanto se había enterado de que estaba embarazada, se había puesto a su disposición y la había ayudado mucho, pero Lindy estaba preocupada.

¿Cómo harían para compartir al bebé? ¿Tendría que acostumbrarse a estar constantemente separándose de él?

Aquella misma mañana, Atreus la despertó llevándole el desayuno a la cama. Lindy pensó que nunca nadie la había mimado tanto.

– Ya sé que te quedan apenas dos semanas para salir de cuentas, pero creo que deberías conocer a mi familia antes de que nazca el niño -le lijo Atreus desde los pies de la cama.

Estaba guapísimo ataviado con un traje azul marino, dispuesto para irse a trabajar.

Lindy no se permitió mirarlo más que dos segundos. Por si acaso. Atreus se daba cuenta en-seguida de cuándo lo miraba con deseo y no quería quedar expuesta.

La invitación para ir a conocer a su familia la tomó completamente por sorpresa y se estremeció de miedo al comprender que la iban a comparar con Krista.

– No creo que me dejen volar estando de más le ocho meses… -objetó.

– Iremos en mi avión privado -contestó Atreus. Lindy sabía que no había nada que hacer. Cuando a Atreus se le metía algo en la cabeza, era imparable.

– ¿Y si me pongo de parto antes de lo previsto?

– Tranquila, en Atenas hay muchos médicos-contestó Atreus con naturalidad.

Capítulo 9

DURANTE el vuelo, Lindy preguntó a Atreus ciertas cosas sobre su familia.

– Tras la muerte de mi abuelo, mi tío Patras y mi tía Irinia se convirtieron en las personas más importantes para mí del mundo. Me llevaron a vivir con ellos a los siete años -comentó Atreus con una naturalidad muy bien calculada.

– No sabía que tus padres hubieran muerto cuando eras pequeño -se apiadó Lindy.

– Es que no fue así. Mi madre era heroinómana y mi padre no pudo soportarla. Ni a ella ni a su hijo. Cuando intervinieron los servicios sociales porque yo rara vez iba al colegio, la familia de mi padre se hizo cargo. Patras e Irinia quisieron ocuparse de mí. Sus hijos ya eran mayores, así que debió de ser un sacrificio hacerse cargo de un chiquillo de siete años, pero lo hicieron.

– ¿Tu madre era heroinómana? -le preguntó Lindy anonadada.

Nunca se le había pasado por la cabeza que Atreus no hubiera disfrutado siempre de una vida privilegiada en todos los sentidos.

– Sí, era modelo de artistas y llevaba una vida bohemia y salvaje. Antes de conocerla, mi padre era un hombre de negocios y un marido modelo que nunca había dado un paso en falso, pero, cuando la conoció, lo abandonó todo por ella e incluso desatendió sus responsabilidades dentro de la naviera familiar. Nunca volvió a trabajar. Se dedicó a vivir de los intereses del dinero que tenía. Se casó con mi madre, pero eran muy diferentes y la cosa nunca funcionó -le explicó Atreus con desdén-. Apenas me acuerdo de ellos, pero recuerdo sus violentas discusiones y que mi casa siempre estaba llena de gente desconocida que entraba y salía a cualquier hora del día y de la noche.

– Qué valor tuvo que tener tu padre para estar con tu madre. Supongo que apostó por ella después de todo lo que había dejado atrás e intentaría ser feliz a su lado -musitó Lindy.

– No es así como lo ve mi familia -la contradijo Atreus.

Lindy no le dijo que eso ya lo sabía por cómo hablaba del tema.

– Mi padre defraudó a todo el mundo. A su primera mujer, a su familia e incluso a los empleados de la naviera Dionides.

– ¿Ha muerto?

– Sí, murió en un accidente de tráfico diez años después que mi madre, que murió de una sobredosis. Era un hombre débil y egoísta. Se fue a vivir al extranjero y nunca intentó volver a verme.

– Lindy sintió compasión por él. Entendía que aquello último le tenía que haber dolido muchísimo. Lindy se dio cuenta de que a Atreus le habían enseñado a avergonzarse de sus dos progenitores que, a su juicio, era cruel. Ahora comprendía por qué le había dicho que sólo se casaría con una mujer de su misma clase social, lo que hacía que resultara todavía más increíble que le hubiera pedido que se casara con él.

Lo que acababa de contarle le daba una perspectiva completamente nueva sobre Atreus y sobre su propuesta de matrimonio.

Cuando llegaron a la preciosa mansión que los Dionides tenían a las afueras de Atenas, Lindy estaba un poco nerviosa. Llevaba un elegante traje de chaqueta de lino en tono terracota.

– Antes de entrar, quiero que sepas que mi familia está muy sorprendida de que vayamos a tener un hijo sin estar casados ni prometidos. Les he dicho que tienen que modernizarse, pero no sé si lo conseguirán algún día -le advirtió Atreus.

– Es estupendo que me lo digas justo ahora suspiró Lindy-. Si me lo hubieras dicho antes, no habría venido.

– Soy el cabeza de familia y son muy educados. Tranquila, nadie va a ser grosero contigo le aseguró Atreus en tono divertido.

Sin embargo, a pesar de que fue cierto que nadie se mostró grosero, Lindy lo pasó fatal durante todo el encuentro.

El interior de la casa tenía un aire sombrío y funerario y el silencio lo invadía todo, un silencio que encajaba con los serios rostros del grupo de personas que los esperaba. Eran unos quince y estaban en un salón enorme con las cortinas echadas. El ambiente era frío y poco acogedor.

Patras e Irinia Dionides fueron los más fríos y distantes de todo el grupo. No la miraron ni una sola vez la tripa y jamás mencionaron al niño que estaba en camino.

Por eso, cuando Lindy sintió una molestia algo fuerte, no dijo nada. Se quedó sentada, sin moverse mucho y aguantó. Cuando la molestia se tornó dolor, comenzó a respirar delicadamente y a hacer cálculos.

¿Sería una falsa alarma o se estaba poniendo de parto?

Con los nervios a flor de piel, no pudo evitar emitir un quejido y Atreus se giró hacia ella.

– Creo que me he puesto de parto -le dijo Lindy con discreción.

La reacción de Atreus no fue discreta en absoluto. Nada más oírla, interrumpió la conversación que estaba manteniendo, se sacó el teléfono móvil del bolsillo, marcó un número y comenzó a dar instrucciones en griego a toda velocidad.

Todos los presentes la miraron consternados y Lindy se dijo que, si se ponía de parto en aquella casa, la familia de Atreus siempre la recordaría a ella en lugar de acordarse de Krista Perris por muy bien que les hubiera caído.

– Menos mal que había reservado habitación en la maternidad -comentó Atreus satisfecho-.Un obstetra estupendo nos está esperando -añadió, acompañándola hasta la limusina que los esperaba fuera.

Lindy lo miró impresionada.

– Desde luego, sabes solucionar situaciones difíciles -comentó más tranquila.

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