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Lynne Graham: El Hijo del Griego

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Lynne Graham El Hijo del Griego

El Hijo del Griego: краткое содержание, описание и аннотация

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¡Como novia sí, pero como esposa no! Lindy no se podía creer que fuera la novia del armador Atreus Dionides. ¡Ella, que estaba rellenita y se ganaba la vida haciendo velas! Pero Atreus parecía encantado con sus curvas cuando le hacía el amor apasionadamente en su casa de campo. Claro que Lindy se iba a llevar dos buenas sorpresas: la primera, que ella sólo era la amante de los fines de semana y que Atreus se quería casar con una joven de la alta sociedad griega; y la segunda, imposible de esconder, que estaba embarazada de él.

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Lindy avanzó por el pasillo hacia el altar. El corazón le latía desbocado. Atreus se giró y la miró de manera inequívoca, lo que la llenó de satisfacción, pues conocía muy bien aquella mirada, era una mirada cargada de deseo sexual.

Lindy se sintió profundamente aliviada.

– Estás preciosa -le dijo Atreus cuando llegó a su lado.

Era lo más personal que le decía en semanas y Lindy lo miró encantada. Atreus la tomó de las manos y le acarició la muñeca con la yema del pulgar. Lindy sintió que el deseo se apoderaba de ella y su mente dejó de dar vueltas a aquellos pensamientos negativos que tanto la habían atormentado.

Una vez casados y con la alianza en el dedo anular, Lindy abandonó la iglesia del brazo de su flamante esposo.

Estaba feliz.

Estaba segura de que serían felices juntos. Estaba dispuesta a poner todo lo mejor de su parte para que su matrimonio funcionara. Aquella felicidad le duró muy poco.

En cuanto salió de la iglesia, la primera persona a la que vio fue a Krista Perris. Llevaba un exuberante vestido rojo muy ajustado y el pelo recogido y tocado con un adorno a juego. Todos los hombres de su alrededor metían la tripa y echaban los hombros hacia atrás intentando ganarse su atención.

En cuanto subieron a la limusina, Lindy expresó en voz alta su malestar.

– ¿Se puede saber qué demonios hace Krista Perris aquí?

Atreus frunció el ceño.

– ¿Por qué no iba a estar? Mi familia es amiga de la suya.

– No lo sabía -admitió Lindy arrepintiéndose de su estallido de cólera.

– Habría sido imperdonable por nuestra parte no invitarla, pero la verdad es que me sorprende que haya venido -admitió Atreus girándose para mirar a la rubia por última vez-. Está muy guapa.

Eso fue más que suficiente para que Lindy sintiera náuseas.

Era su boda, su día y seguro que Krista Perris había sido el centro de atención todos los días de su vida. Se sentía mal por que no le hacía ninguna gracia que Krista estuviera allí, pero no podía evitarlo.

Su presencia la hacía sentirse insegura y amenazada.

El culpable de todo aquello era Atreus por no haber sido franco con ella. Claro que se habría sentido mucho peor de haber sabido que su marido estaba enamorado de Krista. Lindy se dio cuenta entonces de que sólo quería un marido sincero si esa sinceridad significaba cumplidos que quisiera oír, pero nada más.

En el banquete, que tuvo lugar en un hotel exclusivo, Lindy agarró a Evelina, la hija de Alissa y Sergei justo un instante antes de que chocara contra un camarero que iba cargado de bandejas. Ambas se giraron entonces hacia un enorme espejo que había en la pared.

– Estás muy guapa -le dijo la niña un segundo antes de salir corriendo de nuevo.

– Gracias -contestó Lindy sonriente.

De repente, otra cara apareció en el espejo y a Lindy se le borró la sonrisa del rostro.

Era Krista, con su espectacular vestido rojo y su melena rubia.

– No deberías ser tú la novia -le espetó en voz baja-. Todos los sabemos. Incluso Atreus. Lo vuestro no va a durar mucho.

Y, dicho aquello, desapareció tan rápidamente como había aparecido. Lindy dudó por un instante. ¿De verdad le había dicho lo que ella creía que le había dicho? A juzgar por el vello de la nuca que se le había erizado y la piel de gallina, sí.

«No deberías ser tú la novia».

Qué comentario tan cruel y, sin embargo, tan certero.

La verdad era que Lindy había pensado lo mismo cuando la había visto a la salida de la iglesia y se había dado cuenta de que era igual de sofisticada y elegante que Atreus.

Mientras varias personas se ponían en pie y ofrecían unas palabras a los novios, Lindy tuvo tiempo para dejar divagar la mente y, entonces, se dio cuenta de que, a la fuerza, Krista la tenía que odiar.

Al instante, se sintió culpable.

Lo cierto era que Atreus y Krista habían salido juntos y, le gustara a ella o no, su relación debía de haber sido lo suficientemente seria como para que él hubiera considerado la posibilidad de casarse con ella. Entonces, de repente, había saltado a los medios de comunicación que una ex novia de Atreus estaba embarazada de él y Krista había visto cómo su relación con su pareja se iba al garete.

No era de extrañar que Krista estuviera furiosa.

Lindy se dijo que el no haberle hablado a Atreus antes de su embarazo había sido un error imperdonable por su parte. Atreus había dejado a Krista a causa del niño que iba a nacer. ¿Cómo se sentiría la griega viendo al que dos meses atrás se iba a convertir en su marido casarse con otra mujer?

Lindy se había obligado a no pensar en todo aquello desde que había nacido Theo. Atreus no quería hablar de Krista ni por asomo y Lindy se había dicho que tenía que respetar su decisión. Sin embargo, en aquellos momentos, en su propia boda, no le estaba resultando mantener el silencio porque estaba viendo que las familias Dionides y Perris eran muy amigas y que una boda entre Atreus y Krista habría sido muy bien acogida.

«Debo dar gracias por lo que tengo», se recriminó a sí misma mientras bailaba con Atreus.

Sin embargo, no se le iba de la cabeza que, cuando Atreus había podido elegir, la había relegado al secretismo más absoluto. Era evidente que nunca la había visualizado siendo su mujer ni la madre de sus hijos.

Al final, el destino lo había obligado a elegir una cosa que él, de manera natural, no había querido elegir.

Un rato después, Atreus invitó a bailar a Krista. Lindy se dio cuenta de que muchos de los presentes observaban la escena y comentaban lo que estaba ocurriendo. Lindy sintió que el corazón se le subía a la boca e intentó controlar la mezcla de curiosidad, celos e inseguridad que amenazaban con apoderarse de ella.

Atreus y Krista charlaban con naturalidad, Krista sonreía constantemente y se reía ante los comentarios de su pareja de baile, con el que flirteaba con la mirada descaradamente.

– Basta ya -le dijo Elinor al oído-. No te tortures. No hagas tonterías. Si hubiera estado enamorado de ella de verdad, no se habría casado contigo.

– Yo no estaría tan segura de eso. Atreus ha hecho lo que ha hecho por el bien de su hijo. Ya antes de nacer, Theo había inclinado la balanza de mi lado -contestó Lindy, apesadumbrada-. ¿No has visto cómo la han saludado los familiares de Atreus? Como si fuera la hija pródiga.

– Sí, pero también he visto cómo se deshacían en halagos hacia tu hijo -contestó Elinor-. Es la próxima generación de Dionides.

Un rato después, la niñera le llevó a Theo, que dormía plácidamente con sus larguísimas pestañas negras. Lindy le dio un beso en la frente. Cuando volvió a levantar la mirada para seguir el baile de Atreus y de Krista, se dio cuenta de que habían dejado de sonreír y de que la conversación se había puesto seria, así que se apresuró a apartar la mirada diciéndose que no debía dejar que los nervios y la inseguridad le jugaran una mala pasada y le aguaran la fiesta.

Lindy decidió que no iba a volver a hablar de Krista nunca más. Cuando lo había hecho al salir de la iglesia, lo único que había conseguido había sido crear mal ambiente. Debía recordar que la esposa era ella, que Krista era la ex novia y lo más coherente y generoso por su parte sería olvidarse del horrible comentario que le había lanzado.

Sin embargo, sus buenas intenciones dieron al traste cuando Krista miró muy satisfecha en su dirección tras haber convencido a Atreus para que siguiera bailando con ella.

Aquella misma noche, Atreus y Lindy embarcaron en su avión privado rumbo a Thrazos, la isla privada que Atreus poseía y que, según él mismo había confesado, era el lugar del mundo que más le gustaba.

Le hubiera gustado llevarla antes, pero habían tenido que esperar a que el cuerpo de Lindy se recuperase después del parto, así que habían decidido pasar en ella la luna de miel.

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