Lynne Graham - El Hijo Del Principe Del Desierto

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¡Casada con un príncipe del desierto por obligación! El príncipe Jasim bin Hamid al Rais está preocupado porque su hermano, al que le encantan las mujeres, podría estar a punto de caer en las redes de la cuidadora de su hija, lo que supondría un terrible escándalo para la monarquía de Quaram. Aunque Elinor Tempest parece tan sólo una chica guapa y delicada, Jasim no se deja engañar y decide encargarse él personalmente de semejante caradura. Sólo después de seducirla sin contemplaciones descubre que, efectivamente, era virgen… ¡y se ha quedado embarazada! Un miembro de la realeza no puede nacer sin que sus padres estén casados, así que convierte a Elinor en su esposa…

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– Yo no quiero casarme -contestó Elinor.

– ¡Pero te mereces algo mejor que esto! Yo quería mucho a tu madre. Jamás le hubiera pedido que se fuera a vivir conmigo sin estar casados, en pecado. No te pierdas el respeto a ti misma. Valórate.

Aunque todavía era pronto cuando Murad se fue, Elinor se metió en la cama a llorar. Estaba disgustada por haber caído en desgracia a los ojos del príncipe y preocupada por cómo se tomaría Jasim la noticia de su embarazo.

Jasim volvió de Nueva York un día antes de lo previsto. Su equipo de seguridad le había advertido que su hermano había ido a ver a Elinor. Aquello le hizo creer que estaba en lo cierto al sospechar que entre ellos había algo.

Estaba furioso.

– Jasim… -murmuró Elinor, incorporándose en la cama cuando se encendió la luz de su habitación-. No sabía que volvías hoy.

Estaba guapísimo con un traje color gris marengo y, al llevar dos semanas sin verlo, no pudo evitar quedarse mirándolo fijamente.

Por su parte, Jasim no podía dejar de mirar fijamente la cama deshecha y de preguntarse qué hacía Elinor acostada tan pronto. ¿Habría compartido aquella cama con su hermano unas horas antes?

– ¿También te has acostado con mi hermano? -le espetó.

– ¿Cómo? -se indignó Elinor.

– Contesta -gritó Jasim.

– ¿Por qué? ¿Tu hermano y tú compartís a vuestras mujeres? ¿Como me he acostado contigo, te crees que voy por ahí acostándome con todo el mundo incluido tu hermano? -le reprochó Elinor muy dolida.

¿Qué había sido del hombre que le había dicho que quería verla más a menudo? Cuando Jasim se pasó los dedos por el pelo, Elinor se dio cuenta de que le temblaba ligeramente la mano. Era evidente que estaba más nervioso de lo que quería que se viera. Elinor comprendió de repente que la otra cara de la moneda de un hombre tan apasionado era que esa pasión se convertía en celos.

¿Acaso otra mujer le habría dado motivos para ser tan desconfiado?

– ¿Cómo sabes que tu hermano ha estado aquí? -se extrañó Elinor.

– Mi equipo de seguridad tiene vigilada esta casa -contestó Jasim.

– Me voy a vestir. Tenemos que hablar -anunció Elinor poniéndose en pie y agarrando algo de ropa del armario.

A continuación, se dirigió al baño y se vistió. Jasim se quedó esperándola. Él hubiera preferido arreglar las cosas en la cama. Aquello de hablar tan propio de las mujeres no le gustaba nada.

A Elinor le habría gustado tener tiempo para arreglarse un poco. Tenía la sensación de estar horrible, con los ojos hinchados y rojos.

Cuando volvió a la habitación, Jasim estaba esperándola junto al ventanal.

– ¿Qué quería mi hermano? -le preguntó.

Elinor se sonrojó levemente. Le habría encantado poder contarle la relación que había habido entre Murad y su madre, pero, cuando había entrado a su servicio, el príncipe le había pedido muy seriamente que no se lo dijera a nadie, pues no quería que la gente pensara lo que no era. Por lo que había pensado Louise que podía haber entre ellos, era evidente que la gente podía haber pensado lo mismo.

– Ha venido a decirme que cree que estoy cometiendo un gran error dejando el trabajo en su casa para venirme a vivir contigo. Se siente responsable de mí.

¡Mentirosa! Jasim estaba seguro de que su hermano debía de estar furioso porque él se la había arrebatado. Debía de gustarle bastante si había ido a Londres a buscarla. Mientras admiraba su belleza, Jasim se dijo que aquella mujer podía llegar a enfrentar a los hermanos. Jamás hubiera pensado que una cosa así pudiera suceder, pero había sucedido, pues se sentía ultrajado por el comportamiento de Murad. ¿Cómo se atrevía a presentarse en su casa para intentar convencer a Elinor de que se fuera con él?

¡Ahora era suya!

Elinor se dejó caer en una butaca de cuero.

– Te tengo que decir una cosa -anunció tomando aire-. Estoy embarazada.

Aunque había intentado decirlo con naturalidad, Jasim sintió que un nubarrón negro se instalaba sobre su cabeza. Se quedó mirando fijamente a Elinor y apretó los dientes. Su vida, perfectamente organizada, se le estaba yendo de las manos.

– Es culpa mía -comentó-. Esto me pasa por no haber utilizado preservativos.

Elinor se tranquilizó un poco al ver que no le echaba la culpa a ella.

– Tendría que haber tenido más cuidado. Ahora no me queda más remedio que pagar el precio… -añadió Jasim.

– ¿Precio? ¿Qué precio? No hay ningún precio que pagar -contestó Elinor algo confusa.

– Te equivocas. Si no pagamos nosotros, lo pagará nuestro hijo. Si es un varón, tendrá derecho al trono de Quaram, pero si no estamos casados, mi familia jamás le reconocerá sus derechos dinásticos.

– ¿Heredero al trono de Quaram? ¿De verdad?… ¿Y tenemos que casarnos? -exclamó Elinor.

– Sí, no hay otra opción. En cuanto un ginecólogo haya corroborado tu embarazo, nos tendremos que casar. No quiero que mi familia tenga que aguantar un escándalo, y es muy importante que nuestro hijo sea legítimo.

Elinor se dio cuenta de que los motivos de Jasim para casarse nada tenían que ver con el amor, pero, aun así, le admiraba su fuerza de voluntad.

– ¿Y si fuera niña?

– También pagaría las consecuencias. No tendría derecho a su herencia. El tema de los hijos ilegítimos sigue siendo muy importante en mi país.

– ¿Y estás dispuesto a casarte conmigo para impedirlo?

– Por supuesto. ¿Acaso lo más importante en estos momentos no es asegurar el futuro de nuestro bebé sea niño o niña?

– Pero apenas nos conocemos… -objetó Elinor avergonzada-. Además, yo no soy más que una cuidadora infantil y tú… tú eres un príncipe.

– A nuestro hijo le dará igual quiénes seamos. Lo único importante es que lo queramos.

Aquello impresionó a Elinor. Evidentemente, Jasim sería un buen padre, pues pensaba en el amor que necesita todo ser humano. No era tonta y se daba cuenta de que no estaba dando brincos de alegría ante la idea de casarse con ella, pero tampoco la iba a dejar sola con el problema.

– ¿Tú crees que conseguiríamos que nuestro matrimonio funcionara? -murmuró.

– Estoy dispuesto a intentarlo -contestó Jasim-. Eres muy atractiva. Por algo se empieza -contestó Jasim mirándola con deseo.

Elinor sabía que, si insistiera un poco, le dejaría que la llevara a la cama. Lo sabía porque sentía los pechos hinchados y la punzada de deseo entre las piernas, pero no quería que Jasim se diera cuenta. Quería ser algo más que la mujer que satisfacía sus necesidades sexuales, pero, aun así, estaba dispuesta a casarse con él en las condiciones prácticas que Jasim había establecido.

Si Jasim estaba dispuesto a apoyarla, ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para asegurarle un buen futuro a su hijo.

– Muy bien, me casaré contigo -le dijo.

Jasim tuvo que hacer un gran esfuerzo para no estallar en carcajadas. ¡Pues claro que se iba a casar con él! ¿Cómo no iba a querer hacerlo cuando eso le aseguraba una vida de ensueño para el resto de sus días?

– Yo me encargaré de los preparativos -anunció-.Por favor, no se lo digas absolutamente a nadie. No quiero que se entere la prensa.

Dicho aquello y mientras se dirigía a la puerta, Jasim se dio cuenta de que estaba muy enfadado. Había sabido desde el principio que se las estaba viendo con una jovencita sin escrúpulos, pero se había dejado atrapar por su virginidad. Había hecho exactamente lo que ella quería que hiciese y el premio a cambio de mercadear con su cuerpo era inmenso pues casarse con un miembro de la familia Rais conllevaba inmensas riquezas y un estatus social por encima de cualquiera. Aquello enfureció a Jasim.

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