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Lynne Graham: El Hijo Del Principe Del Desierto

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Lynne Graham El Hijo Del Principe Del Desierto

El Hijo Del Principe Del Desierto: краткое содержание, описание и аннотация

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¡Casada con un príncipe del desierto por obligación! El príncipe Jasim bin Hamid al Rais está preocupado porque su hermano, al que le encantan las mujeres, podría estar a punto de caer en las redes de la cuidadora de su hija, lo que supondría un terrible escándalo para la monarquía de Quaram. Aunque Elinor Tempest parece tan sólo una chica guapa y delicada, Jasim no se deja engañar y decide encargarse él personalmente de semejante caradura. Sólo después de seducirla sin contemplaciones descubre que, efectivamente, era virgen… ¡y se ha quedado embarazada! Un miembro de la realeza no puede nacer sin que sus padres estén casados, así que convierte a Elinor en su esposa…

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– Aquí el único que decide si algo es apropiado o no soy yo -contestó Jasim, poniéndose serio-. Hable.

Elinor se quedó estupefacta al recibir aquella orden. Menos mal que Zahrah intervino con su charla infantil.

– Ya me lo contará luego -comentó Jasim-. Voy a ir a los establos yo también.

Elinor se puso todavía más nerviosa ante aquella noticia. Al levantar la mirada, se encontró con los ojos del príncipe y descubrió que la miraba con un irreprimible brillo de deseo. La sorpresa fue tan grande, que se le quitó el apetito.

Por cómo la estaba mirando, cualquiera hubiera dicho que la encontraba atractiva, pero no podía ser. Era imposible que un príncipe la encontrara guapa. Elinor se reprendió a sí misma por semejantes ideas. Debía de ser que era más agradable de lo que ella había creído y la estaba tratando con cortesía, como su hermano.

Ahmed aseguró a Zahrah en el asiento trasero de un flamante Range Rover negro y Elinor se acomodó en el asiento del copiloto y observó a Jasim mientras éste daba la vuelta al coche. La brisa le movía el pelo y parecía un ángel. Sus miradas se encontraron a través del cristal y, de repente, Elinor sintió que los pezones se le endurecían y amenazaban con atravesar la tela del sujetador y de la camiseta. Además, sintió una humedad entre las piernas que la hizo revolverse incómoda. Aquello la sorprendió, pues no sabía que la atracción por un hombre pudiera traducirse en sensaciones corporales tan fuertes.

Al instante, se sonrojó de pies a cabeza.

Jasim se acomodó detrás del volante, quitó el freno de mano y puso el coche en marcha.

– ¿Le gustan los caballos? -le preguntó mientras conducía.

– Me encantan -contestó Elinor-. Siempre me han gustado mucho, desde que era pequeña. Aprendí a montar cuando tenía la edad de Zahrah porque un vecino tenía caballos y yo iba después del colegio a ayudar.

– ¿Ha tenido caballo propio alguna vez?

Elinor se entristeció.

– Sí, tuve una yegua desde los nueve a los catorce años. Mi padre la vendió porque decía que Starlight me quitaba tiempo de estudio…

– Supongo que le daría mucha pena.

– Mucha -recordó Elinor-. Era un animal joven. Estoy segura de que haría feliz a otra niña -añadió apretando los labios.

Lo cierto era que todavía recordaba aquel golpe devastador y cruel. Su padre no le había dicho que la iba a vender. Una tarde volvió del colegio y ya no estaba. Ni siquiera había podido despedirse de ella. Starlight era el último vínculo que tenía con su madre fallecida. También había sido su mejor amiga, lo único que le había aportado felicidad en aquellos difíciles años de la adolescencia.

– Por lo que dice, su padre debía de ser muy estricto -comentó Jasim con curiosidad.

Desde luego, aquella chica era una actriz estupenda. El guión era impecable. Por supuesto, lo primero que hacía era contarle una historia lacrimógena para darle pena.

– Demasiado estricto. Después de vender la yegua, no me dejó tener ninguna afición. Sólo estudiar, estudiar y estudiar. Fue un alivio irme de casa-contestó Elinor.

Con el tiempo, había comprendido que había sido una estudiante normal y corriente y no la chica fracasada que su padre le había hecho creer, pero, aun así, su autoestima había sufrido lo indecible y todavía no se había recuperado.

Jasim apretó los dientes. De nuevo, aquella jovencita le dejaba muy claro cómo era en realidad. Se mostraba tímida, pero su cuerpo lo invitaba sin cesar. Y cada vez la encontraba más sensual. Era evidente que un padre estricto hubiera cortado de raíz el comportamiento lascivo de una hija así.

Jasim era consciente de que tendría que haberse sentido asqueado ante la patente promiscuidad de aquella chica, pero lo que sentía era una potente erección. Sabía que lo único que le aliviaría sería acostarse con ella, pero se dijo que debía ser paciente.

Por respeto a su sobrina, decidió no pensar en Elinor Tempest y en lo fácil que le iba a resultar seducirla.

– Cuando lleguemos, le enseñaré las cuadras donde están los sementales -comentó.

Como tenían tiempo de sobra antes de que empezara la clase de Zahrah, Elinor no objetó nada. La verdad era que le apetecía acercarse por las instalaciones en las que estaban los sementales.

En cuanto vieron aparecer a Jasim, todos los empleados y el director del complejo salieron a recibirlo y los acompañaron en su visita. Aunque le apasionaban los caballos, la parte técnica de la reproducción pronto aburrió a Elinor. El monitor de Zahrah debía de estar a punto de llegar, así que salió y fue a comprobar que el caballo de la niña estuviera listo. En ese momento, el jefe de las cuadras se acercó para preguntarle por su montura.

– ¿Quiere que le prepare a Amaranth, como de costumbre?

– Sí, por favor -contestó Elinor muy sonriente.

A continuación, fue a saludar al precioso caballo, que había oído su voz y la esperaba impaciente en el box. Elinor lo acarició y le abrió la puerta. Le había costado un mes que el jefe de las cuadras se fiara de ella y le permitiera montar a los caballos con más carácter. Aquello de poder montar cuando quisiera y gratis era otra buena razón para no querer perder su trabajo.

Jasim estaba pensando que se moría por terminar con aquella visita guiada cuando vio salir a Elinor a caballo y se quedó estupefacto.

– ¿Le dejáis montar a Amaranth? -preguntó con incredulidad.

– Elinor lo controla perfectamente, Alteza -contestó el jefe de las cuadras-. Es una amazona formidable.

A Jasim le quedó muy claro cuando vio que Elinor llevaba a su montura al galope hacia una valla que saltó con gracia y elegancia. Todos se quedaron impresionados. Incluso él.

Elinor oyó cascos detrás de ella, se giró y vio que era Jasim montando al impresionante Mercury. La iba a alcanzar en breve. así que Elinor urgió a Amaranth para que galopara más aprisa v cruzara las praderas de Woodrow Court a la carrera.

Jasim se quedó sorprendido al ver que Elinor lo estaba retando en lugar de parar para esperarlo. No solía salir a montar con mujeres porque lo único que hacían era hablar y hablar, pegarse a él como lapas y flirtear, lo que no le permitía relajarse. Elinor, sin embargo, le estaba dando la oportunidad de montar de verdad, de pasar un buen rato y de apreciar su habilidad a lomos de un caballo, lo que valió su más sincero respeto.

Amaranth se quedó sin aliento junto al lago y Elinor desmontó y lo dejó beber mientras ella descansaba a la sombra de un grupo de árboles. Jasim llegó poco después, hablando por el móvil. Mientras desmontaba también, miró a Elinor, que se estaba quitando el casco y sacudiendo la cabeza. Al hacerlo, toda su melena se movió y los rayos de sol se reflejaron en ella mientras sus pechos se marcaban bajo la camiseta. Aunque estaba convencido de que era un movimiento muy calculado, surtió efecto. Jasim sintió que el deseo se apoderaba de él. Al darse cuenta de que se le estaba marcando la erección, se dirigió a la orilla del lago. Estaba furioso consigo mismo por aquella reacción, por aquella falta de disciplina que no le sucedía desde la adolescencia.

Elinor miró a su alrededor v se regodeó en la tranquilidad y en la belleza de aquellos parajes. Aunque, a veces, se sentía muy sola en Woodrow Court, no quería cambiar aquello por el ruido y el bullicio de la ciudad.

– Monta muy bien -comentó Jasim.

Elinor sonrió al comprender que estaba irritado por su conducta.

– Me habría ganado con Mercury si no hubiera sido porque he salido antes y tenía ventaja.

Jasim no estaba acostumbrado a que lo desafiaran y, además, le gustaba ganar en todo. Ni sus mejores amigos podrían haber dicho que tenía buen perder. Sin embargo, aquella criatura inocente, aunque fuera falsa, consiguió que no se enfadara. Ahora comprendía lo que su hermano veía en ella. Aunque todo lo que hacía era calculado y falso, surtía efecto. No había más que tener en cuenta que un hombre desconfiado con las mujeres como era él estaba sintiéndose atraído.

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